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La pionera Carolina Marín alcanza
la gloria olímpica en bádminton

La onubense vuelve a marcar otro hito y culmina su sueño: colgarse el oro en Río 2016 tras imponerse en una dura final a la india Pusarla V Sindhu (19-21, 21-12 y 21-15). La delegación española suma ya once medallas en los Juegos, seis de ellas doradas.

Carolina Marín, de rodillas, celebra su triunfo en la final olímpica de bádminton. /REUTERS

Subirse a lo más alto de un podio olímpico es lo más grande a lo que un deportista puede aspirar. Pero si se hace en un deporte como el bádminton, que prácticamente era desconocido en España y absolutamente dominado por jugadoras asiáticas, hace que la gesta de Carolina Marín sea aun más grande. 

Una tenacidad la de la jugadora de Huelva que le han llevado a cumplir en Río de Janeiro el sueño que un día tuvo cuando aun tenía 14 años. Llegó al torneo olímpico como favorita a colgarse la medalla de oro y ha cumplido con los pronósticos. Tras una trayectoria inmaculada en el torneo, sin ceder un solo set, hasta plantarse en la final, sufrió ante la india Pusarla V Sindhu pero terminó imponiéndose por 19-21, 21-12 y 21-15.

Tuvo que remontar por primera vez un set en contra en una final digna de unos Juegos y que se alargó hasta los 83 minutos en el pabellón 4 de Riocentro. Pero tras mucho sufrimiento y emoción, cuando se supo campeona olímpica soltó la raqueta, se tiró al suelo y lloró de inmensa alegría. Después se fue a abrazar a su inseparable Fernando Rivas, el técnico que ha pulido esta joya y que le ha dotado de las mejores herramientas para ser una máquina perfecta de bádminton.

Muchas horas han gastado ambos en perfeccionar a una jugadora que año tras año ha ido creciendo. Intensas jornadas de entrenamiento en el CAR de Madrid, muchas horas de desvelo en su habitación de la residencia Blume han llevado a Marín a convertirse este viernes en la jugadora campeona de todo. A sus dos campeonatos del mundo y al de Europa suma ahora el oro olímpico. Sus lágrimas entrecortadas escuchando el himno español en lo más alto del podio compendian todos esos momentos, venidos a la cabeza en ese instante de gloria.

Carolina Marín sujeta la medalla de oro con los ojos enjugados en lágrimas. /EFE

Carolina Marín sujeta la medalla de oro con los ojos enjugados en lágrimas. /EFE

Remontada hacia el oro olímpico

La número uno del mundo hizo otra demostración más de por qué ocupa tal condición. A base de carácter, técnica, fuerza y juego se repuso de un encuentro que comenzó con un primer set en el que la india, con tres volantazos en los cuatro puntos finales se lo llevó a su terreno (21-20) en 27 minutos.

Carolina se encontraba en un terreno por el que no suele transitar, el de la obligación a remontar. Fernando Rivas le recordó dónde estaba su sueño y ella fue a por él con determinación de campeona. Salió en el segundo set con una marcha más, con el orgullo herido. La onubense comenzó a colocar volantes a las líneas, disparos certeros y agresividad en la red. Rápidamente se situó por delante en el marcador y se hizo con él con un contundente 21-12 en 23 minutos de juego.

La final volvía al inicio. Carolina comenzó de nuevo con fuerza y brío para colocarse rápidamente por delante en el luminoso. Pero de un 6-2 se encontró con un 9-8 y después la india llegó a empatar 10-10 la contienda. Si fuera otra, los nervios hubieran aflorado. Pero para Carolina los nervios son un aliciente. Marcó cuatro puntos seguidos y sus devoluciones ajustadas y precisas a los derechazos de Sindhu la iluminaron hasta llegar a un 20-14. Un punto le separaba ya de la gloria en Río.

Encajó el último punto de Sindhu y ahí llegó su puntilla. 21-15 para cerrar el partido y aferrarse a ese oro que ya nadie le puede arrebatar. La pionera que se hizo ídolo de masas en continentes alejados ahora se convierte en la primera campeona olímpica que no es de Asia. Una pionera llamada Carolina Marín.

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