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Xurxo Souto: "Aznar, Cascos y Rajoy no van a ser encausados por el Prestige, pero políticamente ya fueron condenados"

La acusación particular cree que deberían ser juzgados los dirigentes que gestionaron el naufragio, que a su juicio se ampararon en el exdirector general de Marina Mercante: 'López-Sors se erigió como muro de contenci&o

La negra sombra de chapapote que alfombró la costa gallega en noviembre de 2002 ha alcanzado, una década después, el banquillo de los acusados. En él se sentarán José Luis López-Sors, exdirector general de la Marina Mercante; Apostolos Mangouras, el capitán del Prestige, una bañera desvencijada cargada de petróleo que dio tumbos durante seis días por el Atlántico hasta partirse en dos; y Nikolaos Argyropoulos, el jefe de máquinas. También imputado, pero en paradero desconocido, el primer oficial, Ireneo Maloto. Los presuntos culpables podrían ser condenados a penas de entre cuatro y doce años de prisión por la marea negra provocada por el hundimiento del barco, cuyo juicio comienza hoy en A Coruña.

Frente a ellos, la plataforma Nunca Máis, personada en la causa como acusación particular. Xurxo Souto, exlíder de la banda Os Diplomáticos de Monte-Alto y subdirector de programas de la Radio Galega hasta la llegada de Feijóo a la Xunta, ha ejercido desde entonces como portavoz ciudadano de un colectivo que sigue luchando para que no vuelva a repetirse un desastre como el que, infelizmente, puso a Galicia en el mapa de las grandes catástrofes medioambientales.

Diez años después del hundimiento, los ecologistas advierten de que hoy mismo podría producirse un siniestro similar. ¿Cómo es posible?

Gracias a la presión popular, se produjeron logros importantes, pero podría haber otro desastre porque no existe un seguimiento real vía satelite de lo que ocurre en el corredor de Fisterra. Los barcos siguen con sus sentinazos, por ejemplo, vertiendo al mar aceites y desechos. Además, las decisiones sobre seguridad marítima siguen tomándose en Madrid, lo cual es un sinsentido absoluto. Los gallegos tenemos que ser responsables de lo que sucede en esta costa, frente a la que cada día circulan unos 30 o 40 naves con mercancías peligrosas. Es una cuestión de estadística: la amenaza sigue ahí.

¿Cree que la devastación fue agravada por los políticos que gestionaron la crisis?

Que se celebre un juicio diez años despues es, de entrada, un fracaso, pero nos da una perspectiva histórica clara. Ahora que la confusión y la demencia han pasado, nos damos cuenta de que el barco, con graves problemas estructurales, no podía navegar. Las decisiones políticas le obligaron a enfrentarse al océano, provocando el hundimiento y la consecuente marea negra más negra de todas las mareas. Las decisiones políticas desacertadas deberían ser juzgadas.

¿Qué han hecho las administraciones para tratar de evitar un caso similar?

A nivel europeo, la erradicación progresiva de los buques monocasco. En lo que respecta a Galicia, tenemos más barcos anticontaminación. Pero estos avances se han producido gracias a la movilización popular. ¿Qué queda de Nunca Máis una década después? Todo. Si hoy hubiese un accidente, ningun responsable político estaría de caza ni tardaría meses –como Aznar– en acercarse a la costa gallega, un lugar de la periferia europea desde el que se lanzó un mensaje al continente: la dignidad de las personas empieza por la propia naturaleza.

¿Cuál es el estado de salud de las personas que limpiaron la zona?

Es lo que queremos saber y así se lo demandamos a la Administración, porque no se ha realizado un seguimiento puntual de los afectados.

¿Y el ecosistema? ¿Existen zonas que todavía no se han recuperado?

También reclamamos que se nos explique cómo han evolucionado. Algunos bancos marisqueros de Fisterra no se han regenerado, pero carecemos un estudio coherente de las autoridades, que seguimos exigiendo.


EFE

Las banderas de conveniencia son un tupido velo que impide ver y juzgar a los verdaderos responsables de la catástrofe, ¿no cree?

Ahí se refleja la expresión más burda del capitalismo económico en el sector primario, capaz de todo por el negocio. Varias empresas de cuatro o cinco países han creado una maraña legal que ha permitido la navegación de bombas flotantes como el Prestige.

¿Qué gobernantes deberían sentarse en el banquillo: Aznar, Cascos, Rajoy...?

Todos, porque fueron responsables de lo ocurrido. Lo que pasa es que se ampararon en el ex director general de Marina Mercante José Luis López-Sors, que se erigió como muro de contención y asumió las responsabilidades. Aunque por desgracia no van a ser encausados, políticamente ya fueron condenados.

Paradójicamente, no les ha ido mal al entonces ministro del Interior, Mariano Rajoy, y al delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa, hoy al frente de la Guardia Civil.

Claro... Y a muchos gallegos nos produce estupor que la persona que se ganó a pulso el apodo de El Señor de los Hilillos imponga ahora un discurso basado en la seriedad, el rigor y la confianza. Aunque la memoria sea frágil, hace diez años Rajoy se caracterizó por todo lo contrario.

¿Serán enjuiciados algún día el armador y la agencia que certificó el buen estado del buque?

Creo que no, pero recordemos que uno de los responsables fue el propio Gobierno español, que se empeñó en llevar a Estados Unidos la demanda contra ABS, clasificadora del petrolero. Una década sin juzgar el Prestige es sinónimo del fracaso de la Justicia, pero también un motivo de celebración. Descubrimos que, ante el dolor de todo un océano, el único antídoto fue la ciudadanía, que recogió con sus manos esa unidad infinita de chapapote y se manifestó en Santiago, Madrid y Bruselas. El Prestige puso de manifiesto el poder de las personas para transformar su presente en tiempos de miedo y crisis.

Nunca Máis sacó a los gallegos a la calle y ahora renace para afrontar el juicio. ¿Es un movimiento transversal? ¿Hay miembros de todas las formaciones políticas? ¿No cree que se percibe como una plataforma muy politizada, escorada a la izquierda nacionalista?

Era una plataforma radicalmente política, en el sentido de que toda manifestación ciudadana es política. Nunca Máis abrió las puertas a todo el mundo: había mas de 300 agrupaciones de diverso signo, desde asociaciones de amas de casa a cofradías de pescadores.

El BNG nos apoyó de una forma decidida y el PSdeG lo hizo al principio con mucha decisión y después de una forma más tibia. Desde luego, el Partido Popular no nos respaldó, pero cualquier militante conservador ha sido y será bienvenido siempre que reclame que no se produzcan tragedias como la que tuvo lugar en 2002 y que exija responsabilidades a los políticos.

¿Cómo se comportaron los vecinos de las costas afectadas? Frente a la heroicidad de algunos, se criticó la pasividad de otros, el ojalá que hubiese otro Prestige...

Eso habría que preguntárselo a los que dijeron eso. Yo conocí otra reacción, como la del pueblo de Aguiño: crearon una flota improvisada y literalmente detuvieron la entrada del chapapote en la ría con calderos y ollas. Si hay personas que se aprovechan de la acción colectiva y les va bien, me alegro por ellas. Yo, sin embargo, abogo por la gente que quiere ser protagonista de su tiempo. Con Nunca Máis, lo bonito fue que la sociedad no se mantuvo pasiva frente a una situación provocada desde arriba, por culpa de decisiones políticas. Recuerdo cuando, en la manifestación multitudinaria que hubo en Madrid, se me acercaron unas mujeres en la Puerta del Sol y me comentaron: 'Esto es como las manifestaciones contra la guerra, pero con otra alegría'.

O la de Bruselas, adonde sólo pudimos ir doce personas desde Galicia porque resultaba muy caro, en la que participaron ciudadanos llegados de toda Europa, de Ancona a Escocia. Me quedo con la victoria colectiva y con haber lanzado a todo el continente, desde la hiperperiferia, un mensaje a favor del medio ambiente.

Si usted fuera el capitán del barco, ¿hubiese buscado refugio en un puerto para tratar de minimizar los daños?

Yo haría lo que dijo en el Parlamento Europeo Felipe Louzán, profesor de la Escuela de Náutica de A Coruña y perito de la comisión del Prestige: habría que haber llevado el barco a aguas tranquilas en el seno de la ría de Corcubión. Un europarlamentario del PP le respondió que era una opinión partidista y luego le planteó qué pasaría si se hundiese.

Louzán añadió que, en la Guerra del Golfo, una veintena de petroleros fueron atacados y ninguno se fue a pique porque navegaban en aguas tranquilas. Si Cascos y el resto de los políticos escuchasen a los técnicos, no se hubiese producido esa marea negra. La gestión del Prestige fue un ejercicio de incompentencia y de prepotencia.


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