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El retrato de un asesino adolescente que encumbró a un dramaturgo desconocido

El director de escena belga Fabrice Murgia presenta este jueves en los Teatros del Canal 'La tristeza de los ogros', una traslación a España de su ópera prima en la que aborda el fin de la inocencia a través de la atrocidad televisada.

Un momento de 'La tristeza de los ogros', de Fabrice Murgia.- FESTIVAL TEMPORADA ALTA

Ocurrió el 20 de noviembre de 2006. Bastian Bosse, un joven de 18 años, regresó a su instituto en Emsdetten (Alemania) con la mandíbula cuadrada y provisto de una escopeta con la que disparó a cinco de sus compañeros antes de suicidarse. Apenas unos meses antes, Natascha Kampusch, una joven austriaca de la quinta de Bosse, escapaba del secuestrador que la mantuvo en un sótano durante una década. El horror —recordarán— fue poco menos que televisado. La telerrealidad era por aquel entonces el germen de un bicho que no dejaría de crecer y que terminaría por colapsar a toda una generación.

Bastian y Natascha simbolizaron la brutalidad de la que somos capaces, pero también y al mismo tiempo el diagnóstico de una sociedad enferma y desesperanzada. Ambos personajes sirvieron al joven Fabrice Murgia (Verviers, Bélgica, 1983) para vertebrar la que sería su ópera prima, Le chagrin des ogres (La aflicción de los ogros), un montaje basado en hechos reales que creó para el festival de Lièges en 2009 sin apenas presupuesto.

Aquella obra le consagró por toda Europa, la crítica le encumbró como una de las voces más importantes en la dramaturgia contemporánea, una voz capaz de tomarle el pulso a todo un dolor generacional. Pero el origen, como explica el propio Murgia, es mucho más mundano: “Tenía apenas 20 años y acababa de tener un hijo, seguía dedicándome a la interpretación y no dejaba de preguntarme si era un adolescente viejo o un adulto joven”.

En esa tierra de nadie Fabrice creó este espectáculo que ha girado por medio mundo y que ahora, por primera vez, llega a España no como una mera adaptación, sino como una traslación del original. “Nuestro objetivo era captar el imaginario concreto de este país, apelar a una generación concreta”, explica el autor. Así, hitos de nuestra historia reciente como el caso de las niñas de Alcacer aparecen en La aflicción de los ogros como un claro intento de trasladar la obra a nuestra realidad en varios niveles: “Abordamos el drama y la atrocidad que vivieron estas niñas, pero también el hecho de que se convirtiera en un espectáculo televisivo”.

Huele a espíritu adolescente

Murgia se considera un híbrido entre actor, periodista y antropólogo. Sus trabajos parten de lo real para ahondar en lo onírico. Casos reales que devienen reflexiones sobre esa primera muerte que dejamos atrás; la del adolescente que deja de serlo y se da de bruce con un mundo que no le encaja. “Para mí, partir de historias reales es algo importante, porque la base documental permite ir hacia lo onírico y, a su vez, establece un vínculo con lo real”, explica el director.

En ese sentido, ¿qué puede haber más real que el diario de un asesino adolescente? “Pude descargar el blog de Bastian apenas unas horas antes de que la policía tumbara la página, de ahí saqué el monólogo del personaje masculino”. Periodismo sobre las tablas como catalizador de algo que va más allá, que busca entrar en la psique del criminal pero que, al mismo tiempo, indaga en sus pesadillas y anhelos cotidianos. “¿Dónde está esa energía adolescente?, ¿qué queda en el adulto de esa energía?, ésas son para mí las preguntas clave”, apunta Murgia.

Preguntas que, por cierto, ni el autor ni su obra se preocupan en responder: “Yo hago un teatro que plantea preguntas, no que dé respuestas, se hace teatro para sembrar la discordia

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