Un paso al frente

"Cuando tienes un accidente, el ejército te trata como a un perro"

La frase que define a la perfección lo que sucede en el mundo militar la ha pronunciado el exmilitar Francisco Fontao, el último soldado en huelga de hambre: "Cuando tienes un accidente, el ejército te trata como a un perro". Lo cuenta Carlos del Castillo hoy en Público. Se trata del segundo militar en huelga de hambre en dos meses y me consta que hay más con intenciones de seguir su camino, entre otras cosas, porque han sido expulsados más de cuatro mil militares con expedientes psicofísicos en los últimos años. Muchos de ellos engañados o atemorizados por sus mandos.

Hasta ahora, los soldados han sido tratados como reclutas, "como perros", desde que se suprimió el servicio militar, sobre todo, porque no se ha querido asumir el coste, no solo económico, que suponía profesionalizar el mundo militar. Derechos, deberes, sindicatos o libertad de expresión sonaron casi a comunismo a oídos de una cúpula militar franquista que a principios del siglo XXI estaba compuesta por los mismos que habían sido cachorros durante el 23-F. Así pues, se optó por un sistema que aparentase profesionalidad, pero que mantuviera en esencia a los soldados como reclutas. Es lo que podemos denominar soldados-reclutas. Un ejemplo de la figura del soldado-recluta sería la incongruencia de no poseer un arma asignada. A diferencia de los guardias civiles o los policías que sí las poseen. La cuestión, claro está, va mucho más allá, ya que los soldados reciben menores retribuciones y gozan de menos derechos o libertades que un guardia civil o un policía y, a diferencia de estos, sus contratos son temporales y en raras ocasiones se cubren las contingencias, sean profesionales o no (el sistema se encarga de ello).

Este parche, muy propio de la inepta cúpula militar de los últimos ochenta años, se encuentra cercano al colapso. De momento, son dos los militares que se han puesto en huelga de hambre, pero teniendo en cuenta que fueron expulsados más de cuatro mil y que muchos de ellos se encuentran desesperados al no poder encontrar trabajo debido a las discapacidades con las que fueron abandonados, lo lógico sería pensar que estamos en el comienzo de un problema del que la mayoría de los ciudadanos ni siquiera era consciente.

La segunda conclusión que se puede extraer de la noticia de Carlos del Castillo nos lleva a un callejón sin salida que no por ignorarlo va a desaparecer: la corrupción. Corrupción generalizada. El soldado Fontao afirma: "Lo que querían era que no destapara el sistema y las irregularidades que existen. Que no se descubriera que posiblemente el conductor no estaba en condiciones de conducir el vehículo. Que posiblemente no había descansado las horas necesarias. Que la velocidad era inadecuada. Que posiblemente el vehículo no hubiera pasado sus revisiones". Es decir, más de lo que ya tuvimos con el Yak-42. Más de lo mismo.

Los más de cuatro mil militares expulsados con expedientes psicofísicos no merecen nuestro abandono y la corrupción existente en el mundo militar nos cuesta demasiado dinero como para seguir abandonándola. La factura es demasiado alta como para que la ciudadanía siga ignorando o considerando información de segunda lo que acontece en el ejército, sobe todo, porque la pagamos todos.

 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra, portavoz de OATM y autor de dos novelas (Un paso al frente en 2014 y Código rojo en 2015).

Mi principal fuente de ingresos en la actualidad es la venta de ejemplares de la novela Código rojo y las presentaciones que realizo con ella. ¡CONSÍGUELA AQUÍ FIRMADA Y DEDICADA!. "Código rojo no deja títere con cabeza. Se arriesga, proclamando la verdad a los cuatro vientos, haciendo que prevalezca, por una vez, algo tan denostado hoy en día como la libertad de expresión" ("A golpe de letra" por Sergio Sancor).

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