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Límites de Arabia Saudí en la guerra de Yemen

La remodelación del ministerio de Defensa por parte del rey Salman solo tendrá sentido si Arabia Saudí corrige su política en Yemen y abre la vía a una solución negociada. Es algo que está al alcance del príncipe heredero, Mohammed bin Salman, ministro de Defensa, pero para tirar por ese camino es preciso dejar a un lado las armas.

El rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdelaziz. REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Este mes de marzo se cumplen tres años de la intervención saudí en la guerra de Yemen, un conflicto que desde hace mucho tiempo está claro que no se resolverá militarmente pese al empeño del ministro de Defensa, Mohammed bin Salman (más conocido como MBS). Esta aventura que se ha cobrado miles de vidas y una enorme destrucción se ha convertido en una horrible pesadilla para la corona saudí que todavía puede ser peor.

En 2016, cuando la guerra ya llevaba un año y no acababa de resolverse, MBS dijo: “Es inaceptable que seamos el tercer o cuarto país del mundo en gasto de defensa y que se nos sitúe el veintitantos en la lista de todos los ejércitos. Esto es un problema”.

El pasado lunes, dos años después de esta declaración, el rey Salman cesó al jefe del estado mayor del ejército, sin duda a petición de MBS, su hijo y el hombre fuerte en el reino, quien se está resistiendo a aceptar una solución diplomática a la guerra por más que el ejército que él manda sea incapaz de resolver la situación a base de bombas.

La remodelación en Defensa no llegó sola. El rey Salman también nombró este lunes a una mujer viceministra, siendo esto la segunda vez que ocurre. Es algo que debe interpretarse como un intento de conseguir el apoyo de las mujeres, y que se suma a que buena parte de los nombrados son más jóvenes, de la siguiente generación, lo que significa que tanto el rey como MBS buscan el beneplácito de un sector del país que recibió con los brazos abiertos a MBS cuando apuntó a un cambio generacional.

Soldados saudíes cerca de un avión de carga militar en un aeródromo en Yemen. REUTERS / Faisal Al Nasser

Soldados saudíes cerca de un avión de carga militar en un aeródromo en Yemen. REUTERS / Faisal Al Nasser

Sin embargo, esto no quita que la guerra de Yemen sea ruinosa en todos los aspectos. Estados Unidos y otros países occidentales han sugerido a MBS que trate de hallar una solución diplomática, pero el heredero se resiste a cambiar sus proyectos, algo que puede volverse en su contra a medio plazo si el conflicto no se detiene.

La economía de Arabia Saudí sigue siendo muy dependiente del petróleo. Aunque MBS ha prometido que liberará al país de esa dependencia y ha lanzado un programa de reformas ambicioso y muy profundo, nadie tiene la seguridad de que el programa vaya a funcionar en un país con una sociología y una religión tan particulares.

Algunos analistas occidentales han advertido que si no se corta pronto, la guerra de Yemen acabe por desestabilizar el régimen establecido por el padre del actual rey, lo que podría tener consecuencias a nivel regional, mientras que otros señalan que lo ocurrido el lunes, el ajuste de altos cargos en Defensa, le servirá a MBS para consolidar el poder, máxime si se tiene en cuenta que el ejército es la fuerza más decisiva en cualquier parte donde no hay una democracia liberal consolidada.

Muchos saudíes jóvenes se identifican con MBS porque lo ven un líder que promueve el deseado cambio generacional en la enquistada clase dirigente. En el mismo sentido se interpretan las oportunidades que está dando a las mujeres, desde su presencia en el ejército a la obtención del permiso de conducir a autorizar su presencia en espectáculos públicos como los partidos de fútbol que hasta ahora estaban reducidos a una presencia masculina.

En la compleja partida de ajedrez que se está jugando en Oriente Próximo, Rusia ha rechazado con su veto una resolución del Consejo de Seguridad criticando la venta de armas iraníes a los houthis, los enemigos de Arabia Saudí en Yemen, a pesar de que estas ventas, en el caso de existir, son apenas una pequeña contribución en comparación con las enormes ventas de armas que realizan los Estados Unidos y sus aliados, armas por valor de miles de millones de dólares que enseguida se usan en Yemen.

Varios yemeníes inspeccionan los daños producidos por  un ataque aéreo de la coalición liderada por Arabia Saudita. REUTERS / Stringer

Varios yemeníes inspeccionan los daños producidos por un ataque aéreo de la coalición liderada por Arabia Saudita. REUTERS / Stringer

Países como Estados Unidos, el Reino Unido y Francia están dando empleo a cientos de miles de trabajadores a costa de las armas que se utilizan en Yemen, tanto por parte de Arabia Saudí como por parte de los Emiratos Árabes Unidos, sus aliados desde el primer día de la guerra.

Y sin embargo, a pesar de las ventas millonarias de armas por parte del Reino Unido, MBS ha tenido que aplazar un viaje a ese país por temor a las protestas que le esperan en Londres si pone allí los pies, protestas que ya han convocado y que volverán a convocar las organizaciones humanitarias británicas si MBS decide ir adelante con ese viaje.

La guerra de Yemen ha creado en estos tres años la peor crisis humanitaria del planeta. MBS quiso jugar con fuego nada más ascender al poder y creyendo contar con el apoyo explícito de Israel y Estados Unidos. Incluso le pareció que podía comportarse como los dirigentes de esos dos países y convertirse en una potencia regional.

Lo ocurrido en estos tres años muestra todo lo contrario. Y lo peor todavía puede estar por delante si no se corrige la política militar en Yemen, no con un relevo del jefe del estado mayor, sino impulsando una iniciativa razonable, algo que está al alcance de MBS.

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