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El orden del Dépor atasca el Pizjuán

El Sevilla se deja otros dos puntos en casa ante los de Lotina

ALBERTO CABELLO

Sevilla y Dépor metieron el partido en un vagón de metro. En tan poco espacio como en ese camarote de los hermanos Marx se condensó la mayor parte del juego. Por una vez las líneas del equipo de Jiménez se unieron con doble costura. En los gallegos no es novedad, esa apretura es una de las señales que distingue a los de Lotina. Sólo en el último tramo se descosieron los dibujos. Los porteros evitaron el roto definitivo.

Por efecto de esa densidad la pelota se movió con poca precisión. Los locales la manejaron con algo más de asiduidad, pero sin fabricar demasiado peligro. El Dépor le había puesto doble cerradura a los extremos. A la que perdían el balón, tanto Guardado como Juan Rodríguez se pluriempleaban en la guarda de Navas y Perotti.

Faltó presencia de Negredo. Kanouté se tumbó hacia un costado para encontrar algo de césped limpio en el que salir del anonimato. Todo lo contrario que el madrileño. Se disfrazó de delantero del montón, de puro tanque que se encomienda a un balón aéreo. Se desenganchó en un duelo particular con los dos centrales gallegos. El momento crucial de la temporada llega con el vallecano extraviado. Faltó también Navas. Apareció mucho menos de lo que acostumbra aunque protagonizó una jugada en la que Aranzubía pudo haber sido expulsado al sacar la mano fuera del área.

El Dépor engañó. Aunque dio apariencia de estar muy replegado, escondía una intención muy clara de encontrar la superioridad en el momento que alguno de los defensas del Sevilla perdía la línea.Guardado y Valerón eran los lanzadores para las entradas de Adrián y Rodríguez.

Al fin Fazio empleó sus casi dos metros en el aérea contraria en una falta puesta en juego por Perotti. El Deportivo tiene tan aprendidos sus automatismos que un gol no le mueve un centímetro de su idea. Tardó sólo tres minutos en encontrar el empate en una buena maniobra de Adrián dentro del área a centro de Guardado.

Un partido tan mecánico, de chapa y tornillo pedía pincel fino. Luis Fabiano afiló mucho más la delantera. Salió con esa fiebre que obligó a los gallegos a meterse unos metros más atrás. El cansancio y ese repliegue dejaron más campo útil. Al partido se le abrieron todas las cadenas en el minuto 70. El brasileño ofreció todo su repertorio de remates y desmarques sin encontrar puerta.

Cada equipo tuvo la suya. Domínguez se encontró ante Palop tras un fallo de Fazio en el despeje. Encontrarse con el portero valenciano en el mano a mano es mala señal para cualquier delantero.  Todo el orden del principio se convirtió en precipitación y arrebato en el epílogo. El Sevilla se tiró por el partido sin encontrar la llave maestra que pudiese abrir esa fórmula mágica de Lotina tan complicada de resolver para sus contrarios.

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