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José Sacristán "Lo jodido del conflicto catalán es que la otra cara de la moneda sean tres ministros cantando 'El novio de la muerte'"

El actor protagoniza la obra 'Muñeca de porcelana', una radiografía del poder en la sombra. “La derecha recortó y recortó mientras la izquierda puso el cazo y miró para otro lado”, denuncia en esta entrevista

El actor José Sacristán, en el Teatro Bellas Artes de Madrid. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: JAIRO VARGAS

Entra al teatro por la salida de emergencia. Le alcanzamos por poco, antes de que cierre. "¡Pepe!". Se da la vuelta. "Hemos quedado a las seis, ¿no?", pregunta. Hemos llegado diez minutos antes y él se ha adelantado aún más. El camerino del Teatro Bellas Artes de Madrid le parece cojonudo a José Sacristán (Chinchón, 1937). "Está genial, es grande y hasta huele bien; he estado en muchos peores", asegura. En la calle hace una jornada de frío y viento y él tiene enchufado a todo trapo un pequeño calefactor. El actor, histórico militante de izquierda, descerraja contra PSOE y Podemos en cuestión de segundos: “La derecha recortó y recortó mientras la izquierda puso el cazo y miró para otro lado”. Durante la entrevista se toca y coloca y recoloca contínuamente una esclava de metal que lleva en la muñeca derecha. Se la regaló David Mamet, autor de la obra que representa hasta el 27 de mayo: Muñeca de porcelana, una radiografía del poder en la sombre en la que interpreta a un capo sin escrúpulos. Uno mas. El escritor estadounidense quedó prendado por su actuación, mucho más aplaudida que la de Al Pacino en Nueva York.

-Usa más el móvil en la obra de lo que seguramente lo habrá usado en toda su vida.

No tengo móvil porque lo tiene mi mujer. Eso de Instagram y Facebook no sé qué es. Ojo, no soy idiota. Sé que disfruto de las ventajas de esta cosa porque mi mujer es la que maneja estas cuestiones. La verdad es que no tengo ningún interés, y, cuando lo necesito, siempre hay alguien que me presta uno y me saca del apuro.

-Definió hace un tiempo el texto de David Mamet como una colonoscopia al poder.

Sí. Lo fino hubiera sido decir una radiografía, pero creo Mamet utiliza más el procedimiento de dar por culo. Él es provocador en casi todas sus obras; me parece un testigo de su tiempo muy lúcido, un cronista riguroso y con su punto de mala leche. Lo que más me gusta de él es que no pontifica. El tipo que yo represento es un miserable, un hijo de puta, pero, desde la impunidad del que representa el poder económico, el político y, como consecuencia, el poder moral, este hombre deja con el culo al aire a mucho biempensante.

-El argumento no puede ser más actual. Hace tiempo que la mirada de la sociedad está puesta en quiénes mueven los hilos tras los políticos.

Sí, y también Mamet amplía el objetivo y pregunta: “¿Y quién ha puesto a estos ahí? ¿Quién los sostiene? ¿Quién los vuelve a aplaudir, a jalear y a votar?”. Estos tipos no están ahí porque hayan venido con una ametralladora a decir: “Soy yo el que manda y se ha acabado”. No, los ponemos nosotros. En qué punto el de a pie no es responsable, por acción u omisión, de que estos sujetos estén ahí campando. Y lo estamos viendo en este país. Muchos de los jubilados que han salido manifestándose van a volver a votar al PP.

-Pero lo que el ciudadano de a pie no sabe es quién o quiénes realmente mueven los hilos.

"¿Qué le ha pasado a la izquierda? ¿Qué nos ha pasado? Mirándose el ombligo y ahora me ponen a parir; me llaman facha y de todo"

¡Cómo que no! Detrás está la pela, eso ya se sabe. En esta función hay una frase que dice este cabrón que es la hostia: “Cuando venzas, deja que el contrario mantenga su autoestima”. ¿Cómo se consigue? Con una demostración de fuerza tal que el otro diga: “No me humillan; es que es la única opción posible”. La demostración de fuerza del capital en estos momentos es tan insolente… Entre otras cosas porque es difícil que la izquierda lo haga peor; en lugar de estar vigilando y con el depósito de la moral saneado, ha sido todo lo contrario. Han estado poniendo el cazo y mirando para otro lado todo el rato. Y, cuando te quieres dar cuenta, ves cómo está ahora la correlación de fuerzas. ¿Cómo reviertes esto ahora? Porque es que es algo tan insolente que se ha aceptado. Lo han aceptado la izquierda y los sindicatos. Recortan y recortan y recortan y recortan.

Ahí están ahora los pensionistas y las mujeres adelantándose, como el 15M. Pero desde el 15M veo, que es lo que a mí como gente de la izquierda me interesa, las derivas mesiánicas y me pone de muy mala leche. A ver, que quién soy yo, cargo con la parte de responsabilidad que me toca como ciudadano. Pero veo de muy difícil situación el punto en el que se está ahora, con el señor Trump por allí, el señor Putin por el otro lado, la derecha creciendo de manera estrepitosa en Europa, mira lo que sucede también en Latinoamérica… ¿Qué le ha pasado a la izquierda? ¿Qué nos ha pasado? Mirándose el ombligo y ahora me ponen a parir. Me llaman facha y de todo. ¡Y me toca los cojones, claro! [hace un gesto de que le da igual].

Y el conflicto catalán… lo jodido es que la otra cara de la moneda sean tres ministros cantando El novio de la muerte. ¡Es que joder qué país! Por un lado estos chapuceros que proclaman repúblicas como el que anuncia las fiestas de San Isidro. Es que por respeto a la palabra república, ¡me cago en Dios! Aunque sólo sea por eso, tenéis que saber que una cosa así no se hace de esta manera. Pero claro, si la contrapartida es lo de los ministros… dónde coño vamos.

El actor José Sacristán, en el Teatro Bellas Artes de Madrid. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: JAIRO VARGAS

-¿La nueva izquierda ha actuado de la misma forma que el PSOE?

Algo ha hecho para cambiar las cosas, qué duda cabe. Aunque sólo sea poner en cuestión y sacar los colores. Por eso yo puse la voz en una campaña y he votado y demás. Pero esto no impide que crea que Pablo [Iglesias] se ha equivocado, por deformación profesional. Ha asumido un tipo de personaje del que menos mal que ya se ha descabalgado. También me da la impresión de que algunas cosas que hacen son de carácter folclórico y que han entrado en algunas campañas dialécticas bastante pobres, como lo de las “portavozas”. En este mismo teatro, en el año sesenta y tres, mi admiradísimo Rodero hacía Calígula y yo estaba aquí haciendo un papelito. Y decía: “La necedad es homicida, la necedad mata”. Necedades de este tipo hacen mucho más daño que otras cosas, hay que vigilarlas.

-Siempre se le critica más a la izquierda por este tipo de cosas.

“Pablo Iglesias se equivocó, entró en una deriva mesiánica”

¡Pero claro! ¡Si es que tiene que ser así, joder! Es que si la izquierda pierde el sentido crítico, que lo ha perdido, mira dónde estamos. Joder, la corriente de la historia siempre corre a favor de la puta derecha. Lo tienen todo: el orden, la paz, el cuartelillo, a Dios… Si la izquierda no es crítica consigo mismo, si no espabila, ¡¿entonces qué coño es?! [da un golpe sobre la mesa] ¿Qué coño hace un sindicalista o uno de IU trincando en Bankia? El daño es irreparable.

-¿Con la deriva mesiánica se refería a Pablo Iglesias?

Sí, claro. Es que en ocasiones Pablo tenía la puta impaciencia del mal aprendiz. Debo decir que cuando escucho a Íñigo [Errejón] me tranquilizo bastante; es una variante con la que me siento más cercano.

-Terele Pávez decía el año pasado en una entrevista con Público sobre Podemos: “Me siento decepcionada con ellos. Están repitiendo los vicios de los viejos partidos”.

Yo no llegaría a decir tanto. Pero la metedura de pata de Pablo con lo del sorpasso y aquello de repartirse los Ministerios para una nueva izquierda no es una necedad, es mortal de necesidad. Con todo, ahí seguimos. Hay que decir que la derecha se va a agotar, digo yo, porque el Rajoy este… Pero con una izquierda así… a mí lo que más me jode es que siempre hay una metedura de pata, una cagada.

-Ahora las encuestas vuelven a dar a Ciudadanos como el más votado.

La nueva derecha tiene lo suyo también. Pero, oye, ¿y dónde está este muchacho, el del PSOE? ¿Alguien sabe dónde está este muchacho? El Partido Socialista Obrero Español, ¿dónde está? Yo, personalmente, no tengo ni puta idea.

-¿Cree que es recuperable el PSOE para la causa de la izquierda?

[Medita la respuesta unos segundos] Es que tiene que serlo, joder. ¡Por cojones! Y ahí hay un tipo, Gabilondo, que me encanta. Y también me gusta mucho Ábalos.

-Si tuviera veinte años menos y estuviera al frente de un partido de izquierda, ¿cómo trataría de cambiar las cosas?

"Si la izquierda no es crítica consigo mismo, si no espabila, ¡¿entonces qué coño es?! ¿Qué coño hace un sindicalista o uno de IU trincando en Bankia?"

Yo he sido compañero de viaje del Partido Comunista; me entregó el carnet Santiago [Carrillo] en mi casa de Chinchón. Y reconozco mi incapacidad absoluta para asumir cualquier responsabilidad política dentro de una disciplina de militancia. Creo que, como primera medida, la izquierda no debe de gastar demasiada pólvora en mensajes y demás. Tampoco descuidar ni banalizar la fuerza del enemigo. Yo no sé si es posible, dentro del sistema capitalista en el que estamos, enfrentar y revertir esta situación, si no es desde una acción traumática, como una revolución.

-¿En España hace falta una revolución obrera ahora?

Pero, ¿quién quiere que haya una revolución? Eso es lo más importante. Los votos en las anteriores elecciones no se traducen en un intento de revolución, de decir “hasta aquí hemos llegado”. No soy partidario de violencia de ningún tipo y tengo serias dudas de que, en estos momentos, los que manejan el timón del posible cambio de rumbo, o sea la izquierda, acertaran con el norte a seguir.

-Comentaba antes que le han llamado de todo por sus últimas declaraciones y críticas a la izquierda y al independentismo. Entre otras cosas, “facha”. ¿Se generaliza hoy demasiado el uso de esta palabra para criticar?

Sí, sí. Creo que es una falta de argumentos. Una manera de descalificar… Yo no soy partidario de poner fuera de la ley a dos millones de catalanes que quieren proclamar la república. El problema es que cuando esa república se proclama de esa manera, a mí no me interesa lo más mínimo. Hace falta echarle cojones para llamar renegado a Juan Marsé, o a Serrat, o a Sabina, o a Eduardo Mendoza. Y es la puta bandera, sea la que sea. Y, en el fondo, la razón está desplazada por esta cosa visceral.

¿Y dónde está Podemos ahí? A mí me da por culo dónde está Podemos ahí. Entiendo que hay muchos votos, pero, ¿cómo coño te vas a poner al lado de este personal? Estos tipos no son presos políticos de ninguna manera; son una gente que lleva a unas consecuencias determinadas unos actos sabiendo que hay unas reglas de juego -que hay que cambiar, ¡nos ha jodido!-. Mi padre ha estado en la cárcel y he conocido a Marcos Ana, a Santiago Carrillo, a Ignacio Gallego, a Marcelino Camacho. Y Sabían lo que era militar en la clandestinidad con Franco. ¡Me llaman franquista! ¡La más puta idea tienen!

Otra cosa miserable por parte de gente de Podemos es la puesta en cuestión de la Transición. Que se traicionó o que había miedo. Mira, en la España de aquel tiempo la relación de fuerzas era la que era. No digo que se hiciera todo bien, pero se hizo lo que se pudo, hostias. Para no darse otro baño de sangre estéril, se hizo lo que se pudo porque el que tenía el garrote era el que tenía el garrote; y lo seguía teniendo. Así que un poco de respeto.

El actor José Sacristán, en el Teatro Bellas Artes de Madrid. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: JAIRO VARGAS

-Cuántos Mickey Ross como el que hace en la obra habrá en España que no conozcamos.

No muchos, no te creas. Porque la insolencia y la desfachatez de este tipo casi como que le redime de su condición de ser perverso y siniestro. Pero, claro, es un personaje de ficción muy bien construido y armado. Creo que los que hay en España son más cutres.

-Recuerda mucho por las aristas del personaje, no tanto por su posición de poder, a Crematorio.

Ah sí, sí, sí. Lo único es que aquí este tío le compra un avión a su novia, o sea que la escala es formidable. A mí también me recuerda; es una serie cojonuda y Pepe [Sancho] esta soberbio.

-Últimamente hace mucho de malo con poder o sin poder. A Muñeca de porcelana podríamos añadir Magical Girl, El muerto y ser feliz y varias más.

Joder, el de Toro era un hijo de la gran puta. El de Magical Girl era más bien un pobre hombre.

-¿Son igual de éticamente reprobables los actos de un malo perdedor, sin recursos, que los del malo poderoso?

"Mi padre ha estado en la cárcel y he conocido a Marcos Ana y a Carrillo, que sabían lo que era militar en la clandestinidad con Franco. ¡Me llaman franquista! ¡La más puta idea tienen!"

No, hombre. Habrá malos sin poder que sean muy malos; como éste que ha atropellado a su mujer o el que mata a los niños. Son malos sin poder e hijos de la gran puta, como los que violan. El que tiene poder declarará guerras; tiene detrás a millones de personas, por lo que su poder se lo da la gente. El hijo de la gran puta de Trump tiene a millones de personas celebrando lo que hace. Los Presupuestos de Montoro tienen millones de personas detrás diciendo que son cojonudos. El que no tiene poder, está solo.

-¿Qué le resulta más difícil como actor de las dos posibilidades?

Depende del autor, de cómo esté construido el personaje. Puedes hacer Edipo o Macbeth y es un disfrute.

-Hay varias frases buenísimas en el texto de Mamet. Dígame con cuál está más de acuerdo: “Todos deseamos lo mismo: dinero”, “La política es nadar entre la mierda mientras buscas el dinero de otros” y “El mundo está lleno de gilipollas y muchos con derecho a voto”.

Esto está puesto en boca de este personaje y es lógico que piense así. Yo no pienso que la política sea eso, ni muchísimo menos. He conocido gente en la política, y sé que los hay, que son cojonudos. Lo de que el mundo está lleno de gilipollas y muchos con derecho a voto, está claro. Son gilipollas o son algo peor; no hay más que ver los resultados de algunas elecciones. Y lo del dinero, por supuesto que sí. Es que el dinero lo queremos todos, ¡claro!

-¿La idea de una república en España está ya superada?

Espero que no. Pero, por respeto a la república, y volvemos a lo de Catalunya, no banalicemos. Consideremos los pasos que hay que dar. Fíjate las experiencias que hemos tenido en España con la república; la dieron de hostias unos y otros.

-Por poco no vivió la última República en España. ¿Hubiera sido feliz en aquella época?

"Espero que la idea de una república en España no esté superada. Claro que si la organiza Puigdemont, conmigo que no cuente"

Hombre, por lo que he oído y leído, hubiese preferido que no se hubiera dado la guerra. Aunque en ese caso, y de no haberla ganado Franco, yo no sería actor, sino un labrador de ajos en Chinchón. Por lo que he leído, estaban La Barraca, Giner de los Ríos, Machado… Había unos cuantos en los que poder confiar. Entonces, esperemos que la idea de república no esté superada. Pero, claro, en manos de quién. Esperemos que Puigdemont no quiera organizar la república española, porque conmigo que no cuente.

-Su niñez fue en plena posguerra en la España profunda y franquista.

Tengo recuerdos encontrados. En Chinchón estuve hasta los seis años, cuando mi padre sale de la cárcel, lo destierran y vamos a Madrid, a una habitación con derecho a cocina. En el pueblo, mi abuela y mi tío me cuidan mientras mi madre va de cárcel en cárcel. Yo ya tengo noticia de que algo ha pasado en el pueblo y de que a mí me ha tocado estar del lado de los que han perdido. De pronto, los falangistas organizaban un registro. O mi abuela me decía que no pasara por delante de la casa de alguien. La llegada a Madrid fue el pavor de los ruidos, de los gasógenos, de las casas altas. Y el refugio que suponían el cine Padilla, el Velázquez y el Victoria, que lo acaban de cerrar, cuando la Nati [su madre] tenía los ochenta céntimos para poder entrar.

En mi casa no había un duro, así que me mandaban a colegios de curas, que eran gratuitos. Y mi padre se cagaba en Dios una media de doce veces por segundo. En medio de todo esto, hay un personaje que soy yo, el crío que fui, e incluso el adolescente que fui, al que le tengo bastante respeto porque dijo: “Es por ahí, me cago en la puta madre que parió, es por ahí lo de ser actor”. Todo lo que yo recuerdo de la figura de mi padre es que era el intocable ética y moralmente. Salió en libertad vigilada y tenía que presentarse cada semana en la comisaría. Mientras tanto, mi madre era ama de casa y luego estaba todo el entorno de gente del campo. Y en medio de todo eso, yo quería ser Tyrone Power.

-Su padre, El Venancio, agricultor, estuvo en la cárcel como preso político por rojo y de la UGT.

"Mi padre estuvo en la cárcel por rojo, mi madre era ama de casa y luego estaba todo el entorno de gente del campo. Y en medio de todo eso, yo quería ser Tyrone Power"

Primero fue de la UGT y luego, del Partido Comunista. Mi madre me llevó primero a un campo de concentración de Toledo y luego a Ocaña. Era un señor que me daba besos. Cuando sale, tengo seis años, y está en la Estación del Niño Jesús esperándonos llegar con las cestas y las gallinas. Era un hombre muy alto para su edad y de los que mejor araban el campo. En Madrid, éstabamos tres familias en un piso y dormíamos en la misma habitación mi padre, mi madre, mi hermana, mi abuela y yo. Y él era King Kong enjaulado, la imagen de la derrota y de la humillación. Pero siempre con una dignidad de la hostia.

Trabajaba doce horas en una fábrica; después iba a hacer de chico de los recados en una tienda de ultramarinos; le regalaban los sacos de las patatas, de los garbanzos y de las judías y los iba a vender a la plaza de toros de Las Ventas. La portera, que es la que nos había alquilado el piso, le ofreció a mi madre, como ayuda económica, que fregara las escaleras. Mi madre aceptó encantada y mi padre montó en cólera: dijo que mi madre no quitaba la mierda de nadie mientras a él le quedara un solo minuto. Es una lectura interesante a propósito ahora de los machismos, los feminismos y estas cuestiones. Porque mi padre, el pobrecito mío, era un machista como todos. El machismo era algo estructural de la época. ¡Era machista mi madre!

El actor José Sacristán, en el Teatro Bellas Artes de Madrid. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: JAIRO VARGAS

-A su padre no le hizo ninguna gracia que quisiera ser actor.

Lógicamente, lo mejor que podía hacer mi padre por mí era tratar de convencerme de que aquello era una gilipollez. Entonces, simplemente mostraba desprecio; no se oponía.

-La actuación le llamó desde Fu Manchú, cuando aún estaba en el pueblo. Luego quiso ser Tyrone Power.

Tyrone Power nunca; Ti-ro-ne Po-ver [remarca la pronunciación tal como suena en español, poniendo la tilde en “ver”]. Creo recordar que la primera película que vi en el cine de mi pueblo era de serie, no sé si de Fu Manchú exactamente.

-Y más tarde hubiera querido tener la carrera de James Stewart.

"Algunas películas del 'landismo' eran bastante malas y machistas, pero ni me avergüenzo ni reniego"

Hombre, es que me hubiera gustado haber podido hacer El bazar de las sorpresas, Anatomía de un asesinato, ¡Qué bello es vivir!, Horizontes lejanos, Winchester 73… ¡Uaahh! ¡Joder! Me he hecho un cine en mi casa y me lo paso pipa. Ahora no puedo porque, trabajando en el teatro, a la hacer cincuenta kilómetros cuando salgo se hacen muy duros.

-Trabajó en los sesenta como vendedor de libros del Círculo de Lectores.

Leí en el Ya que necesitaban personal para el Círculo de Lectores y vi muy claro que estaba muy bien. Apunté a toda la profesión, tenía unos títulos muy buenos. Y luego también estuve vendiendo libros prohibidos por el franquismo, que se vendían como churros. Tuve dos hijos y me venía bien para complementar el sueldo.

-Apareció en muchas comedias de los sesenta con Alfredo Landa y López Vázquez. ¿El palabro landismo es acertado?

Sí, sí, y a mucha honra. Algunas películas eran bastante malas, pero de todas ellas sobrevive el talento de mi amigo Alfredo, que era como mi hermano. Yo no voy a defender este tipo de cine entre cinéfilos, pero salto a la yugular de aquel que se meta con aquellos que confiaron en mí entonces, me dieron trabajo y me ayudaron a pagar el recibo de la luz. Y haciendo lo que era mi sueño: el crío de Chinchón se levantaba por la mañana para ir a rodar películas.

-Pero cuando se metía en estos proyectos o acudía a los rodajes, ¿era consciente de la dudosa calidad de alguno de ellos?

No me lo planteaba en absoluto, como no se lo planteaba mi amigo Fernando Fernán Gómez. ¿Yo era gilipollas? ¿Iba a poner problemas y decir que no hago películas si no vienen Dreyer o Visconti a contratarme? Pues no. Algunas películas son lo que son. Punto. Pero en ningún caso y en ningún momento yo he acudido a esos trabajos pensando que “ah, uhm” [hace gestos como de asco]. Para mí, Mariano Ozores es como de mi familia.

-¿Y cómo de acertados eran esos retratos de la España de la época?

Nada de acertados. Era un retrato convencional, casi siempre al servicio de la moral al uso. Eran comedietas con todos los tópicos de las banalidades. Algunas bastante bien hechas y otras no tanto. Eran películas de consumo del público habitual. Salvo en los setenta, cuando José Luis Dibildos empieza a montar la tercera vía, que ya es un cine un poco más crítico.

-Eran un poco machistas esas comedias.

Machistas totalmente, qué duda cabe. Hasta un poco tiernas, cuando empezó el destape. Pero ni me avergüenzo ni reniego. Les sigo estando inmensamente agradecido a todos los que confiaron en mí.

-Hay que ver como dio de sí después el título de Vente a Alemania, Pepe. Sirvió para definir la oleada de emigración obligada de españoles y jóvenes en los últimos tiempos de crisis.

Yo he hecho ahora Perdiendo el norte, que es como la continuación. Con la variante de que antes ibas con la maleta de cartón y ahora, con el ordenador. La sensación de derrota es ahora mayor que entonces. Entonces todo estaba por conseguir; ahora se viene de un momento de esplendor y ¡¿joder qué pasa?! Que hay que irse otra vez, ¡que hay que irse otra vez!

-¿Qué fue lo mejor que aprendió de Fernán Gómez, López Vázquez y Landa?

Fueron amigos míos y de los tres aprendí mucho porque eran genios, pero del que más, de Fernando.

-¿Y en qué curso de Fernán Gómez anda ahora?

Creo que en segundo.

-Hace no mucho, Luis Martínez le entrevistaba en El Mundo y, con aquel famoso titular de “la cal viva”, enfocaba acertadamente el asunto con José Sacristán somos todos.

No soy ni muy alto ni muy bajo, ni feo ni muy guapo, ni muy tonto ni muy listo. Soy el retrato del españolito medio, de la mesa camilla, en el que se ha visto representado mucha gente y me siento satisfecho y orgulloso de ello. Sé que puedo contar con la fidelidad de un número de personas que sigue mi trabajo y normalmente la relación que se establece conmigo es de cordialidad y de respeto. Incluso los que me llaman facha.

El actor José Sacristán, en el Teatro Bellas Artes de Madrid. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: JAIRO VARGAS

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