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Yemen, sin perspectivas de paz tras tres años de guerra

El domingo se cumplieron tres años desde el inicio de la operación saudí contra Yemen. Inicialmente Riad pensó que su intervención militar sería limitada en el tiempo, pero no fue así. Cada día que pasa la solución parece más lejana y la población yemení sufre las terribles consecuencias de un conflicto alimentado por potencias extranjeras.

Un yemení se sienta frente a un edificio presuntamente destruido por recientes ataques aéreos, en el tercer aniversario de la campaña militar encabezada por Arabia Saudí en Yemen, en Saná, Yemen. EFE / EPA / YAHYA ARHAB

Eugenio García Gascón

Tres años después del inicio de la guerra de Yemen, el país más pobre del mundo
árabe
está sumido en la mayor miseria, con una crisis humanitaria detrás de otra, todas de proporciones bíblicas, y sin que se vea una solución que ponga fin al infierno.

El 26 de marzo de 2015, Arabia Saudí inició sus ataques contra Yemen. Hacía poco tiempo que el rey Salman había subido al trono, y el hombre fuerte del reino, su hijo Mohammad ben Salman, convenció al monarca para entrar en un conflicto local aduciendo que Irán estaba jugando sus bazas en otro punto de Oriente Próximo, en este caso Yemen.

El tercer aniversario ha pillado a Mohammad ben Salman de visita en Estados Unidos, donde fue recibido por el presidente Donald Trump, con quien estuvo hablando de muchas cosas, incluida la adquisición de armas que luego se usan en Yemen, armas que también proceden del Reino Unido y Francia.

Hoy, tres años después, más de ocho millones de yemeníes sufren o están a punto de sufrir hambruna, y las tres cuartas partes de la población, 22,2 millones, dependen de la ayuda humanitaria para comer diariamente. Enfermedades que no existían en el país, como el dengue, la malaria, la difteria y el cólera, han regresado.

En mayo de 2017, un brote de cólera afectó a un millón de yemeníes

En mayo de 2017, un brote de cólera afectó a un millón de yemeníes, siendo los niños quienes más han sufrido la presencia de todas esas enfermedades. Además, millones de yemeníes se han convertido en desplazados o refugiados y familias enteras han tenido que abandonar sus hogares.

El problema principal es que nadie vislumbra una solución a un conflicto que se agrava a diario y cuya resolución parece más complicada conforme transcurre el tiempo. En la guerra de Yemen hay dos actores principales, los houthis, apoyados por Irán, y los leales al presidente Abdrrabbo Mansour Hadi, apoyados por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, entre otros. Los primeros dominan la zona norte del país, mientras que los segundos dominan el sur y el este.

En realidad, los partidarios del presidente Hadi, que ha vivido en Riad desde 2015, solo controlan algunas partes del sur y del este del país, puesto que existen subgrupos que no siempre actúan en función de las directrices del presidente. Sin contar, por supuesto, con las organizaciones yihadistas, como Al Qaeda, que dominan una buena parte del territorio de Yemen.

En algunos de los mejores barrios de Londres, el tercer aniversario de la guerra se ha celebrado con grafitis sobre vehículos saudíes, pintadas alusivas al conflicto y críticas con Arabia Saudí, algunas de ellas realizadas por chiíes, según se desprendía del contenido.

La gran potencia militar en esta guerra es ciertamente Arabia Saudí, pero el conflicto hace que los líderes saudíes sean dependientes de potencias extranjeras, como los proveedores de armas o Israel, un país clave para conseguir que las clases políticas occidentales se mantengan a distancia de las penurias del conflicto.

Inicialmente, la ofensiva de marzo de 2015 buscaba reponer al presidente Hadi en el cargo, después de que fuera desalojado por los houthis. La fuerza inicial de los houthis obligó, sin embargo, a Hadi a huir del país, y las ideas claras de Mohammad ben Salman no se tradujeron en una victoria rápida, como esperaba Riad.

Las conversaciones apadrinadas por las Naciones Unidas se han multiplicado, pero no han tenido éxito

Al contrario, Arabia Saudí y sus aliados se vieron cada día más metidos en un conflicto que pronto se les escapó de las manos. Los aviones estadounidenses de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos no consiguieron su objetivo. A menudo estos bombardeos causaron la muerte de civiles y un desgaste de esas potencias que tuvo que ser corregido con generosos talones de miles de millones de dólares destinados a la adquisición de más armas occidentales.

Las conversaciones apadrinadas por las Naciones Unidas se han multiplicado pero tampoco han tenido éxito, como en el caso de Siria. El penúltimo enviado especial de la ONU dimitió en febrero y ahora hay otro nuevo que intentará resolver una cuestión tan compleja que parece imposible que pueda resolverse a favor de unos o de otros.

Desde marzo de 2015 han muerto casi 10.000 yemeníes y hay un número mucho mayor de heridos. Los hospitales, también como en el caso de Siria, han sido atacados por los aviones y a menudo la población no ha sido capaz de hallar lugares seguros en los que protegerse de las bombas.

En las últimas horas, los houthis han disparado siete misiles contra Arabia Saudí, cohetes que según Riad, fueron interceptados antes de llegar a su objetivo. Sin embargo, la metralla de uno de ellos cayó en un barrio de Riad causando la muerte de una persona. Los saudíes han acusado a Irán de haber suministrado esos misiles a los houthis, algo que Teherán desmiente.

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