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Netflix Jessica Jones se enfrenta a lo que viene después de matar en su segunda temporada

Netflix estrena este jueves la segunda temporada de ‘Jessica Jones’. En ella se profundiza en el personaje metiéndose de lleno en otros temas tan complicados de abordar como los abusos en la industria del cine, el derecho a una muerte digna y cómo afrontar el haber matado a alguien con sus propias manos.

Este jueves regresa a Netflix 'Jessica Jones' con su segunda temporada.

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No es casualidad que Jessica Jones se estrene un jueves y no un viernes como suele ocurrir con las series de Netflix. Que sea hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una señal inequívoca para quienes desconfían del género de que es mucho más que una serie de superhéroes. Su creadora y showrunner, Melissa Rosenberg, quien se ha pronunciado en varias ocasiones sobre la desigualdad existente en Hollywood, anunció hace unos meses que los 13 capítulos de la nueva temporada estarían dirigidos por mujeres.

Un hecho más que sumar a esa búsqueda de la equidad que promueve una producción que traspasa el género en el que se la enmarca y que apuesta por las historias alejadas de los estereotipos atreviéndose con temas que otros dramas ni siquiera se plantean esbozar. Esos en los que se mete de lleno en su segunda temporada. Jessica Jones es un personaje que se presta a ello, a la complejidad. Dañada, deprimida, furiosa y complicada, es una mujer que tiene poderes, sí, pero su historia va más allá. Disponer de una fuerza sobrehumana y una potencia de salto abrumadora no la definen.

La primera temporada acababa con ella, Jessica (Krysten Ritter), sentada en su despacho, la cámara alejándose por el pasillo y su voz en off resonando en los oídos del espectador tras una reflexión que se ha convertido en el puntal que sostiene una segunda temporada que se estrena hoy y que arranca con cinco episodios -a los que ha dado acceso Netflix a los medios antes del estreno- que sobresalen. “Quizá baste con que el mundo me considere una heroína. Quizá, si me esfuerzo lo suficiente, hasta pueda engañarme a mí misma”.

Da igual lo que se esfuerce, ella se ve como una asesina que debe lidiar con el hecho de haber quitado una vida. No importa que su víctima fuese un tipo retorcido culpable de crímenes horribles. Lo importante es el hecho en sí, el haberle partido el cuello con sus propias manos. Es algo que ya se apuntaba al final de la segunda temporada de Daredevil pero que se veía más desde la perspectiva de santurrón y creyente de Matt Murdock (Matthew Cox). Dos adjetivos que no se le pueden colgar a su compañera en The Defenders.

La segunda temporada de esta inusual heroína de Marvel gira en torno a la culpa, a la soledad de quien no puede superar haber sobrepasado el límite y que, como siempre hace, recurre al alcohol, al sexo ocasional con desconocidos y al gesto torcido para alejar unos fantasmas que son parte de su idiosincrasia. Jessica Jones no es una superheroína porque no quiere serlo. Su único anhelo es intentar mitigar el dolor que la acompaña desde ese accidente de coche del que se culpa en el que falleció su familia. Debió morir con ellos. Eso cree y eso lleva deseando 17 años. Se castiga sumergiéndose en whisky y alejando a todo aquel que intentar romper la coraza de dureza simulada con la que se autoprotege. La fortaleza de Jessica Jones es solo física. Por dentro está más destrozada de lo que es capaz de reconocer. Con su hoja de vida, no es para menos.

Jessica Jones.

Huérfana en plena adolescencia y manipulada por un ser como Kilgrave (David Tennant) que la manejó a su antojo convirtiéndola en amante forzosa y asesina inconsciente, su dramática biografía no ha hecho más que alimentar ese temperamento huraño que se gasta. Muchos ven en ella a una superheroína que salvó a la ciudad de Nueva York de un monstruo como Kilgrave. Ella solo ve, solo se siente, como una asesina. Esta vez (salvo aparición más allá del quinto capítulo), no existe un villano tan perturbador y sólido como el de la primera entrega que tan buenas críticas le generó en su día. Quizá se eche en falta en los primeros episodios, pero acaba por olvidarse su ausencia. Su apuesta más por el género de investigación, con una Jessica Jones al frente de Alias más hosca que nunca, funciona. Mientras intenta pasar página se mete de lleno en su propio caso, averiguar quién experimentó con ella y la convirtió en algo que ni siquiera ella misma sabe qué es. Sus poderes la persiguen. Quiera o no quiera, son parte de ella.

Tres mujeres atrapadas en su propia encrucijada

Esta segunda temporada enfatiza, aún más, los personajes femeninos dividiéndose en tres líneas argumentales que convergen y se entrelazan continuamente. A un lado, Jessica Jones y sus demonios con una Krysten Ritter que le tiene tomada la medida a su alter ego en la pantalla aportando esa fragilidad en apariencia que mitiga con un vocabulario que ninguna abuela aprobaría y atuendo seco, duro y ausente de color. Al otro, Trish Walker (Rachael Taylor), mejor y única amiga de la primera. En esta nueva etapa cobra más protagonismo para tratar temas como el abuso y acoso en el mundo del espectáculo, la lucha por llegar a ser alguien sin necesidad de ir colgada del brazo de un hombre y romper con una relación tóxica con una madre capaz de todo por convertir a su hija en lo que ella hubiese querido ser. En medio de ellas dos, Jeri Hogarth (Carrie-Anne Moss), a la que un contratiempo en su historial médico le hace replantearse el sentido de su existencia y cómo quiere acabarla.

Tres mujeres solitarias que han tenido que sacrificar mucho para llegar donde están y que se encuentran ante una encrucijada en la que sus elecciones o abusos del pasado están más presentes que nunca. Se puede hablar de feminismo y de reivindicaciones, pero lo que es Jessica Jones es una serie con personajes femeninos muy complejos, imperfectos y tremendamente humanos. En realidad, en esta producción de Netflix/Marvel lo de menos son los poderes que puedan tener ella o algunos de los personajes que pivotan a su alrededor. Lo importante de la serie creada por Melissa Rosenberg basándose en el personaje de Brian Michael Bendis es todo lo que plantea bajo esa careta de serie de género superheróico o de detectives, como se prefiera. Todo eso con lo que se atreve.

Los personajes de Jessica Jones son infelices y viven frustrados. También ellos, que complementan las historias de ellas. Especialmente el desenganchado Malcolm Ducasse (Eka Darville), vecino de Jessica y socio en Alias Investigación. Interesante resulta la aportación de dos novedades en el reparto. Por un lado, Óscar, el conserje del edificio con hijo que ayudará a sacar un lado más humano, que no dulce, de Jessica y al que da vida J.R. Ramírez. Por otro, Griffin Sinclair (Hal Ozsan), el nuevo novio de Trish y periodista de éxito llegado para contribuir a comprender un poco más la idiosincrasia de esta antigua estrella infantil ahora locutora de radio de éxito. En el lado de los ‘malos’, una misteriosa mujer resultante de los mismos experimentos a los que sometieron a Jessica Jones interpretada por Janet McTeer y un enigmático doctor del que apenas se sabe nada en el primer tercio de la temporada. Se prevé, es inevitable, que ambos cobren protagonismo de ahí en adelante.

Jessica Jones.

En cuanto a su propuesta formal, se mantiene en los términos marcados por la primera. Una paleta de color oscura particular, una Nueva York que brilla sola y una puesta en escena con planos para enmarcar. Hay encuadres que parecen una viñeta, con la cámara el lugares poco habituales que demuestran lo cuidado de una serie en la que importa lo que se cuenta y cómo se cuenta. Una trama que no decae en base a una historia de investigación al uso (no es malo) y una investigación que avanza dos pasos y retrocede uno para desesperación de sus protagonistas. Así son las historias de detectives.

Puede que el ritmo a veces sea pausado, pero sirve para profundizar en los personajes, comprenderles mejor y odiarles y/o quererles más según el caso. Está por ver hacia dónde conduce la subtrama de rivalidad entre agencias de detectives y si el enfrentamiento entre Jessica y su competidor por clientes va a algún lado o se queda en aderezo. Con cinco capítulos, lo que está claro es que Jessica Jones es la de siempre, la que todo el mundo quiere ver, y que se atreve con todo, como personaje y como serie. Por qué hay fotos de la segunda temporada con Kilgrave seguía siendo un misterio a la altura del capítulo cinco. Quedan ocho más para desvelarlo.

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