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La poética del estallido

El Círculo de Bellas Artes de Madrid presenta ‘El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución’, un proyecto que reflexiona en torno a la idea de ‘conflicto’ y sus derivadas históricas, políticas y culturales.

'El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución'.- CBA

El conflicto nunca cesa. Nos acompaña desde el origen del origen y cabe pensar —no es descartable— que sea inherente al ser humano. Mal que le pese a los devotos de la concordia con sus margaritas y sus soporíferos cumbayás, la historia de la civilización es, también, la historia de esa tensión por transformar el mundo y cambiar la vida. “¡Nos creímos tan fuertes que quisimos ser mansos!”, anotaba Rimbaud a pie de barricada en plena euforia comunera. No es para menos, la revolución hermana al personal convirtiendo vidas de prestado en trozos diminutos de Historia con mayúscula. A un siglo de la Revolución Rusa y a medio de la performance sesentayochista, los ecos de lo que pudo ser reverberan y su música, no me negarán, suena tristemente bella.

La historia de la civilización es, también, la historia de esa tensión por transformar el mundo

Pues bien, en El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución, proyecto comandado por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el protagonista es un viejo conocido: el conflicto, y se presenta con el ímpetu de un río que atraviesa la Historia y remoza todo cuanto encuentra a su alcance. “Una reflexión —reza el díptico expositivo— crítica y sosegada, alejada del ruido falaz diario, de la lectura fugaz o de la idea peregrina, en torno al término conflicto y todo lo que le rodea”. Y en ese todo lo que le rodea caben instantes épicos, capaces de condensar un tiempo que ya no es y devolverlo optimizado para la emoción. Una exposición que, por cierto, gira en torno a una película documental conformada por 22 episodios con guionistas contrastados de la talla de Leonardo da Vinci, Sófocles, Jean Starobinski, Che Guevara, Tomás Moro, Simone de Beauvoir o Platón, entre otros muchos.

Errejón: "La izquierda ha tendido a hacerse emocional e intelectualmente dependiente de los momentos de flujo"

En palabras de Iñigo Errejón, estamos ante “una reflexión estética muy cuidada, y por momentos sobrecogedora, sobre ese caudal subterráneo que recorre la historia: la rebelión de las masas”. Un caudal de instantes cuyos relizadores —Óscar Vincentelli y Elisa Celda— han sabido dotar de emoción a través de un fino trabajo de selección y composición de imágenes de archivo. Y en ese fluir hecho de pasado, dos vetas; la certeza de que entre pleamar y bajamar se urde la Historia, y el potencial lírico que contiene la insurrección. En ese sentido, para el diputado de Podemos las intermitentes crecidas se interpretan de forma dispar dependiendo de la mirada política: “La izquierda ha tendido a hacerse emocional e intelectualmente dependiente de los momentos de flujo, de subida de la marea, que cree que nunca se acabarán. La derecha, ante cada reflujo, cree que ya se puede dar por concluida la historia”.

Sea como fuere, lo cierto es que El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución, pese a contener material sensible, huye de afinidades políticas o ideológicas para centrarse en ese instante en el que todo salta por los aires; la poética del estallido. Como si de un sismógrafo se tratara, esta obra le toma el pulso a la sacudida husmeando entre legajos en movimiento, a sabiendas de que, una vez metidos en harina, solo cabe enamorarse de la tormenta —como dijo en su día Pasternak— y convertir lo accidental en conquistas perdurables. “Necesitamos una estética y una reflexión que dé cuenta de este movimiento pendular de las mareas”, apunta Errejón.

“En España y Europa se viven momentos de tensión. ¿Serán estos conflictos sociales, económicos y políticos que estamos viviendo el preludio de algo más?”, se preguntan los organizadores de la exposición en las notas que presentan el proyecto. Es obvio que desconocemos si nuestro presente es el preludio de una inminente algarabía revolucionaria. Sí sabemos, por contra, que la melodía de la agitación seguirá sonando allá donde se la requiera, y que es una cadencia irrenunciable, entre otras razones porque apela a la libertad y nos reconcilia con el otro.

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