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Cuando cae la noche

Cuando la oscuridad cubre la ciudad en ruinas, comienzan largas letanías que encogen el alma

DANIEL LOZANO

Cuando cae la noche y la oscuridad envuelve un Puerto Príncipe derruido, comienzan largas letanías que encogen el alma. Son las mujeres quienes dirigen los rezos. Sus murmullos se mezclan con los lamentos de los heridos y el silencio de los muertos.

Un recorrido nocturno por Puerto Príncipe confirma, incluso eleva, la magnitud de la tragedia. Cientos de miles de personas duermen en la calle. Cualquier sitio es bueno. En los parques, en las esquinas, basta con un metro de pavimento donde tumbarse al aire libre. Se cortan las calles para tumbarse en medio del asfalto sin peligro de ser aplastados por las ruedas de algunos vehículos que circulan a toda velocidad. Entre trapos y sábanas, no importa. Nadie quiere hacerlo bajo techo.

Cientos de miles de personas duermen en la calle entre trapos y sábanas

El martes, unos minutos antes del terremoto salvaje de 7 grados Richter, un primer temblor asustó a la gente. Y cuando pensaban que todo había pasado, sobrevino el apocalipsis. En la larga noche que vino después, se sintieron hasta 20 réplicas, todas y cada una de ellas acompañadas del pánico de un pueblo que ya temblaba de dolor.

En la madrugada de ayer, una nueva réplica ejerció de despertador a las cinco. Todos lo sintieron. Acababa así una noche larga, que había comenzado con los primeros asaltos. En el barrio de Delmas, una turba se abalanzó contra un comercio cerrado. No importaba la presencia de un par de periodistas extranjeros. Se llevaron sacos de arroz, comida. Pero también robaron los electrodomésticos. El cruce de miradas con la jovencita que huía con su televisor a cuestas mostró unos ojos mezcla de desesperación, de que ya pocas cosas importan.

El único consuelo son leves caricias, incluso para los heridos tumbados

Otros asaltos se sucedieron en las últimas horas. El cuartel general de la ONU recibió la visita de otro grupo desesperado. El cuartel general de una empresa de telecomunicaciones también fue incomprensiblemente saqueado. Parece imposible que nada de utilidad quedara en semejante masa de hierros retorcidos y cemento aplastado.

Estos episodios son por el momento esporádicos, pese a informaciones que se han difundido sobre pillaje y disparos, a todas luces exageradas. El pueblo haitiano está todavía buscando y enterrando a sus muertos. Eso sí, la situación puede cambiar en las próximas horas. Algo que sabe el propio presidente Preval, que ha confesado a un mandatario extranjero que teme la reac-ción violenta de su gente ante la escasez de alimentos. Los temores del dirigente vienen precedidos de un largo y sangriento historial de violencia.

El recorrido nocturno confirma también el caos total que vive la sociedad haitiana. Los que no permanecen tumbados deambulan de un sitio a otro, sin sentido, cruzándose, rápidos, buscando quién sabe qué. No hay casi electricidad. Las sombras se confunden.

Impresiona llegar a la plaza situada frente al Palacio Presidencial. Son cientos, tal vez un par de miles las personas que allí están refugiadas. Se protegen con plásticos, con cartones, con lo que pueden. Guardan la poca comida que queda como si fuera oro. El agua es el bien más perseguido ahora. Es como una gran comunidad unida por las desdichas. El único consuelo son leves caricias, incluso para los heridos que también allí esperan algún tipo de ayuda.

Los cuerpos especializados, y los que no lo son en absoluto, también prosiguen sus tareas de búsqueda de supervivientes. Apoyados por generadores eléctricos, incluso por alguna pala mecánica, buscan y buscan. En Haití también existen los milagros, aunque parezca mentira. Y de entre los escombros han aparecido personas malheridas, pero vivas pese al tiempo transcurrido.

El recorrido acaba en un hotel semiderruido, junto a la embajada de la República Dominicana. Es el cuartel general de los periodistas extranjeros. Sólo uno de ellos se atreve a pernoctar bajo techo. El resto, a la intemperie, como todos en Puerto Príncipe cuando cae la noche.

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