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El encarecimiento de la fruta desplaza los hábitos de compra hacia productos menos saludables

Con el incremento del 19% del IPC de este sector en el último mes, las organizaciones agrarias piden "un cumplimiento estricto de la Ley de la Cadena Alimentaria" para amortiguar el impacto de las prácticas de los intermediarios y la subida de la energía, que han hecho crecer un 40% los costes de producción.

Recogida de la nectarina en Torres de Segre, El Segrià. — Laura Cortés / ACN
Recogida de la nectarina en Torres de Segre, El Segrià. — Laura Cortés / ACN.

En una manifestación convocada a principios de año en Valencia ante la crisis de la fruticultura, los agricultores denunciaron que el precio de una bolsa de plástico, como las que cobran los supermercados por llevarse la compra, es mayor que el valor que reciben los productores por un kilogramo de naranjas. El ejemplo es totalmente ilustrativo de la situación endémica que sufren los agricultores, agravada ahora por la crisis de suministros y la invasión rusa de Ucrania.

El caso de la naranja es suficientemente indicativo de las diferencias entre la cotización en origen, la que reciben los campesinos, y en destino, la que abonan los consumidores. Un informe de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG), constata que el productor percibe 15 céntimos por cada kilo de naranjas, mientras que en su punto de venta, se pagan 1,50 euros. La diferencia porcentual es del 887%. Este fenómeno se da también en las variedades de fruta de verano, como los melocotones, la sandía o el melón, donde los valores se sitúan en el 316, el 503 y el 298%, respectivamente, en plena ola de calor, donde la ingesta de estas especies es aconsejable desde el punto de vista nutricional.

Paralelamente, el precio de la fruta se ha visto golpeado por la inflación, que en junio subió en Catalunya al 9,7%, el máximo de la serie histórica. En el caso de la fruta, el Índice de Precios al Consumo (IPC) creció un 19% durante el mismo período. Ante este escenario, el responsable del sector de la fruta de Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC), Sergi Balué, recuerda, a modo de ejemplo, que hace un mes "me liquidaron a 18 céntimos por kilogramo las manzanas de calidad extra de la pasada campaña, cuando en el supermercado se encuentran a 2,50 euros". Balué realiza una analogía del comportamiento de las cadenas de la gran distribución alimentaria con el de las energéticas. "Se aprovechan igual de la crisis y de la subida de la inflación".

Mirar el precio

El responsable de JARC alude a los costes de producción que deben soportar los agricultores, que se han incrementado un 40% en un año a consecuencia de diversos factores, como el personal -por la Reforma Laboral-, el encarecimiento del energía y de materiales que utilizan los agricultores en su actividad diaria, como los plásticos, los embalajes, las maderas, los abonos... Todo ello genera un panorama en el que "el ciudadano empieza a mirar el precio". Esta afirmación de Balué supone un cambio de hábito de los compradores, que optan por frutas de fuera de temporada, como la banana o la manzana, más económicas, o incluso por productos sustitutivos y no tan saludables.

"En una campaña como esta, con una cosecha tan corta, deberíamos cobrar mucho más por nuestras producciones", lamenta Balué. Para revertir esta disfunción, apuesta por "un cumplimiento estricto de la Ley de la Cadena Alimentaria", ya que actualmente, un 70% del volumen de comercialización en Catalunya, representado por las cooperativas y las Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas (OPFH), está exenta de cumplir la normativa. "La ley tiene tantas excepciones que acaba siendo algo inútil". Además, la eficiencia y esta norma se ve alterada por la falta de efectivos. Balué precisa que en toda Catalunya, solo nueve inspectores son los encargados de supervisar el cumplimiento de cualquier práctica comercial fraudulenta en el sector alimentario. Como mensaje para los consumidores, insta a "reclamar fruta de proximidad, mirando su origen a la hora de comprarla, como forma de cuidar al campesino".

Este mirar el precio al que se refiere Balué ya se ha traducido en nuevas prácticas a la hora de ir de compras por parte de la población. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) señala que el 62% de los consumidores ya ha modificado sus hábitos de compra, adaptándolos a su renta, y que uno de cada cinco reconoce que ha dejado de adquirir alimentos como la carne, pescado, frutas y verduras. En el caso de las frutas, con el aumento de precios, el informe destaca que "el consumidor buscará productos alternativos, quizás otro tipo de postres que les parezcan más baratos y que puede que no coincidan con los más sanos".

Especulación y subida energética

El mismo informe concluye que "los precios de las refrescantes frutas de verano han sido poco accesibles para el consumidor". Además, observa que el mercado de la fruta fresca se ha afrontado a una histórica tendencia alcista de la inflación después de haber superado la pandemia de la Covid-19, una huelga de transportes y condiciones meteorológicas adversas. De hecho, la OCU ha certificado que la especulación y subida energética han elevado hasta un 511% lo diferencia del precio de la fruta de verano entre el campo y la tienda.

Según los datos presentados por Afrucat, la patronal de los productores de fruta, por segundo año consecutivo, el potencial productivo catalán de melocotones y nectarinas ha disminuido, en este caso, cerca del 70%, situándose por debajo de las 170.000 toneladas. El descenso fue ocasionado por las incidencias meteorológicas. El director general de Afrucat, Manel Simón, alerta de las dificultades para gestionar al personal después de haber sufrido heladas como las de la pasada primavera, que dañaron la producción. "Son cuestiones difícilmente planificables", explica. Asimismo, apunta que existen otros factores que afectan a la disponibilidad de trabajadores, como la idea de que trabajar en el campo es poco atractiva incluso para una persona que se encuentre en paro.

Más allá de estos aspectos, la percepción en el sector es que la globalización ha llegado a la fruta, con un cambio de modelo sustentado en la concentración de la producción, un viaje que ya han hecho el sector lácteo y el porcino con las macrogranjas. Los productores lamentan que los planes operativos de las ayudas comunitarias sirvan para acrecentar aún más las grandes explotaciones y corporaciones de fruta. Por ello, quieren políticas para apoyar la producción local que favorezcan la supervivencia de un sector estratégico de la economía, capital por su potencial exportador.

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