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La universidad de Oviedo esconde un David que quiere vencer a Golliat

En el austero departamento de bioquímica de la Universidad asturiana, el proyecto de Carlos López Otín, un científico tentado por los centros más prestigiosos del mundo, ha logrado una financiación europea de 2,5 millones de euros frente a 2.400 propuestas procedentes de todo el planeta.

Fotografía de la Universidad de Oviedo. / UO

alfredo varona

El día en el que José Luis Capitán, un hombre que acababa de perder la movilidad en los brazos, acudió a su despacho en la Universidad de Oviedo se quedó impresionado. La mesa de Carlos López Otín (Sabiñanigo, 1958) estaba invadida de papeles hasta el punto de que no quedaba espacio ni para colocar un bolígrafo. Pero así es la vida de esta eminencia internacional de la ciencia desde hace 30 años cuando llegó a Asturias y a esa universidad, en las antípodas de las más prestigiosas del mundo y que, sin embargo, ha sido capaz de conquistarle a él, Carlos López Otín, que cada día busca algo desconocido en la tierra que nos permita vencer al cáncer, retrasar la vejez, reconocer nuestro genoma para que aceptemos nuestro destino sin perder la dignidad o poner nombre a enfermedades raras como esa de José Luis Capitán, que por ahora escapa de los dominios de la medicina.

Sin embargo, en su búsqueda figura Carlos López Otin en ese departamento de bioquímica, anexo a la humilde Facultad de Medicina de Oviedo, donde este año ha sucedido algo prodigioso que casi hasta da vértigo contar. Un innovador proyecto suyo para frenar los efectos del envejecimiento ha sido premiado por parte del Consejo Europeo de Investigación con un 'ERC Advanced Grant', el más prestigioso programa europeo de apoyo a la vanguardia, que significa una financiación de 2.5 millones de euros. Pero lo más sobresaliente es que enfrente había 2.400 propuestas procedentes de las más prestigiosas universidades del planeta y que, sin embargo, sucumbieron frente al insaciable afán de curiosidad de Carlos Lopez Otín, ése hombre que defiende que "de los jovenes becarios es de los que más se aprende" o que "no se trata de vivir más, sino de vivir mejor".

"La vida es un reto para la imaginación y la fantasía". 
Carlos López Otín

Así que, a partir de ahora, todo cambiará para este científico que, según los articulistas, tiene cara de Premio Nobel y que es 'vox populi' que ha sido tentado por las universidades más prestigiosas del mundo, algunas de las cuáles lo nombraron doctor 'honoris causa'. Pero él quizás sea un alegato al romanticismo o una prueba de que la austeridad no siempre es una derrota. De hecho, fue la austeridad la que le llevó a optar a esa convocatoria europea "en un momento en el que la situación ya era muy débil para el sostenimiento de nuestro laboratorio". El trabajo fue brutal, "cada línea de este proyecto estaba pensada mil veces", pero, en realidad, ése es el precio de la ciencia donde no hay nibguna verdad que aparezca de golpe. Al contrario. Se trata de una lucha sin cuartel que no se acaba nunca en eos laboratorios como el de Carlos López Otín, que explica algo más que una forma de ser. "La ciencia revela la belleza del mundo", sostiene él, encargado de viajar al interior de las células y hasta de retarlas para descubrir lo que por ahora, afortunadamente, está por descubrir. "La vida es un reto para la imaginación y la fantasía".

Por eso, para López Otín, la ciencia es inseparable de las humanidades y hasta le parece un error lo que sucede en los institutos, donde se insta a los jóvenes a elegir entre ciencias y letras. Y la prueba de que él no es así está en su lenguaje donde, de repente, aparece la poesía de Garcilaso, Cernuda y hasta de Ángel González. Y no sólo eso sino que también es capaz de recitar poemas de memoria que, efectivamente, explican a un hombre imposible de clasificar de una sola vez. Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Oviedo, explica que tiene motivos para pronosticar el futuro en el que "los humanos tendremos los ojos más grandes, menos memoria y los dedos más estilizados para adaptarse a los teclados".

En su lenguaje aparece la poesía de Garcilaso o Cernuda y recita poemas de memoria

No se sabe entonces dónde estará él, Carlos López Otín, que, por encima de todo, es un hombre distinto que, a estas alturas de la vida, ni siquiera tiene teléfono móvil. Pero es otra de sus diferencias con el mundo de hoy en el que él no diferencia ni los domingos para estudiar ("son días como cualquier otro") y defiende orgulloso que, por encima de todos los premios con los que le han reconocido en el mundo, no hay ninguno como el que le han hecho en su pueblo, Sabiñanigo, donde han dado su nombre a una escuela. El resultado, en realidad, de su lucha con las células, con las probetas o con la genética que no se saben sí le han acercado a la sabiduría pero sí le han acercado a descubrir que "la inmortalidad es mentira"; que "siempre habrá enfermedades" o que, por ejemplo, "el cáncer es un naufragio molecular y de ahí que no se pueda curar con un zumo de limón o con una charla".

Aun así tampoco se engaña, porque la ciencia no vive de engaños. "Nos falta la última palabra", reconoce abiertamente siendo como es uno de los precursores de esa cosa llamada futuro. "Hace 60 años no sabíamos qué era un gen". Hoy, Carlos López Otín no sólo lo sabe, sino que también comparte lo que sabe como sucedió en aquella charla que dio en aquel congreso europeo en Barcelona sobre el genoma humano, ante 3.000 invitados, a los que lamentablemente no les quedó tiempo para hacer preguntas. Ante la imposibilidad, Otín ofreció su email a esos cientos de personas que lo seguían encandilados de la misma forma que ha ofrecido su ayuda a José Luis Capitán, ese hombre anónimo al que se le han paralizado los brazos, para poner de una vez por todas nombre a su enfermedad. Pero todo eso lleva tiempo, porque la ciencia es así: una aventura que nos traslada al infinito y que, como su propio nombre indica, no tiene final.

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