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Isabel Coixet: "La energía femenina se siente"

La cineasta cambia melancolía por vitalidad y empeño en 'Aprendiendo a conducir', película inspirada en un artículo de la escritora feminista Katha Pollitt, montada por la legendaria Thelma Schoonmaker y escrita por Sarah Kernochan

La directora catalana Isabel Coixet.- EFE

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- Isabel Coixet se ha rodeado de “energía femenina” en esta película, Aprendiendo a conducir, adaptación de un relato de la escritora feminista Katha Pollitt, con la que su universo habitualmente melancólico se ha alterado radicalmente. Con un guion de Sarah Kernochan y el montaje de la legendaria Thelma Schoonmaker –cómplice de Martin Scorsese-, la película es una decidida apuesta por la dignidad y la independencia de la mujer. Patricia Clarkson y Ben Kingsley, con los que ya trabajó en Elegy, son los protagonistas de esta comedia dramática. “la energía femenina se siente”, afirma la cineasta.

Wendy, una crítica literaria de prestigio, está en plena crisis emocional. Su marido la ha abandonado después de veinte años y ella siente que el mundo cede bajo sus pies. Por azar conoce a Darwan Singh Tur, un taxista y profesor de autoescuela, un sij riguroso con las tradiciones, con quien comienza a dar clases para aprender a conducir. Esas clases son el primer paso de su envite por la libertad y por la independencia.

Coixet, que vivió un proceso parecido al del personaje, presenta ahora esta película, espera el estreno de Nadie quiere la noche, con Rinko Kikuchi, Juliette Binoche y Gabriel Byrne, y prepara el rodaje en octubre de La librería, adaptación al cine de la novela de Penelope Fitzgerald, que hará con Emily Morter en el papel principal. Además, tiene entre manos un proyecto magnífico, una película documental con y sobre el gran maestro de la crítica John Berger, With Berger, “a quien me ha costado quince años convencer”. También será la cineasta que firme la película española de The Word in a Day, una producción de Ridley Scott. “Hay varios países. La gente manda algo de su vida un día concreto y ese es el material que se emplea. En Italia lo hizo Tornatore y me impresionó mucho, porque consiguió una radiografía de un país, con lo bueno, lo malo, lo duro… Ahora se hará en España, un día de octubre”.


Usted leyó el artículo de Katha Pollitt en The New Yorker hace ocho años, ¿por qué ha tardado tanto en hacer la película?
Nadie quiere producir una película con una mujer de 50 ¡y que piensa! Parece que hacer una película así es raro. Si además, el marido no la abandona por alguien más joven sino por otra escritora como ella, ¡es rarísimo! De hecho, desde que leí el relato, hace años, hasta que he podido hacer la película, uno de los problemas más graves era precisamente ese. Todos los productores me preguntaban si la mujer no podía tener veinte años menos. Y, no, o lo hacía así o no lo hacía.

Por lo visto, esta historia tiene cierto vínculo con su propia experiencia…
Sí. Cuando leí el relato yo estaba en esa misma situación, me habían plantado y no sabía conducir. Ese texto me animó a aprender a conducir. Ahora conduzco, fatal, pero conduzco. Me ayudó mucho a relativizar y a darme cuenta de que no se acaba el mundo.

De hecho, hay una escena en la película justamente para decir eso, ¿no?
Sí. Me encanta ese momento de la película. Él le cuenta su pasado a ella, preso político en India, y ahora es taxista. Se produce un cambio en ella. Se da cuenta de que hay cosas mucho peores. Me enamora esa manera de decir, sin dramas, sin rencor…

Es una forma y un tono que no tienen mucho que ver con su universo cinematográfico y eso que la historia le tocaba en lo personal.
Porque necesita reproducir el tono del relato, tierno, cercano, sabio, y quería mantener el espíritu de Katha Pollit en la película. Estuvo en el rodaje y fue muy inspirador hablar con ella. Acaba de publicar un libro sobre el aborto muy interesante.

Katha Pollitt, Thelma Schoonmaker, Sarah Kernochan… ¿ha sentido la energía femenina?
Por supuesto. La energía femenina se siente. De todos modos, una de las cosas que me gustan del cine es que se juntan al mismo tiempo muchos factores diferentes. Aquí he trabajado con Thelma Schoonmaker, que es un mito, pero también con Manel Ruiz, que ha hecho su primera dirección de fotografía. Le conozco desde que tenía quince años y poder darle la oportunidad ha sido fantástico.

Aprendiendo a conducir muestra un personaje femenino no muy presente en el cine, ¿es importante cambiar los modelos?
Es importante, mucho, sí. No tiene nada que ver, y sin embargo…, el año pasado vi una película que me tocó mucho, Party Girl. Pensé que eso sí era la libertad. Una mujer que sabe lo que la espera y sabe que quiere seguir por ahí. Una mujer que decide. Y hay otra, Llueve sobre mi corazón, de Francis Ford Coppola. Son películas que necesitamos. Además, el amor no es como nos lo cuentan en casi todas las películas, todo no acaba con un amor para siempre. Es también muy importante decir que no.

Aprovecha la historia de esta mujer para mostrar un Nueva York con personas de muy diferentes culturas y religiones… y el coprotagonista es un sij.
En Nueva York cada día alguien los insultan, aunque es verdad también que es gente con un punto zen grande. Es una comunidad curiosa, de la que yo no sabía nada. Pero trabajar con ellos fue muy fácil. Yo no soy nada religiosa, no tengo una idea romántica de las religiones, aunque sí la tengo del mundo, y sé que los sijs son un grupo que tiene fama de violento, pero también sé que han sido reprimidos por los gobiernos de India. Hubo un momento en que hubo una oleada brutal de sijs hacia América.

Le sale la parte denuncia que más muestra en el cine documental. Lo último ha sido Hablando de Rose, sobre Rose Lokissim, asesinada en Chad en 1986. ¿Por qué la hizo?
Ese mediometraje se hizo porque el 20 de julio se va a juzgar al dictador de El Chad Hissène Habré. La película es un recordatorio. Hay que gente que vive con las cicatrices en ese país y que está esperando que le juzguen. Me impresionó la historia de esa mujer y me pareció una oportunidad hacer esta película. Hay que hablar… y aquí no se habla nada de la Guerra Civil… Esta es la primera vez que en África se va a juzgar a un dictador africano, es una cosa muy importante. África es un continente muy castigado, pero este juicio es un paso de gigante. Human Rights Watch me animó a hacerlo. El cine era una herramienta que podía servir a las víctimas.

Antes hizo la película sobre Baltasar Garzón…
Cuando hice esa película no le conocía de nada, pero ese acoso y derribo que había con él me horrorizaba. Así que quise hacer el documental para escucharle yo y para que se le escuchara. Toda la trama que ayudó a destapar Garzón se ha demostrado que existía y que aquellos eran unos delincuentes. Y él ahora no es juez. Yo actúo por impulsos, ¿qué puedo hacer para cambiar las cosas absurdas que veo? Los documentales tienen un interés puntual, responden a casos concretos. Yo pongo mi cámara al servicio de la gente que quiere contar.

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