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Israel La última crisis de Gaza tampoco tendrá consecuencias

El balance todavía provisional de las protestas del pasado lunes en la Franja de Gaza es de 62 palestinos muertos y casi 3.000 heridos. Los soldados israelíes una vez más abusaron de su fuerza. Aunque algunos países occidentales han pedido explicaciones, todo indica que la última matanza tampoco tendrá consecuencias en el explosivo teatro de la región.

Partidarios de la Organización Imamia, un cuerpo de musulmanes chiitas, asisten a una manifestación contra Israel y los recientes disparos a palestinos en Gaza, en Karachi (Pakistán). EFE/ Arshad Arbab

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

La última crisis de Gaza, en referencia a la matanza de 62 palestinos, ha servido para poner cada cosa en su lugar y para comprobar la impunidad que la comunidad internacional otorga a Israel. Una vez más el estado judío se ha salido con la suya teniendo que hacer frente solo a unas pocas críticas verbales de ciertos países occidentales.

Para los palestinos, con sus muertos y heridos, las repercusiones también son menores. Se ha de distinguir que los palestinos de Cisjordania, al mando del presidente Mahmud Abás, apenas han celebrado unas cuantas manifestaciones de apoyo, manifestaciones que han sido minoritarias en todas las ciudades de Cisjordania.

Para Gaza, en poder de Hamás, la crisis es otra bofetada para los derechos de las personas que viven encerradas allí desde hace once años en unas condiciones infrahumanas que las ONG internacionales denuncian a diario pero que la comunidad internacional, con Europa a la cabeza, prefiere ignorar.

Las protestas que Hamás lanzó el 30 de marzo, y que se han resuelto hasta el momento con 103 muertos y millares de heridos, todos palestinos, y sin ningún herido por parte israelí, quizá continúen, a pesar de que desde el martes han disminuido en intensidad. Sin embargo, Hamás no podrá conseguir sus objetivos por la sencilla razón de que el gobierno israelí, incluido su ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, va a seguir adelante con sus políticas de expansión colonial en Cisjordania y de asedio en Gaza.

Además, son políticas que cuentan con el apoyo incondicional del presidente Donald Trump, que se comporta, como lo han hecho sus antecesores en el cargo, de una manera tendenciosa, seguramente un poco más tendenciosa que Barack Obama.

Muchos esperan que Trump presente su anunciado “acuerdo del siglo”, es decir un plan para resolver el conflicto entre israelíes y palestinos, algo que probablemente hará próximamente, pero nadie espera que ese acuerdo sea una panacea. Con toda seguridad, los palestinos lo rechazarán y de esta manera quedarán retratados como los que no quieren la paz.

Mahmud Abás, que ya tiene 82 años, hace mucho tiempo que debería haber abandonado la presidencia. Sus trece años de mandato han servido únicamente para reforzar la ocupación israelí de los territorios palestinos sin haber obtenido ninguna contrapartida, y para engañar a los palestinos diciéndoles que por métodos pacíficos iban a conseguir la evacuación israelí de Cisjordania, incluida Jerusalén.

Pero la política más nefasta en relación con este conflicto no ha sido la de Abás sino la de la Unión Europea. Algunos países del continente han protestado estos días pasados por el desmedido uso de la fuerza por parte de Israel, pero esos mismos países son los que permiten que el asedio de Gaza continúe causando un enorme daño humanitario a toda la población de la zona.

En cuanto a los países árabes, su actitud ante lo ocurrido en Gaza, y ante la grave situación humanitaria de la Franja, un escenario que ya supera los dos lustros, baste decir que las críticas a lo ocurrido han sido menores y han llegado tarde. Países como Egipto, Arabia Saudí y los estados del Golfo Pérsico, están mucho más cerca de Israel que de los palestinos, y eso también ha quedado patente durante la crisis.

Israel está por encima de las leyes internacionales desde que existe como país. Se supo recientemente que hace unos meses Trump preguntó a Benjamín Netanyahu si realmente perseguía la paz con los palestinos, una pregunta que revela que el presidente estadounidense no sabe si su principal socio en el mundo está interesado en la paz, a pesar de las señales claras que emite Netanyahu en sentido contrario.

Es necesario que Abás se vaya de Ramala cuanto antes, es en verdad una cuestión imprescindible para que se pueda esperar un cambio en las condiciones generales del conflicto. Abás no ha dado ningún paso que se pueda calificar de positivo durante los últimos años, y nada indica que lo vaya a dar próximamente.

La salida de Abás permitiría que Israel se hiciera cargo de la ocupación, pues está es su responsabilidad como potencia ocupante. Desde poco después de la firma de los acuerdos de Oslo de 1993, los palestinos se hicieron cargo de mantener el orden y velar por la administración general de los territorios ocupados, unas misiones que en realidad correspondían a Israel.

Al principio esto tuvo algún sentido puesto que los palestinos esperaban que Israel tirara adelante el proceso de paz, pero cuando se vio con claridad que esto no era así, siete años después, es decir en 2000, Yaser Arafat permitió la explosión de la segunda intifada. Arafat nunca se fio de Abás, y visto lo que ha ocurrido desde su muerte en 2004, tenía razón en no confiar en él.

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