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Cuatro casos de vida después de la prejubilación

Exempleados de Bankia, Gas Natural, Mapfre y Telefónica relatan cómo es su día a día tras haber concluido su vida laboral antes de los 60 años.

Manifestación reivindicativa de los derechos de prejubilados y jubilados. /EFE

Alfredo Varona

No se trata de contar estadísticas, sino de escucharles a ellos; a Felipe, que era instalador de Gas Natural hasta que lo prejubilaron a los 52 años y se dio cuenta de “todo lo que uno puede hacer por sus hijos y que la propia vida laboral te impide hacerlo, porque no eres el mismo cuando llegas a casa”.

A Luis, que se prejubiló como director de sucursal de Bankia después de media vida desde que entró “a los 18 años como conserje en Cajamadrid”.

A Marcos, ese hombre que dejó Mapfre en el mes de marzo y que, a los 57 años, ya se ha encontrado con la vida resuelta. “No he vuelto a llegar tarde a casa y, si madrugo, es porque me apetece acompañar a los chavales al colegio o llevar a mi mujer al trabajo”.

Una vida que ya empieza a intuir José Ramón, un ingeniero informático que trabaja desde 1998 en Telefónica y que, desde hace años, no hace más que escuchar en su empresa la palabra 'prejubilación' para los que cumplen 53 años. Y de esa palabra también se puede aprender mucho.

“Hace tiempo que se instauró la cultura de la prejubilación en la empresa. Cuando tienes 30 años ni lo piensas siquiera, porque lo ves como algo muy lejano”, explica el propio José Ramón. “Pero cuando tienes una edad como la mía y ves que se aproxima el momento el problema es que la gente, yo mismo, deja de tener ilusiones: ¿para qué voy a esforzarme? ¿no es mejor dejarme ir?, entre otras cosas porque sabes que la propia empresa tampoco te va a dar oportunidades. Así que la plantilla se hace vieja muy rápido por los dos lados. A los 45 años, dejas de tener proyección”.

Un extrabajador de Telefónica: "Antes, en las prejubilaciones se quedaban con el 100% del sueldo; luego, con el 80%; y ahora va por el 69%"

Y no se trata de que José Ramón esté en contra de las prejubilaciones, “en la que los empleados se quedan con el 69% del sueldo. Antes, eran del 100%, luego del 80 y ahora va por el 69% e, incluso, se habla de ampliar la edad hasta los 56 años”. Pero, en cualquier caso, José Ramón se pregunta a una edad como la suya, siendo como es un hombre de la generación del 70: “¿Quién me iba a decir esto a mí que toda la vida había escuchado lo de la jubilación a los 65 años?

Sin embargo, las grandes empresas han acabado con esa idea como descubrió Felipe en Gas natural. “Era el año 1994. Tenía 52 años y llevaba desde los 21 en un trabajo duro, de una parte a otra de Madrid, en la que no sabías donde podías estar al día siguiente... Solo trabajaba por las mañanas, pero casi siempre volvía cansado a casa y el tiempo, que invertía en mis hijos, no siempre era de calidad”.

Un recuerdo que a Marcos también le hace recapacitar de sus tiempos en Mapfre. “Llegabas a casa y el teléfono seguía sonando y yo creo que nunca me quejaba. No me parecía justo hacerlo. Siempre he pensado que había trabajos más duros que el mío. Pero, al final, el entusiasmo se reducía a poner en orden unos números para que esa famosa frase de ‘cumplir objetivos’ no pudiese complicarte la vida”.

En ese sentido el relato de Luis es como si volviese a abrir las puertas de su despacho en la sucursal de Bankia, una etapa que duró 20 años y en la que no pudo impedir envejecer prematuramente. “A las siete de la mañana, ya estaba en la oficina. Llevaba casi 40 años sometido al sonido del despertador. Pero eso era lo de menos. El problema era la tensión que genera ese trabajo al tratar con tantos clientes. A veces, generabas una amistad, les cogías un cariño y si esa operación, que les habías recomendado, salía mal… Era algo que me afectaba mucho y hasta que empecé a hacer deporte y a contrarrestarlo, siempre me acordaba de esos compañeros que decían necesitar tratamiento psicológico; de otros a los que les había dado una ulcera y hasta un ataque al corazón, porque esto es así."

El ex empleado de Bankia tomó una decisión: "Era así para mí, que cada día trataba con 20 o 30 clientes de distintos tipos y a veces tenías que tragar o morderte la lengua… Por eso una vez que surgió la oportunidad lo planteé en casa, 'vamos a tener que vivir más apretados, porque voy a perder el 30% del sueldo’, pero mi mujer fue la primera que contestó, ‘adelante, nos compensa totalmente’ porque, además, pudimos hacerlo" 

"A los 52 años, me sonaba raro que mis propios hijos dijesen, ‘mi padre ya está jubilado’"

"Nosotros nunca fuimos de grandes lujos, nunca tuvimos un Audi. Nunca nos sometimos a una hipoteca de 2.000 € por mudarnos a una casa en Arturo Soria… En ese sentido siempre lo tuvimos claro. Quizá porque yo veía en el banco a gente que tenía mucho dinero y no llegaba a fin de mes, a esos que ganan seis y gastan los seis. Sin embargo, veía que la gente humilde era mucho más ahorradora. Podía ganar tres y ahorrar uno”, relata Luis.

El caso es que no se puede ocultar la realidad. “A los 52 años, me sonaba raro que mis propios hijos dijesen, ‘mi padre ya está jubilado’. No era ni hasta normal. Pero enseguida pierdes la vergüenza. Me adapté fácilmente a esta vida”, relata Felipe, el antiguo empleado de Gas natural. “La presión dejó de existir. Los domingos por la tarde pasaron a ser tan relajados como los viernes”.

Luis lo explica acordándose de “esa canción del cantautor Hilario Camacho, ‘El mercader del tiempo’, en la que venía a decir que era poderoso porque tenía tiempo. Creo que era así, ‘tengo tiempo, es mi fortuna, tengo lo que tú no tienes’”.

De ahí que José Ramón, desde Telefónica, tampoco pueda esconder la verdad. “La gente que se va monta unas fiestas enormes y todo el que regresa algún día a vernos dice que está en la gloria”. Y eso que él no es “tan partidario de prejubilarse tan pronto. Sé que habrá gente que no me entenderá, sobre todo la que está deseando jubilarse, porque sé que hay gente que tiene trabajos incómodos. Pero cada uno juzga su realidad”.

Y en esa realidad Luis no lo duda: “Ahora, tenemos menos lujos que antes, pero merece la pena, ya no hay objetivos que puedan complicarme el sueño”.

Marcos, el de Mapfre, tampoco se siente raro. “Al contrario. Tengo la sensación de que ya hice lo que debía hacer. Trabajé en un mundo que podía ser muy estresante como el de los seguros más de 35 años”.

Felipe, el de Gas natural, va más allá: “Todo el mundo debería tener derecho a decidir esta oportunidad”.

Y José Ramón, al que ya no le quedan ni siete u ocho años de vida laboral, acepta que “seguramente, cuando me llegue la prejubilación, también celebraré gustoso mi fiesta de despedida”. "Y no importará que tenga 53 años. Son las nuevas reglas de juego en las grandes empresas", subraya.

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