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Elecciones Honduras Músculo en la calle a la espera del resultado definitivo de las elecciones hondureñas

Salvador Nasralla, candidato de la Alianza de Oposición contra la Dictadura de Honduras sigue liderando el conteo oficial, cuyos datos definitivos se ofrecerán el jueves. Tanto él como el actual presidente, Juan Orlando Hernández, se presentan como vencedores y lanzan a la calle a sus partidarios.

Simpatizantes de Salvador Nasralla, ante el edificio del Tribunal Supremo Electoral, en Tegucigalpa. / EFE

A falta de que el Tribunal Supremo Electoral de Honduras haga públicos sus resultados definitivos, los dos principales candidatos, Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, y Salvador Nasralla, de la Alianza de Oposición contra la Dictadura, siguen reivindicándose como vencedores. El único dato oficial es el que dieron los magistrados en la madrugada del domingo, que situaba en cabeza al empresario y antiguo presentador de televisión que encabeza la lista alternativa. Según este conteo, Nasralla lleva 855.887 sufragios, lo que supone el 45,17% de los votos, mientras que el actual presidente se quedaba en las 761.862 papeletas (40,21%). Todavía quedan por contabilizar dos millones de sufragios, según el propio tribunal. El desenlace será el jueves, cuando está previsto que el máximo órgano electoral anuncie sus conclusiones. Que se retrase tanto el resultado no hace sino incrementar las sospechas de los opositores sobre un intento de fraude, aún con los votos ya emitidos. No se puede olvidar que el oficialismo controla rígidamente los tres poderes, incluidos los magistrados del TSE.

Un dato relevante: Ramiro Lobo, magistrado suplente del órgano electoral, reconocía a Telesur que los resultados eran irreversibles. Sin embargo, estamos en el reino del rumor. Ahora, el más extendido es que el oficialismo está intentando modificar los resultados en un despacho. Difícil, si se tiene en cuenta que la propia Alianza tiene su propio sistema de conteo. Aunque todo es posible en un país en el que Hernández ha sido capaz de saltarse la Constitución y presentarse para ser reelegido, el mismo “pecado” por el que José Manuel Zelaya fue depuesto en 2009.

"Que se retrase tanto el resultado no hace sino incrementar las sospechas de los opositores sobre un intento de fraude en un país donde el oficialismo controla rígidamente los tres poderes"

Pasada ya la cita con las urnas, el lunes era día para sacar músculo en la calle. Aunque los primeros datos pongan por delante a la Alianza (coalición entre Libre y el Partido Innovación y Unidad-Social Demócratas), el oficialismo insiste en que ellos son los ganadores, lo cual genera una gran incertidumbre. Si durante el domingo se hicieron virales los videos en los que aparecían miembros del Partido Nacional comprando votos abiertamente, la nueva versión es que existen actas artificiales que se incluirían ahora en el conteo.

Para despejar dudas, a las 9 de la mañana del martes (16.00 horas en España), una misión de la Unión Europea dará a conocer su informe preliminar sobre la transparencia de los comicios.

En relación a los actos de masas, las dos grandes fuerzas tuvieron su cita. Por un lado, los partidarios de Nasrallah tomaron las inmediaciones del Tribunal Superior Electoral. Por el otro, los fieles a Hernández (a quien denominan coloquialmente JOH) celebraron una caravana de coches por todo Tegucigalpa. Ambos son gestos de cara a sus propias filas, para mostrar fuerza, y de cara al exterior, ya que ahora no solo se cuentan votos, también se negocia entre los diferentes actores que han acudido a monitorear los comicios y que operan en la región, como EEUU, la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Unión Europea.

Los alrededores del TSE estaban a reventar desde antes de las 14.00 horas, cuando estaba convocada la protesta. El ambiente era eufórico. Sonrisas inmensas, abrazos de los que desmontan, lloros y recuerdos acerca de lo duros que han sido los últimos ocho años de gobierno del Partido Nacional. Denis Cerrato, joven estudiante, exhibía un cartel con el lema “JOH al pozo”, en referencia a las prisiones de máxima seguridad inauguradas por el mandatario a principios de año y en las que ha aislado a más de 2.000 pandilleros. “Estos años han sido demasiado duros, espacialmente para los jóvenes. Hemos visto mucha corrupción, mucha violencia, hemos perdido a familiares y amigos”, se lamentaba.

Aunque la concentración era para celebrar, también suponía un toque de atención al TSE, de quien la Alianza no se fía. Antes de los comicios incluso aseguró que no tomaría en cuenta los datos que saliesen de este órgano, sino que únicamente se fiaría de su propio recuento de actas físicas. “¿Por qué no sacan los datos? ¿De qué tienen miedo?”, clamaba Elisabeth Vicea, quien aseguraba que “el pueblo ha escogido acabar con la corrupción” y afirmaba que el actual presidente ha convertido el país “en un narcoestado”.

Frente al TSE se había desplegado una dotación de antidisturbios, pero no se produjeron problemas. Y eso que en las últimas semanas se había extendido el rumor (rumores, siempre rumores) de que Hernández se declararía ganador y recurriría al Ejército para reprimir a los opositores. Razones para sospechar había. A principios de año, la mayoría del Partido Nacional aprobó una “ley antiterrorista” supuestamente pensada para pandilleros pero en la que se colaron altas penas de prisión para quien tomase parte en protestas ilegales. Entre la marea roja que colapsaba las inmediaciones del TSE, los policías apenas eran visibles. Habían colocado una tanqueta en una plaza ubicada justo frente al tribunal, lo que fue aprovechado por algunos manifestantes para hacerle una pintada mentando a la madre de los uniformados y exigiendo la salida del presidente.

Salió José Manuel Zelaya y la calle atronó. Tomó el micrófono Salvador Nasralla y casi se viene abajo la tarima. Además de insistir en su triunfo, volvió a cargar contra el tribunal que computa los votos. Aseguró que el conteo había parado en la medianoche de la víspera y no se retomó hasta las 14.00 horas del día siguiente. Reiteró que, según sus datos, llevaba una ventaja de 117.000 votos y proclamó que la tendencia era “irreversible”. Si uno se presenta como jefe de Gobierno electo, algo que tiene que hacer es comenzar a actuar como tal. Prometió que combatirá la corrupción, que pondrá en marcha una ley de participación, que solicitará la creación de una Comisión Internacional Contra la Impunidad (como la que funciona en Guatemala desde 2006) y que declarará “héroe nacional” a Berta Cáceres, activista en defensa del medioambiente asesinada el año pasado. Cada promesa era recibida con una ovación mayor. De fondo, las canciones oficiales de la campaña, que no pueden faltar en cualquier contienda latinoamericana que se precie.

La euforia no evita que los opositores miren de reojo a lo que pueda estar ocurriendo entre bambalinas. En primer lugar, porque no se fían de las mañas que pueda aplicar el actual presidente. En segundo, porque la batalla no solo es en la presidencia. También se eligen los 128 diputados y los 298 alcaldes. Un gobierno de Nasralla con un parlamento controlado por los nacionalistas convertiría la legislatura en un infierno. Lo explicaba Pedro Joaquín Escalante, uno de los líderes de la izquierda que debería entrar en el Congreso. “Ellos están contabilizando únicamente a los del PAN y tenemos que estar atentos a eso también”. Escalante, uno de los símbolos del ala más socialista de la Alianza (es habitual verle con un gorro con la hoz y el martillo), ponía en valor la victoria también en clave regional. En un contexto latinoamericano en el que la derecha se refuerza en plazas como Brasil o Argentina, el progresismo pone una pica en el Flandes hondureño. Un país que históricamente ha estado vinculado a la contra estadounidense y que sirvió como patio trasero de Washington en el período contrainsurgente de las guerrillas de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

Además del baño de masas, Nasralla dio también un golpe político a su rival. Celebró una reunión con Luis Zelaya, candidato del Partido Liberal, quien le reconoció como ganador e instó al Hernández a hacer lo mismo. Los resultados del domingo son un duro golpe para los liberales. Desde tiempos inmemoriales la política hondureña se ha basado en un turnismo entre liberales y nacionalistas. De hecho, el propio Zelaya salió del Partido Liberal, por el cual fue elegido presidente en el período entre 2005 y 2009, cuando fue derrocado. La fundación de Libre y, posteriormente, la creación de la Alianza, viene a romper el tablero de Honduras. Esta reunión sirve para meter presión a Hernández. Le deja como el único que muestra unos datos diferentes y le pone la carga de la culpa en caso de que se desatase la violencia. Por el momento no hay indicios que apunten hacia una confrontación abierta, más allá de los intercambios de exabruptos cuando partidarios de uno y otro bloque se cruzan. Sin embargo, hablamos de Honduras, uno de los países con mayores tasas de homicidios del mundo y donde cualquier excusa es buena para que se desate la violencia.

Si Nasralla había sacado músculo desde las 14.00 horas, Hernández prefirió celebrar un acto nocturno. Parece que los líderes de ambas formaciones se hayan puesto de acuerdo para evitar grandes concentraciones que se crucen. No es cuestión de tentar a la suerte. A partir de las 17.00 horas, justo cuando los seguidores de la Alianza enfilaban el camino a casa, una caravana de coches reivindicaba la legitimidad de Hernández como mandatario.

“Juan Orlando es el presidente. Estamos bien organizados, tenemos copia legal de todas las actas y sabemos que ha ganado”, decía Joel Villalta, quien había acudido a la protesta junto a sus compañeros de los sectores 5 y 11 de Comayagüela. Algunos detalles que hacen diferente la caravana de la marcha: las banderas azules con la estrella blanca, símbolo del Partido Nacional, son novísimas, con las marcas de que recientemente se han sacado de la bolsa. No en vano, diversos vehículos las repartían gratuitamente a los asistentes. La organización. A pesar del aparente caos que proyectan decenas de carros tocando los cláxones, es evidente que existe un grupo bien coordinado. Por delante, las motos. Detrás, los pick-ups y autobuses.

Posteriormente, los coches. Muchos de los asistentes procedían de colonias humildes, que es donde el Partido Nacional ha desplegado sus programas asistenciales de entrega de techos o bolsas de comida. Por este motivo, algunos de los miembros de la oposición les califican de “acarreados” y les exhiben billetes de forma burlona. Una exhibición clasista que supone un problema para Libre. Al final, la población que pasa dificultades es mayoría. Aunque Hernández haya gobernado para determinadas élites y sea el favorito de EEUU y los grandes poderes financieros de Honduras, también se ha ganado una base entre los más desfavorecidos. Clientelar, sí, pero no desdeñable. Limitar el apoyo al todavía presidente a la compra y venta de voluntades es reducir a la caricatura la compleja realidad social del país.

Mirando hacia el futuro, un elemento conflictivo está en que alguien deberá explicarle a toda esta gente que su candidato no ha ganado, por muy convencidos que lo proclamen ahora. Por el momento, Ricardo Álvarez, uno de los pesos pesados del Partido Nacional, proclama que el jueves su formación se impondrá por un 5%.

Aunque parezca extraño, la caravana apenas se cruzó con partidarios de la oposición. Aunque en el momento en el que lo hizo, en el boulevard Morazán, se vivieron los momentos más tensos. Una camioneta de seguidores de Libre fue rodeada por decenas de partidarios del presidente, que clamaban por “cuatro años más” (uno de los lemas de su campaña). La sangre no llegó al río y el vehículo pudo emprender su marcha entre insultos homófobos de los partidarios de Hernández. Si la tensión se mantiene en los próximos días, habrá que ver si existe el mismo grado de contención. Recordemos que esta es una sociedad en la que mucha gente va armada.

El escenario está abierto y existen diversas incógnitas. Si se confirma la victoria de Nasralla, saber si Hernández está dispuesto a reconocerla o si, por el contrario, buscará atajos en los recovecos del Estado que tan bien controla. Si puede producirse ese vuelco a favor del presidente que todas las fuentes, salvo las del Partido Nacional, dan como imposible. También si las calles se mantendrán en calma o si puede registrarse alguna escalada. Qué papel estará jugando ahora mismo la omnipotente embajada de EEUU. Estas son dudas inmediatas. Con más sosiego, algo que será digno de estudio es saber cómo los opositores lograron imponerse a una maquinaria mucho más potente y que jugaba hasta con el árbitro comprado. Bajar del terreno de la épica el “hemos vencido al fraude” que tantas veces repite Nasralla en los últimos días.

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