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Estado Islámico La derrota en el campo de batalla exige al Estado Islámico una metamorfosis

La reciente pérdida de Raqqa por parte del Estado Islámico contribuye a crear una nueva situación en la región. Pero el "terrorismo" no va a desaparecer en un instante sino que adoptará una metamorfosis para continuar vivo en Oriente Próximo y en Occidente.

Milicianos de las FSD celebran su victoria ante el Estado Islámico en la ciudad de Raqa. - REUTERS

eugenio garcía gascón

La reciente liberación de Raqqa, la capital siria del Estado Islámico, deja a la organización yihadista en una situación precaria en ese país y en Irak, aunque la derrota en el campo de batalla no significa que el Estado Islámico vaya a desaparecer de Oriente Próximo, ni que vaya a evaporarse en Occidente.

El presidente ruso, Vladimir Putin, acaba de declarar en Sochi que la derrota del terrorismo en Siria "es inminente", pero estas palabras no responden a la realidad de lo que está ocurriendo en ese país, donde todavía quedan varios millares de combatientes yihadistas y donde además existe un número imposible de determinar de adeptos a esa ideología.

Según Putin, la tendencia más peligrosa en estos días para Siria es la partición del país, por delante del terrorismo. De acuerdo con el mandatario ruso, a la partición del país pueden contribuir irónicamente las zonas de reducción de la violencia que se crearon mediante un acuerdo pactado en Astana el mes de mayo.

Es cierto que en poder del Estado Islámico apenas quedan ya algunos enclaves sin continuidad territorial, tanto en Irak como en Siria, pero esto va a exigir una metamorfosis de la organización. Es muy posible que el ejército regular del Estado Islámico desaparezca, pero también es probable que se formen células que operen por su cuenta tanto en las grandes ciudades como en las zonas rurales de los dos países.

La violencia yihadista será más imprevisible que ahora en Siria y en Irak. Recordemos que cuando las tropas estadounidenses abandonaron Irak en 2011, Washington pensaba que el Estado Islámico en Irak, que precedió al actual Estado Islámico, era un movimiento residual que apenas contaba con algunos centenares de yihadistas.

Pero ocurrió justamente lo contrario. En los meses posteriores a la evacuación estadounidense, la organización se reforzó significativamente en las zonas suníes de Irak, logrando que se enrolaran millares de hombres, y solo tres años más tarde su líder, Abu Bakr al Bagdadi, proclamó el califato.

La previsible desaparición del ejército regular del Estado Islámico conducirá necesariamente a una transformación que hará que la violencia sea más imprevisible. Quedarán sin duda unidades operativas en los dos países y con toda seguridad puede anticiparse que serán más letales que las de los años ochenta, ya que desde entonces el yihadismo ha progresado en la línea radical hasta justificar incluso la violencia que a ojos occidentales parece injustificable.

La idea del yihadismo no va a enterrarse con la derrota militar del Estado Islámico, que ya ha empezado a adaptarse a los nuevos tiempos. Los mismos lobos solitarios que han participado en ataques y atentados en Europa y en Estados Unidos, se han convertido en un elemento visible en todo Occidente y nada indica que se vayan a esfumar de la noche a la mañana.

Una particularidad importante del nuevo yihadismo es que se trata de un movimiento exclusivamente suní y que cuenta con el apoyo de los países suníes, en particular porque alimenta el odio indiscriminado contra los chiíes, tanto en Irak como en Siria, y por lo tanto también cuenta con un notable respaldo israelí.

Esta semana, en un arsenal que el Estado Islámico poseía en el área de la ciudad de Deir al Zor, al este de Siria, han vuelto a aparecer armas de fabricación israelí. No es la primera vez que se denuncia esto ya que en el pasado también se han descubierto armas de fabricación israelí en manos del Estado Islámico, del Frente al Nusra (escisión de Al Qaeda) y de otras organizaciones radicales que combaten al gobierno de Damasco.

Esta injerencia extranjera seguramente no desaparecerá instantáneamente. Al contrario, dejará en evidencia las palabras de Putin de que el terrorismo está a punto de ser derrotado en Siria. El terrorismo no será derrotado en Siria ni fuera de Siria porque el movimiento yihadista sirve a los intereses de numerosos lunáticos y a otros agentes interesados en mantener su violencia en Oriente Próximo y en Occidente.

La derrota militar del Estado Islámico indica que el campo de batalla será distinto. Por supuesto, va a continuar la violencia yihadista en Siria y en Irak, y también en Occidente, pero será más difícil perseguirla por la sencilla razón de que no se presentará abiertamente sino que dará sus zarpazos a escondidas, como también ha ocurrido en los últimos años.

La derrota militar del Estado Islámico ha sido posible gracias a la administración Trump y esto es algo que no se ha reconocido suficientemente. Barack Obama prefirió mantenerse al margen del problema y solo hacia el final de su mandato realizó algún gesto en esa dirección, aunque fueron gestos insuficientes.

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