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Aznar ya se parece a su caricatura

Varios expertos coinciden en que el gesto del ex presidente del Gobierno, insólito en un político, denota su soberbia y megalomanía

JUANMA ROMERO

Las crónicas cuentan que Calígula sentía predilección por ese gesto. Por el digitus impudicus, el dedo corazón extendido como muestra de humillación hacia sus súbditos, a los que sometió a un yugo cruel en sus escasos cuatro años como emperador romano (37-41 d. C.).

El gesto, 'el más universal y representativo del insulto de origen sexual', ha recorrido toda la Humanidad, como recuerda Sebastià Serrano, lingüista y experto en Comunicación de la Universitat de Barcelona. Hasta hoy, hasta alcanzar a José María Aznar anteayer, jueves 18 de febrero, en Oviedo.

La seña, tan explícita y arraigada en la memoria colectiva, admite pocas interpretaciones. 'Las palabras del ex presidente en Asturias pierden relevancia. El gesto lo dice todo', apunta la doctora en Comunicación Audiovisual Belén Andueza, de la Universidad Antonio de Nebrija. Y lo que revela, repiten los expertos, es 'prepotencia', 'chulería', 'soberbia', 'autoritarismo'.

Es el expresivo fuck you! ('¡que te jodan!') que los anglosajones han replicado mil y una veces a través de la tele y las películas, 'pero absolutamente inusual en un cargo público', reconoce Guido Indij, autor de Sin palabras = Speechless. Gestiario argentino =  A dictionary of Argentine Gestures (La Marca, Buenos Aires, 2008).

'En el fondo, esa peineta es un retrato de sí mismo, de un Aznar megalómano', sintetiza Igor Ahedo, politólogo de la Universidad del País Vasco. 'Revela lo que ya señala Naomi Klein en La doctrina del shock, cómo el neoliberalismo se impone aprovechando el desastre, la guerra, la crisis económica. Convierte sus negocios (algo privado) en cosa pública, y lo público (la discusión de ideas) lo resuelve como los macarras. Concibe la política como revancha, como un ring de boxeo, como imposición y no como diálogo', agrega.

Javier Lorenzo, politólogo de la Carlos III de Madrid, comparte que la imagen de Aznar en Oviedo, 'casa con la que proyecta desde que dejó el palacio de la Moncloa en 2004: autoritaria'. Es 'coherente con el mensaje que lanza a su partido constantemente, de fortaleza, de 'yo soy el líder', de 'yo hago lo que me apetece', de que es intocable', relata Guillermo Fouce, psicólogo social de la misma universidad madrileña.

Más allá de la anécdota puntual, están las consecuencias. Los expertos se dividen. Para unos, no pasará de un calentón que alimentarán unos días los medios. Para otros, no. A Francisco Aix, sociólogo de la Pablo de Olavide de Sevilla, la estampa de Aznar le remite a otra de Nicolas Sarkozy en 2005. El hoy presidente francés era entonces ministro del Interior, y avivó aún más la revuelta en la calle al llamar racaille (chusma, gentuza, canalla) a los jóvenes de las banlieues (los suburbios).

'Este tipo de actitudes soberbias reflexiona Aix cataliza más la crispación. Daña la imagen del país y, dentro, ayuda a desprestigiar a los políticos, los aleja de la ciudadanía'. Los dirigentes, como indica Ahedo, deben 'encauzar las pasiones de la sociedad', estar a la altura siempre. 'A nadie le gusta que le abucheen, y le ha sucedido a Felipe González, a José Luis Rodríguez Zapatero o a Josep Piqué, pero a un político le va en el sueldo, se le pide control emocional', sentencia Serrano.

El PP puede ser una víctima colateral. Aznar, queriendo o no, desbarata la imagen de moderación que persigue Mariano Rajoy, según Lorenzo: 'Es dífícil disociar PP y Aznar. No arruinará el trabajo de la dirección actual, pero sí lo erosiona'. El daño no es mayor, alegan algunos especialistas, porque 'el electorado de derechas es más benévolo', mientras que los votantes de izquierdas 'son más exigentes, exquisitos e intransigentes con sus líderes', sostiene Aix. Ahedo o Andueza aducen, en cambio, que no es una cuestión de ideologías, de izquierdas o de derechas, sino de personalidad, de carácter del dirigente.

¿Aznar se ha berlusconizado? Tampoco hay unanimidad. Ahedo juzga que ambos defienden 'la trivialización de la política, como si fuera algo banal, que se puede prostituir y tirar a la basura'. Fouce encuentra similitudes en el 'cuidado de la imagen, su forma de hablar ex cátedra, su emborrachamiento de poder'. Lorenzo, en cambio, no los equipara. 'Silvio Berlusconi busca controlar, amasar todo el poder'. Serrano constata más diferencias: 'Aznar es chulesco; Berlusconi, más refinado, más galán, utiliza el lenguaje de la seducción'.

'Falta de tacto político y mediático', diagnostica Andueza. Coinciden los expertos. Y es que el error de Aznar está proscrito en todas las biblias de la política.

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