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Día del Libro 2020 El espejismo del Sant Jordi de verano

Las librerías han trabajado, pero el ambiente de Sant Jordi no se ha esparcido por la capital catalana.

23/07/2020.- Aspecto de uno de los pocos puestos callejeros de venta de libros del centro de Barcelona este jueves, cuando Cataluña celebra una jornada atípica de Sant Jordi, en un 23 de julio que debía resarcir al sector del libro y de la flor de las pér
Aspecto de uno de los pocos puestos callejeros de venta de libros del centro de Barcelona este jueves. EFE/Marta Pérez

Lídia Penelo

De gente con rosas por la calle muy poca, al menos en Barcelona. Y esto que las floristerías ya hace días que enseñan rosas y hacen campaña. Si no fuera porque floristas y libreros se han esforzado para que este 23 de julio parezca San Jordi, Gurb o cualquier otro alienígena no lo habría adivinado paseando por la capital catalana. Y es que después de las recomendaciones del Govern de la Generalitat de quedarnos a casa- dictadas el pasado viernes- ya se veía a venir que la celebración del Sant Jordi de verano, las paradas en Passeig de Gràcia y las firmas con autores serían actividades muy complicadas de hacer. De hecho algunas editoriales y librerías se desmarcaron de la convocatoria apelando a la seguridad y aferrándose al desideratum de que cada día sea 23 de abril, como mínimo en el ecosistema del mundo del libro.

A cuartos de 12 de la mañana, la librería La Imposible de la calle Provença acogía un goteo constante de gente que se acercaba para hacer alguna compra. La parada que han montado en la calle intentaba simular la plenitud del día del libro y la rosa pero las flechas para indicar el perímetro de seguridad, el omnipresente gel hidroalcohólico y la pregunta recurrente de los lectores de si los libros se pueden tocar subrayaban el contexto. "Desde primera hora la gente nos está dando mucho apoyo. Nos dan las gracias por resistir y es muy emotivo", comenta Blanca, librera eventual de La Imposible, una librería que no puede tener un nombre más evocador y que nació el 2013 por iniciativa de tres libreros que se quedaron sin trabajo cuando la Catalonia cerró.

En pleno mediodía, cuando se ha llegado a los 30 grados, el ir y venir de lectores a la caza de libros ha aflojado. Pese a todo, los libreros han ido trabajando más que en los últimos días y estaban bastante satisfechos. No ha estado hasta las cinco y media que las colas para volver a entrar a las librerías se han reactivado. En la librería Laie han recibido mucha gente, y a la cola para entrar se veían lectores cargados con bolsas de otras librerías. "Teníamos ganas de Sant Jodi, hemos ido a la Calders, a librerías de segunda mano y ahora esperamos entrar en la Laie. Da un poco de apuro esto de tocar los libros pero teníamos muchas ganas", comenta Alba.

"Ha sido una alegría ver tanta gente"

Delante de la Laie, por la nueva librería Ona ha circulado tanta gente como lo permite el aforo actual. Mientras la cronista pregunta cómo ha ido el día, su librera, Montse Úbeda, comprueba la disponibilidad de un título, y como no lo tiene le dice al comprador que lo pruebe en la Laie. La convivencia entre las dos librerías es buena en contra de lo que preferirían los que buscan conflicto. "Después de una semana muy floja hoy ha sido un gran día. A mí me gusta que la tienda esté llena. Este invento pintaba muy mal y ha sido una alegría ver tanta gente", explica Montse Úbeda, que se ha hecho un harto de vender el libro del presidente Carles Puigdemont.

Por su parte, en la Calders, situada en el barrio de Sant Antoni, no han querido renunciar a conectar lectores con editores y han invitado a diferentes editoras como Eugència Broggi, de l’Altra Editorial, o Laura Huerga, de Raig Verd, para recomendar libros a los que lo quieran o sencillamente para charlar. Por este línea también han seguido la librería Lata Peinada que a las 21h del anochecer, cuando el calor da un poco de tregua, han montado un par de firmas con autores que son habituales de la casa, como Marc Caellas. En esta pequeña pero imprescindible librería del Raval no querían perder la oportunidad de encontrarse con sus clientes y hacer un poco de fiesta.

Cómo una de las gracias del Sant Jordi es conseguir firmas, las editoriales se han inventado la manera de ofrecer libros firmados a los lectores que lo han encargado en sus librerías. Y así lo ha hecho una admiradora de Irene Solà que había solicitado su ejemplar de Canto yo y la montaña baila en Ona Llibres.

Las recomendaciones de los prescriptores habituales han florecido en las redes sociales, así como el recordatorio que "Sant Jordi es todo el año". Sí, las ganas de leer y remover libros no son cosa de un día, pero a pesar de los esfuerzos titánicos de libreros, editores, autores, distribuidores y jefes de prensa, este Sant Jordi de verano ha sido una especie de espejismo. Una ilusión óptica que se parece a la fiesta del 23 de abril pero que no lo es.

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