El desconcierto

Lecciones neoliberales de González y Villarejo

¿Qué diferencia existe entre fundar un Banco o atracarlo?, se preguntaba irónicamente Bertolt Brecht. Interrogante vigente hoy tras conocerse las escuchas telefónicas del comisario Villarejo por encargo del BBVA. Desde que el diario Público revelara, ya en mayo, el contrato del citado banco con la empresa Cenyt, propiedad del chantajista, no habían aparecido nuevos datos sustanciales hasta estos días. La última entrega son las supuestas conversaciones, en 2005, de Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno, y Miguel Sebastián, entonces alto cargo de la Moncloa, con el jefe de Estudios del Banco Santander, Ignacio Rupérez, en la que se le transmite un mensaje tranquilizador para Emilio Botín.

Sin conocerse toda la historia oculta del BBVA en el siglo XXI, es imposible captar la importancia de este penúltimo capítulo del chantaje que está siendo hoy objeto el Estado desde los servicios internos del propio Estado. El presidente Aznar barrió a la familia Ibarra, fundadora del banco, mediante un informe policial que incluía a la entidad bancaria en una lista de supuestos cotizantes del llamado impuesto revolucionario de ETA. Una vez barrido, apareció como nuevo presidente del BBVA un amigo de Aznar, Pancho González. Dicho de otro modo, el banco se convierte en una pieza más de ese capitalismo de amiguetes con el que el PP intentaba sustituir a la beautiful people de Boyer, Solchaga, Solbes y Salgado.

Tras el fracaso del caudillo de las Azores, con Zapatero ya en la Moncloa, Francisco González observa que alguien intenta levantarle la presidencia del BBVA. Con la ayuda, por supuesto, de destacados dirigentes del PSOE, que tratan de desmontar así la captura del banco por parte del PP. Es entonces cuando entra en escena el policía patriótico Villarejo, con el encargo expreso de vigilar a ese inquietante compañero de viaje del presidente Zapatero que se llama Luis Rivero, entonces presidente de Sacyr. Dicho y pronto hecho. Con la acreditada profesionalidad que le caracteriza, unas quince mil conversaciones telefónicas son intervenidas para poder garantizar que ningún otro aventurero repita la pasada aventura del secuestro de un banco y la destitución de un banquero, en este caso Pancho González.

Después, el Tribunal Supremo cambia las leyes procesales para que el  presidente del Banco Santander, Emilio Botín, no tenga que sentarse en el banquillo de los acusados, creando el precedente de la así llamada doctrina Botín. Más adelante, la mencionada entidad bancaria condona una muy importante deuda bancaria, más de veinte millones de euros, al PSOE. La libre competencia de los dos bancos termina en empate. Francisco González siguió en el BBVA, de hecho acaba de jubilarse con una pensión cercana a los 80 millones de euros; a Emilio Botín no se le procesa, y el Gobierno consigue neutralizar al BBVA y consolidarse en el Santander.

Pero la historia continúa. El siguiente capítulo, la venganza del chantajista Villarejo. Lo cierto es que, en este momento, a más de cuatro mil personas, cuyos teléfonos han sido intervenidos por el comisario, no les llega la camisa al cuello. No solo por infidelidades y otros vicios ocultos, sino también y, sobre todo, por la llamada libre competencia. Es justamente el BBVA quien ahora se beneficia de la venta de un millón doscientos mil metros cuadrados de suelo público, muy por debajo del precio establecido por el mercado, en un contrato secreto suscrito junto con el ministerio de Fomento, el gobierno de la Comunidad de Madrid y el ayuntamiento de la capital. ¿Quién les puede garantizar a  banqueros, políticos y periodistas, partícipes de la corrupta Operación Chamartín, que Villarejo no vaya a ponerles en la picota con sus escuchas?

Lecciones neoliberales que, hasta el momento, no encuentran un contrapunto jurídico con las necesarias lecciones de un Estado de Derecho. La Fiscalía guarda silencio, mientras Villarejo afirma hoy contar con un programa informático con el significativo título Control de Togas sobre el mundo judicial. Como aperitivo, publicaba en otoño pasado sus propias conversaciones con la ministra Dolores Delgado. Desde que el asimismo policía José Amedo se llevara por delante el gobierno de Felipe González, después de que la actual jefa del CNI cortara el pago convenido por su silencio sobre el GAL, nunca como hoy otro policía, Villarejo, ha tenido tan en jaque al Estado y alardea con darle el jaque mate si no es puesto ya en libertad. No es nada personal, como diría el también neoliberal Rato, es el mercado. Es la libre competencia.

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