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Aniversario Camino a 'Guernica': la génesis de un icono

La exposición 'Piedad y terror en Picasso' del Reina Sofía analiza el proceso que impregnó de horror y muerte la obra y la mente del pintor malagueño. Una nueva lectura que elude el impacto de la Guerra Civil en su creación más simbólica.

Un visitante pasa frente al 'Guernica'.- EFE

Es un misterio. Lo que sucedió en la cabeza de Picasso desde que aceptó el encargo de la República hasta que pergeñó el cuadro que nos ocupa es todavía un enigma. Se sabe que estuvo unos meses viéndolas venir, lo más parecido a un bloqueo para un artista que pintaba como respiraba. Luego llegó la fiebre y en apenas un mes —entre mayo y junio del 37— el mural estaba finiquitado. El resto está ya debidamente detallado; trashumancias varias por medio mundo —enrollado como una alfombra, por cierto—, su llegada a España escoltado por sendas metralletas y un aparatoso cristal antibalas, y así hasta llegar a la desquiciante fetichización a espuertas de la icónica obra del malagueño.

La prehistoria del cuadro es lo que parece estar en disputa en esta nueva exposición Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica, que con motivo del 80 aniversario de su creación organiza el Museo Reina Sofía, institución que, por cierto, encuentra su razón de ser en esta obra capital. Comisariada por el matrimonio Timothy Clark y Anna Wagner, ofrece una lectura cuando menos aséptica de la génesis del cuadro. Una mirada que obvia el impacto que la Guerra Civil tuvo en un artista ya por aquel entonces consagrado y se centra en reflejar una suerte de “progresiva evolución formal” de Picasso. “El contexto político no está tan presente como se podía esperar, pero muchos ya han analizado este contexto y eso no va a desparecer, pero ese no era nuestro papel. Hemos preferido acercarnos a Picasso como persona”, explicaba el historiador Timothy Clark durante la rueda de prensa.

'Las tres bailarinas' (1925)

'Las tres bailarinas' (1925)

Una evolución que encuentra en Las tres bailarinas (1925) su particular punto de inflexión. “Es ahí donde empieza el terror en sus obras”, apunta Clark. Un terror que, según esta nueva lectura que propone el Reina Sofía, termina por desembocar en Guernica. “Antes de 1937, la obra de Picasso no tenía dirección, estaba perplejo por los acontecimientos y el terror, el miedo y la muerte se convierten en su tema”. La mueca sombría de unas bailarinas en un salón burgués evidencia la irrupción de la oscuridad y la deformidad en la pintura del malagueño. Si el cubismo representaba la proximidad y familiaridad, es en este cuadro donde, según apuntan los comisarios, se constata la influencia de un encarnizado siglo XX en la obra de Picasso.

“A veces, en la obra de Picasso, una brutalidad horripilante domina el espacio del cuadro”, reza una de las leyendas situadas en el espacio que preside el gran mural. La cita sorprende por su vaguedad, e invita a preguntar si esa “brutalidad horripilante” que recorre el cuadro tiene algo que ver con la masacre que perpetraron a pachas la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana en la localidad vasca de Gernika. En otras palabras; hasta qué punto el Guernica es fruto de una “evolución formal” o estamos frente a obra de una artista gravemente conmovido ante la iniquidad fascista.

Un cuadro sin hombres

“No hay hombres y esa es la razón por la que el cuadro ha atraído de forma poderosa al público en el siglo XX y ha comunicado tanto. Hizo una obra de sufrimiento de madres, niños y animales”, señaló la comisaria Anne M. Wagner eludiendo —no sabemos si voluntaria o involuntariamente— la figura del soldado que yace desmembrado en la parte inferior del cuadro. Sea como fuere, la sala Mater dolorosa, donde se recogen los bosquejos de un buen número de plañideras, muestra en palabras de la historiadora “la militarización del cuerpo de la mujer”, un proceso que Wagner entiende como una suerte de “rebeldía desesperada”.

"El Guernica no se restaurará"

Durante la presentación de la muestra, que se podrá visitar desde este martes y hasta el próximo 4 de septiembre, Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, ha querido zanjar las especulaciones sobre una hipotética restauración de un mural que entre 1937 y 1992 se trasladó casi 50 veces. "Solo estamos estudiando la posibilidad retirar el barniz que se le puso cuando llegó al Museo Reina Sofía en 1992, en ningún caso de restaurarlo", ha añadido.

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