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Las brazadas solidarias de Christian Jongeneel por los desheredados

Este fondista malagueño acaba de lograr la hazaña de dar dos vueltas a Manhattan, con
la que ha recaudado fondos para ayudar a mujeres con VIH en India de la mano de la Fundación Vicente Ferrer. Natación y solidaridad son sinónimos en su vida: "Si utilizo
mi modo de vida para mejorar la de otros me llena de felicidad".

Christian Jongeneel durante el reto de Manhattan.

MADRID.- "En mi vida la natación y la solidaridad van de la mano". Así resume el malagueño Christian Jongeneel su manera de pensar y vivir en un mundo por el que no quiere pasar mirando hacia otro lado ante tanto sufrimiento. Él solo se plantea hacer lo que más le gusta, que es nadar, con la intención de que sirva de ayuda para los más necesitados. Sus brazadas alimentan bocas y construyen casas en lugares donde nadie ha heredado los privilegios de los que disfrutan los países desarrollados.

Una filosofía que ha contagiado a los que le rodean y que le sirve de motivación permanente. Por eso, hace unas semanas se embarcó en un reto apasionante. Lanzarse a dar dos vueltas a la isla de Manhattan. Completó 93 kilómetros alrededor de la Gran Manzana en 20 horas y 16 minutos, convirtiéndose así en el hombre más rápido en lograrlo. Solo tres estadounidenses se habían atrevido con la hazaña antes que él. 

Jongeneel se lanzó a las gélidas aguas del río Hudson, que rondaban los 16 grados de temperatura, sin neopreno, solo cubierto de grasa y con dos kayaks como único acompañamiento. "En la primera vuelta pasé bastante frío. El frío tiene dos problemas, uno es que te hace consumir mucha energía y además agota mentalmente. Cuando estaba terminando esa primera vuelta estaba tiritando a la vez que nadaba", relata a Público.es sobre la dureza del recorrido.

A lo que añade que "además, comenzó a bajar el sol y empecé a darle vueltas a la cabeza de lo mal que lo iba a pasar por la noche y con el agua tan fría. Pero por si fuera poco comencé a tener corrientes en contra y fue cuando me olvidé de todo y solo nadé para terminar cuando antes". 

"Cuando pasábamos por debajo de los puentes de Manhattan las corrientes eran mucho más fuertes"

Los momentos más delicados de la proeza llegaron cuando tuvo que atravesar los puentes: "Cuando pasábamos por debajo de los puentes de Manhattan las corrientes eran mucho más fuertes y tenía que ir probando cuál de los ojos tenía menor corriente para pasar por ahí. Incluso, alguna vez me tuve que agarrar a los pilares".  Pese a todo, nunca se le pasó por la cabeza tirar la toalla. "Eso sí, sabía que me iba a costar un montón terminar", recuerda.

Christian Jongeneel, a su paseo por el edificio de las Naciones Unidas.

Christian Jongeneel, a su paseo por el edificio de las Naciones Unidas.

La hazaña de dar dos vueltas a Manhattan

Y tanto que le costó. Incluso, hubo un momento, ya de noche cerrada, que se desorientó buscando el momento de culminar las dos vueltas. "Al ver un edificio alto pensé que estaba terminando las dos vueltas, pero nadie me paraba, así que seguí y seguí y fui pasando rascacielos, hasta que ya por fin vi un dique y alguien me dijo que ya había terminado y me sacaron del agua. Fue curiosa la sensación". Pese a todo, tuvo tiempo de contemplar y disfrutar del impresionante 'skyline' neoyorquino.

"Para nadar estas travesías te tienes que llevar muy bien contigo mismo"

Christian compara lo que se siente en este tipo de travesías con las competiciones de natación, de las que él hace un tiempo también formó parte: "Las travesías que hago yo suponen un concepto totalmente contrario al que tiene un nadador de competición. En una piscina sabes el recorrido que tienes que hacer, lo que te queda, el tiempo que te lleva, la temperatura no varía… y en el mar todo es incertidumbre y hay mucha soledad". Al final "para nadar estas travesías te tienes que llevar muy bien contigo mismo", resume.

El 'skyline' de Nueva York del que pudo disfrutar Christian Jongeneel.

El 'skyline' de Nueva York del que pudo disfrutar Christian Jongeneel.

El reto no solo demostró que Jongeneel es uno de los mejores nadadores de ultrafondo del planeta, sino que los cerca de 7.500 euros que ha recaudado a través de la plataforma de micromecenazgo "Mi grano de arena" se destinarán a un programa nutricional para mujeres con VIH/SIDA que tiene en marcha la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur (India). Y es que su relación con esta fundación y con India va más allá de sus travesías.

"Uno de mis mejores amigos se hizo delegado de la Fundación Vicente Ferrer en Andalucía y le comenté mis inquietudes y de ahí comenzamos a hacer proyectos con la fundación y la relación cada vez fue a más". La unión se fue haciendo cada vez mayor y los proyectos entre la fundación y Brazadas Solidarias, la organización de Jongeneel, se sucedían. Así, emprendió travesías por todo el mundo. Por el Estrecho de Gibraltar, el Canal de la Mancha, el Estrecho de Cook (Nueva Zelanda), la travesía Al-Assad de Siria, el Canal de Santa Catalina, la Puerta de la India (Mumbai), Peniche-Islas Berlengas (Portugal) o el Canal de Menorca, entre otras.

Compromiso de vida con la Fundación Vicente Ferrer

Christian Jongeneel untándose grasa antes de comenzar a nadar alrededor de Manhattan.

Y en todas ellas siempre ha buscado empresas comprometidas con sus proyectos. "Sé que el dinero es importante pero me importa más concienciar a la gente, buscar patrocinios con una ética detrás" y confiesa que le "crea más ansiedad estar mirando todo el rato lo que estamos recaudando en cada momento que nadar durante 20 horas seguidas".

Pero los euros fueron haciendo realidad los proyectos que se proponía y la conciencia solidaria de Christian se fortaleció como una roca. "Comencé a realizar varios viajes a India para ir conociendo los proyectos de viviendas, escuelas y demás que íbamos iniciando de la mano de la Fundación Vicente Ferrer y cuando llegué allí y vi cómo vivían y las necesidades que tenía la gente, me supuso un antes y un después en mi vida", explica. 

"Yo trabajaba en la Consejería de Medio Ambiente de Andalucia y estaba a gusto. El momento en el que decidí dejarlo y comenzar en la Fundación Vicente Ferrer fue difícil"

Tal fue el sentimiento de realización personal que un buen día decidió dejar su trabajo para dedicarse a esto. "Yo soy ingeniero forestal y trabajaba en la Consejería de Medio Ambiente de Andalucía. Dedicaba los veranos a coordinar la prevención de incendios forestales y en el invierno a restaurar zonas degradadas por incendios. Tenía un trabajo en en el estaba contento y trabajaba de lo que había estudiado. Y el momento en el que decidí dejarlo y comenzar a trabajar en la Fundación Vicente Ferrer fue difícil".

"Cuando más ayudo y más felices hago a otras personas, mejor me siento"

Sin embargo, el nacimiento de su hijo le ayudó a dar el paso: "Me di cuenta que así podía dedicarme más de lleno en los proyectos de solidaridad que me gustaban y compaginarlo con mi paternidad y con salir a nadar". Ahora no se arrepiente de aquella decisión y no cambiaría su vida por nada: "Cuando más ayudo y más felices hago a otras personas, mejor me siento". Un leitmotiv que pretende transmitir a su hijo: "Intento ser un ejemplo para él y quiero que vea lo que hago. Uno de los triunfos de mi vida quiero que sea poder dejar en este mundo a una buena persona".

Disfrutar de la natación ayudando a los demás

"A través de la Fundación Brazadas Solidarias queríamos que la gente que le gusta la natación también se involucrase en retos solidarios"

Christian, que fue en su día nadador de élite, siempre encuentra motivos para lanzarse al mar, del que jamás se cansa. "Disfruto muchísimo nadando, es parte de mi vida. Y si utilizo mi modo de vida para mejorar la de otros me llena de felicidad".  Un sentimiento que quiere impregnar en más personas. "A través de la Fundación Brazadas Solidarias queríamos que la gente que le gusta la natación también se involucrase en retos solidarios y por eso empezamos a hacer travesías populares", con las que llena las playas de diferentes puntos de España de aficionados también dispuestos a nadar por una buena causa.

Ahora, ya está pensando en sus próximos retos, que le podrían llevar de nuevo a India. También se está planteando la aventura de cruzar de una isla a otra de Hawai. De momento, él sigue exprimiendo al máximo su vida en Rincón de la Victoria, donde no halla impedimentos para hacer lo que más le gusta, sin planificaciones ni presiones. "Tengo amigos que cuando no tienen un objetivo concreto se les ocurren mil excusas para no salir a nadar. A mí me pasa lo contrario, estoy deseando encontrar un hueco en el día para lanzarme. Cada momento libre que tengo lo dedico a nadar". Así son las brazadas solidarias de Christian Jongeneel.

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