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"Todavía no sabemos si Fukushima va a ser peor que Chernóbil"

Wolfgang Weiss, jefe del Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación Atómica, dirige el primer estudio sobre el impacto del accidente de Japón

MANUEL ANSEDE

El físico alemán Wolfgang Weiss coge un bolígrafo azul y un pequeño cuaderno y dibuja media galleta. Es la zona de exclusión de Fukushima, un territorio fantasma del que han huido a la carrera 90.000 personas. Sobre la inmensa galleta, Weiss traza con parsimonia la silueta de un bate de béisbol, que va más allá del semicírculo como una aguja gigante que asomara en un pequeño reloj. Es la huella en el suelo del penacho de contaminación radiactiva que supuró la central desde que fue arrasada por un tsunami el 11 de marzo. La mancha de partículas supera los límites de la zona de exclusión de 20 kilómetros de radio y se adentra en la isla hacia el noroeste, en una región en la que, según denuncia el físico alemán, viven 7.000 personas. 'La zona de exclusión está mal diseñada', se lamenta.

El presidente del Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR) casi puede oler la radiación. Nació en el pequeño pueblo de Oftersheim el 9 de agosto de 1946, 'justo un año después de la bomba nuclear en Nagasaki', y ya en 1975 estaba rastreando en el océano elementos radiactivos liberados en los ensayos atómicos de EEUU y la URSS. Tras el accidente, en 1986, en el reactor soviético de Chernóbil, Weiss creó el sistema de vigilancia radiológica alemán. Ahora, como presidente del UNSCEAR, se enfrenta a su tarea más titánica: dirigir el primer informe oficial sobre los efectos de la radiación liberada en Fukushima. Sentado en un cómodo sofá del Palacio de la Magdalena de Santander, donde ha participado en un curso sobre protección radiológica organizado por el Consejo de Seguridad Nuclear, Weiss reconoce que 'es muy fácil opinar desde casa sobre la actuación de las autoridades japonesas', desbordadas por un tsunami que mató a más de 15.000 personas y se llevó pueblos enteros alrededor de Fukushima.

Su informe sobre los efectos del accidente nuclear, el primero que se hace, estará listo en mayo de 2013. ¿No es muy tarde?

Hasta ahora, en Fukushima sólo han hecho las mediciones necesarias para tomar decisiones. A estas mediciones yo las llamo rápidas y sucias. No necesitan saber si son representativas o si presentan incertidumbres. Pero, para la ciencia, esto no es suficiente. Debemos entender qué está pasando. Las autoridades empezaron la semana pasada a monitorizar a la población. Tienen un pequeño conjunto de individuos, una cohorte prototipo. Pero se evacuó a 90.000 personas en una noche y se distribuyeron por todo el país. No sabemos si tomaron yodo o si comieron vegetales por el camino. Nadie lo sabe y es difícil ahora reconstruir cada vida para entender dónde vive este o aquel niño. Pero sólo si sabemos esto podremos decir si hay riesgo o no.

¿Cuánto costarán estos estudios?

A nosotros, nada. No tenemos presupuesto. Los institutos de otros países trabajarán gratis. Si tuviésemos que buscar fondos, necesitaríamos un año. En el sistema de Naciones Unidas, buscar presupuesto adicional requiere un año.

Hay miembros de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la OMS que lamentan la falta de dinero para estudiar los efectos de la radiación sobre la salud.

Nosotros tenemos un acuerdo con el Gobierno japonés. Estos estudios de cohortes, que son prototipos, cuestan dinero. Pero son pruebas que los japoneses tienen que hacer de todos modos. Nosotros coordinamos y ellos las implementan. Esto cuesta dinero, pero lo ponen los japoneses. Además, hay una red mundial de 60 estaciones de medición de radiación de la Comisión Preparatoria para la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBTO) y tenemos todos los datos. Todas las estaciones juntas cuestan 5.000 millones de dólares. Normalmente, estas estaciones sirven para verificar que nadie está haciendo ensayos secretos con armas nucleares.

Hace tan sólo una semana estos datos eran secretos.

Lo eran, pero ya no. Llevo más de un mes negociando con el jefe de la CTBTO.

Pero los datos no son públicos para cualquier ciudadano.

En Alemania, como miembros del sistema de verificación, decidimos hacer públicos estos datos a diario.

Pero, en otros países, estos datos de radiación siguen siendo secretos.

Es muy heterogéneo, sí. En otros países, estos centros de datos son manejados por militares. No le dan los datos a nadie. En Alemania, lo dirige una organización civil gubernamental. Y el Gobierno decidió que era un asunto de interés público. Yo ya avisé hace dos años a la CTBTO de que debían prepararse para publicar sus datos. Y ahora ocurre.

¿Tiene toda la información que necesita del Gobierno japonés?

No. Incluso los colegas de Japón se topan con datos que no sabían ni que existían. Sólo ahora empiezan a organizarse. Durante los primeros meses, sólo pudieron tomar decisiones y llevarlas a cabo. Por un lado está Tepco [la compañía eléctrica propietaria de la central nuclear], por otro, organizaciones del Gobierno, de la prefectura de Fukushima, instituciones de investigación, universidades... Y todos ellos tomando muestras. Hace tres semanas, les pedí que establecieran un centro común de datos, pero esto puede tardar un año.

¿Es un problema burocrático o secretismo?

Burocrático. Tenemos un acuerdo para que nos suministren todos los datos.

¿Espera encontrar efectos sobre la salud en Fukushima?

No.

¿En absoluto? ¿Ni siquiera en niños?

Haré varias puntualizaciones. No sabemos la dosis que han recibido los trabajadores de la central más expuestos. El informe de Tepco habla de 250 milisieverts, pero no tenían suficientes dosímetros para medir la radiación. Hubo grupos de más de diez trabajadores enviados a un área grande y sólo uno tenía un dosímetro. Además, la inhalación [de partículas radiactivas] está infravalorada porque no había medidores de cuerpo entero. Hasta la fecha, no han visto niveles suficientemente altos como para tener síntomas de radiación, se necesitarían varios cientos de milisieverts. El problema es que han empezado con cien personas. Con este grupo tan pequeño, y estas dosis tan mínimas, es imposible detectar un incremento significativo de enfermedades. El 50% de esta gente sufrirá un cáncer. 25 morirán, como en cualquier otro grupo de personas. Como es un conjunto tan pequeño, podrán ser 24 o 26. Estadísticamente es imposible detectar si Fukushima tiene algo que ver en estas variaciones.

¿Y los trabajadores?

Claro. Por el contrario, tenemos casi 8.000 trabajadores, pero no conocemos la dosis de radiación que han recibido. Además, hay otros factores de riesgo. Por ejemplo, el tsunami arrasó medio país, hay mucha contaminación química. En el caso de los niños, se ha hecho muy bien. Midieron las dosis en tiroides en mil niños después de una semana y ninguno de ellos superó la dosis por encima de la cual habría que seguir haciendo pruebas [ver apoyo]. Desde el punto de vista de la reacción ante la emergencia, es todo lo que necesitaban hacer las autoridades. Para la ciencia, necesitamos saber cuánta dosis recibieron. Afortunadamente, los 90.000 evacuados se perdieron el primer penacho de partículas radiactivas. Eso es bueno, porque la inhalación de partículas fue mínima al principio. Lo que no sabemos es si comieron vegetales o leche contaminados. Esa fase empieza ahora: hay que entrevistar a la gente para saber dónde estuvieron y cuándo y elaborar modelos de concentración de partículas en el aire. Sin embargo, todas estas personas evacuadas se encontraban a decenas de kilómetros del reactor, así que sufrieron una dosis un orden de magnitud por debajo de la que recibieron los trabajadores. Si no vemos nada en los 8.000 trabajadores, es muy difícil que veamos algo en los 90.000 evacuados.

¿Cuándo volverán los evacuados a sus casas?

La columna de contaminación radiactiva va más allá de la zona de exclusión de 20 kilómetros. No hay necesidad de mantener a la gente fuera de sus casas en muchas partes de esta zona de exclusión, pero el problema es que los reactores son muy inestables. Nadie puede saber si habrá otra liberación grave de partículas mañana. Los reactores tienen escapes de agua al Pacífico, lo cual no es un problema porque es un océano enorme. El único problema es el pescado, pero se mide su radiación antes de venderlo. Pero no está claro si habrá otra explosión de hidrógeno en cualquier momento. En marzo, sólo hubo un día en el que el viento sopló tierra adentro y provocó ese penacho de contaminación, un punto caliente en el que ahora viven 7.000 personas.

Parece un grave error al planificar la zona de exclusión.

Y, desde un punto de vista radiológico, lo es. Pero si evacúas a gente, necesitas meterla en alguna parte. Y ya tenemos 90.000 personas en diferentes partes, con problemas para abastecerlas de alimentos y agua. Añadir a estas 90.000 otras 10.000 no es un asunto trivial. Los alrededores de la central están destrozados, no hay nada. Las refinerías de petróleo están arrasadas. Es muy fácil decir lo que nosotros dijimos desde nuestro centro de crisis tres o cuatro días después del accidente: hay que evacuar a estagente. Pero esto lo puedes decir cuando estás en tu casa delante de tu ordenador. No es tan simple. Cuando vimos las explosiones en la televisión, empezamos nuestros cálculos. Tomamos los datos del viento e identificamos la dirección de la pluma radiactiva. En Japón, tardaron dos semanas en hacer lo mismo, porque no tenían los sistemas. Entonces les dije: ahora tenéis que hacer mediciones. Pero no tenían ni personas ni instalaciones. Ahora estamos en julio, el viento está cambiando. Vuelve a soplar tierra adentro. Si hay otra gran liberación de partículas radiactivas, la situación puede cambiar de manera dramática. Por eso las autoridades tienen tanta cautela a la hora de permitir el regreso de parte de los evacuados.

Su colega de la Comisión Malcolm Crick ha dicho que Fukushima es 'un Chernóbil a cámara lenta'. ¿Opina lo mismo?

A mí me preguntaron por el alcance dos semanas después del accidente. Dije que, desde el punto de vista del impacto sobre la población y el medio ambiente, Fukushima se situaría entre los accidentes de Three Mile Island y Chernóbil. Esto fue hace tres meses. En este tiempo se ha liberado mucha agua, nadie sabe cuánta ni con qué grado de contaminación. Es a cámara lenta, en el sentido de que Chernóbil se había acabado prácticamente a los diez días. En Fukushima llevamos cuatro meses y estaremos felices si se acaba a final de año, porque puede durar aún más. Como no entienden qué está ocurriendo dentro de la central, es muy difícil decirle a la gente que puede regresar.

¿Fukushima puede ser peor que Chernóbil?

Todavía no lo sabemos. Chernóbil era un reactor. Aquí tenemos cuatro y un almacén de residuos. El inventario de lo que hay aquí es mucho peor. La pregunta es: ¿se está liberando radiación de una manera que afecte a las personas en Japón? Si supone un coste para el océano, es terrible, pero ya está. Pero, en cambio, si esto ocurre tierra adentro, hay personas viviendo allí.

Las autoridades japonesas han confirmado que los niños de la prefectura de Fukushima no han recibido dosis preocupantes de radiación.

El estudio, dirigido por la Comisión de Seguridad Nuclear de Japón, se centró en la medida de la exposición a la radiación de la glándula tiroides en 1.080 niños, de edades comprendidas entre los pocos meses y los 15 años, y se llevó a cabo entre el 26 y el 30 de marzo.

Pese a que los resultados muestran que el 45% de los niños examinados sufrió exposición a la radiación, las cantidades medidas en la mayoría de ellos eran inferiores a los 0,04 microsieverts por hora, con un caso máximo de 0,1 microsieverts. Aún así, según el Gobierno japonés, los valores medidos se encuentran lejos de los 0,2 microsieverts que la Comisión de Seguridad Nuclear estableció como límite, a partir del cual se requerirían exámenes más específicos. 

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