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Los ídolos que ya no se meten en líos

Neymar y Griezmann, que se enfrentan esta noche en el Calderón (21.00 horas), contestan el ejemplo de ídolos egocéntricos, incapaces de ocultar sus enfados y desesperados por ser los mejores. "Hace tiempo que me libré de esa obsesión por ser el mejor", acepta Neymar

Griezmann y Neymar. Andrea Comas / Albert Gea / REUTERS

ALFREDO VARONA

MADRID.- Hay una frase del escritor Juan Cruz que podría ser imprescindible entre los futbolistas: "Cuando éramos chicos coleccionábamos cromos de nuestros héroes; de mayores coleccionamos actitudes". Una frase que justifica que esta noche (Vicente Calderón, 21.00 horas) tengamos derecho a hablar de dos futbolistas muy jóvenes, Neymar en el Barça o Griezmann en el Atlético, que llevan tiempo dando una lección de lo que significa ser héroes. Jóvenes de 22 y 23 años, inteligentes, seguros de su papel y muy poco egocéntricos. Héroes prematuros, cuyas extravagancias se limitan, si acaso, a sus cortes de pelo o a los brazos de Griezmann poseídos por los tatuajes. El resto, no. El resto habla en estos días (en los que vimos a Cristiano, casi a los 30 años, perder el control o a Messi sospechar del valor de su entrenador) de dos futbolistas jóvenes que saben comportarse como algo más que futbolistas. Saben ser inteligentes y, a pesar de sus edades, ejercer de hombres maduros: "¿Que es un futbolista maduro?", se pregunta el psicólogo Santiago Rivera, que realizó su tesis doctoral acerca de la fortaleza mental de los futbolistas. "Un jugador que sabe controlar sus expectativas y no se deja engañar por el éxito o el fracaso. Ese es un futbolista maduro. Ni es tan feliz cuando gana ni se siente tan desesperado cuando pierde porque le enseñaron a controlar los enfados en público".

Si eso es realmente así, atendamos una noche más a Griezmann y a Neymar. Dos futbolistas de lo más afortunado en el último Mundial. Es más, Neymar es Dios en Brasil y, sin embargo, no le importa vivir a la sombra de Messi en el Barça. Acepta que debe ser así. En su lenguaje, es el primero que lo reivindica. No consiente ni por un momento compararse a Leo, al privilegio de jugar con Leo o de estar en el Barcelona, porque "el Barcelona es más importante que nadie". Se comporta, por lo tanto, como un ídolo moderno y formado para estar aquí. Un joven inteligente que, en contra de lo que insinuaron las imágenes que veíamos de él cuando jugaba en Brasil, hoy es algo más que un montón de goles, de fotografías o de palabras huecas, todo lo contrario. A los 19 años, fue padre de un niño, David, que, según dice, le cambió para siempre: "Me dije a mí mismo que si había sido hombre para generar un hijo tenía que ser hombre para asumirlo".

"Sobrevivir a tanta adulación"

Antoine Griezmann (Borgoña, Francia, 1991) tiene un año más que Neymar, pero da gusto escribir de él desde que llegó al Atlético. No sólo por lo que hace en el césped, sino también por lo que hizo antes de entrar en el césped. Siendo el jugador más caro del equipo, 32 millones de euros, no se ofuscó al principio, cuando Simeone lo dejó en el banquillo o le hizo jugar en posiciones extrañas para él. Supo tragarse su agobio interior y callar, sin llamar la atención. "Al principio, me faltaba aire y las piernas me pesaban", explicó. "Lo pasé mal, porque me costó adaptarme al ritmo tan alto de los entrenamientos de Simeone". Pero eso puede ser lo que diferencia a los jóvenes de ahora, destinados a ser inteligentes y preparados para no meterse en líos. Algo que no es tan fácil, porque ser un ídolo, como un día escribió Jorge Valdano, significa "enormes posibilidades de confundirse en estos tiempos. Los jugadores están rodeados por aduladores profesionales que contribuyen a sacarlos de la realidad, y eso es muy difícil de gestionar. Si por algo son ídolos es por sobrevivir a tanta adulación".

La prueba es Neymar en Barcelona, donde no se ofuscó el año pasado cuando le fue mal. Ni siquiera dijo una mala palabra en contra de Martino, el entrenador que le cambió tantas veces de sitio. Tampoco este año, a diferencia de lo que se sospecha que pasó con Messi, Neymar hizo un mundo de su inesperada suplencia en Anoeta. Asegura que ya se le quitó de la cabeza "esa obsesión de ser el mejor del mundo". Reconoce que hace meses, años quizá, que ya no piensa así y que eso le ha mejorado sin restar un trozo de diversión a su carácter. "Porque si estás de buen humor es más fácil vivir". Una idea que también maneja Griezmann, el rapero del vestuario del Atlético que la pasada Navidad tuvo la ocurrencia de aparecer vestido una mañana de Papa Noel y de juzgarlo como "un regalo a todo el plantel para demostrarles que, más que compañeros, son amigos". Quizá porque los nuevos ídolos son así: pacientes, pacíficos y divertidos, francamente divertidos.

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