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Un turista en Gomorra

El australiano Kenneth Cook, gran clásico de culto de la literatura de los sesenta, llega a España por partida doble

CARLOS PRIETO

A todo el mundo le ha pasado alguna vez. Uno sale desganado a beberse una copa. Al rato anuncia que se vuelve a casa, pero alguien le convence in extremis para que se tome la última. Entonces se activa un mecanismo infernal que acaba 48 horas después: cuando despiertas en un lugar extraño, desnudo y con la peor resaca de tu vida... ¿Les suena? Pues ahora sólo tienen que multiplicarlo por mil para hacerse una remota idea de lo que le ocurre a John Grant en Pánico al amanecer.

Kenneth Cook (1929- 1987) publicó Pánico al amanecer en 1961, aunque Seix Barral edite ahora por primera vez en España una novela que goza del extraño estatus de best seller de culto. Leyenda que ayudó a cimentar su versión cinematográfica, Despertar en el infierno, de TedKotcheff, 'la mejor y más aterra-dora historia que existe sobre Australia', según Nick Cave.

Plasmó una visión entre cómica y terrorífica de la Australia profunda

Pánico al amanecer es una fábula de terror, aunque el descenso a los infiernos de su protagonista, un joven profesor de escuela de Sidney obligado a ejercer en un 'desolador' pueblo minero de la Australia profunda, provoque carcajadas de horror cómico. Resumiendo: la noche antes de regresar a Sidney al final del curso escolar, Grant decide salir a tomarse un trago de despedida. Pero, tras una serie de desafortunados incidentes nocturnos, se gasta todo su dinero. Absolutamente todo.

Lo que en cualquier otra historia supondría el momento más bajo de su protagonista, en Pánico al amanecer es sólo el principio de un hundimiento personal de dimensiones bíblicas. Cualquier intento por conseguir dinero para escapar de allí, acaba irremediablemente en una borrachera épica. Grant, hombre sin carácter, al que le avergüenza decir que no, es incapaz de resistirse a la hospitalidad alcoholizada de unos lugareños convencidos de que la única cura posible contra la resaca es beber hasta desplomarse, en un vía crucis etílico que parece no tener fin: 'Sí, estaba casi seguro de que era martes, pero no se atrevía a preguntar', se cuenta sobre un confuso Grant a mitad de la novela.

Tras sobrevivir a un monstruoso fin de semana rematado con una apocalíptica caza nocturna de canguros, Grant vaga por el pueblo a primera hora de la mañana con un aspecto infrahumano: blandiendo un rifle, con la ropa ensangrentada y la mirada enloquecida. Parece haber tocado fondo. Hasta que un policía le para en mitad de la calle y le da dos consejos definitivos para enderezar el rumbo de una vez. 1) 'Mira John, no puedes ir así por la calle, cargando un rifle'. 2) 'Necesitas beber un poco para recuperarte. Vamos'. Al pub, claro. 'La cerveza llegó. Surgió el enfrentamiento: la sed por un lado, la náusea por el otro. Pero se impuso la sed (...) No había ningún placer en ello, era simple y pura supervivencia'.

'La cerveza fría a menudo es el único indicio de vida civilizada'

Tras medio siglo sin noticias de Cook, coinciden dos novelas en las librerías. El koala asesino. Relatos humorísticos de la Australia profunda (Sajalín Editores) es un texto desternillante en el que Cook lidia con las criaturas rurales más monstruosas de su país. Parte de su gracia radica en que está basado en hechos reales. 'Tengo por costumbre vagar por el campo recopilando historias que luego incorporo a mis novelas. De forma casi invariable, uno tiene que cambiar radicalmente las situaciones de las que es testigo, por el simple hecho de que son increíbles. Sin embargo, de vez en cuando uno se encuentra con una situación real que no puede cambiar porque su valor reside precisamente en su extravagancia, pero eso resulta tan extravagante que no cabe esperar razonablemente que nadie se la crea', razona Cook.

En efecto, el lector asiste estupefacto a los encontronazos de Cook con mininos embrutecidos del desierto ('he visto a ese gato dar caza a un viejo canguro, cogerlo por el cuello, derribarlo y arrancarle la garganta... es un extraño carnívoro mutante producido por algún giro catastrófico en la evolución australiana'); elefantes estreñidos ('creo que puedo decir sin temor a equivocarme que soy el único escritor australiano que jamás le haya dado un enema a un elefante'), y hombres que duermen la mona abrazados a serpientes letales.

Cook aporta en El koala... claves para entender el imaginario de pesadilla de Pánico al amanecer. 'En cualquier parte de Australia situada al oeste del Bogan, puedes estafar a un hombre, darte a la fuga con su mujer, seducir a su hija, corromper a sus hijos e incluso robarle el perro y todavía cabe la posibilidad de que te perdone, pero como te niegues a beber con él serás un paria irredento para siempre jamás'.

También analiza su tendencia a meterse en fregados absurdos en los pubs: 'La mayor fuente de problemas de mi vida es que no paro de encontrarme con gente amigable en bares. No sólo estimulan mi tendencia natural al alcoholismo, sino que me meten en toda clase de líos en los que prefería no meterme'. Para colmo, admite que entre sus 'muchos defectos' está ser 'incapaz' de 'distinguir a los locos de atar de las personas cuerdas' a primera vista: 'Puede que sea porque se trata de una distinción sutil, o a lo mejor es que yo soy ligeramente retrasado'.

Confesiones que provocan que uno no pueda dejar de pensar que Cook y Grant son la misma persona. ¡El horror! ¡El horror!

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