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Libertades Egipto arresta a cuatro periodistas en una semana y recrudece su ofensiva contra el periodismo independiente

Los ataques del régimen del mariscal Abdel Fatah Al Sisi se producen tras la publicación de una investigación sobre su hijo y dos meses después de inusuales protestas en el país.

Dos hombres frente a un cartel del presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi días antes del referéndum para reformar la Constitución. / REUTERS - MOHAMED ABD EL GHANY

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En la madrugada del 23 de noviembre fue el turno de Shady Zalat. El periodista del medio independiente de referencia en Egipto Mada Masr se encontraba en casa cuando las fuerzas de seguridad egipcias irrumpieron sin identificarse. Los agentes, que no presentaron ninguna orden de arresto, procedieron a detenerlo, confiscaron su ordenador y el de su esposa, documentos relaciones con su trabajo, y su teléfono móvil.

Tras abandonar el apartamento, el paradero del periodista pasó a ser un misterio: 18 horas después de su detención, Zalat permanecía desaparecido, y en la comisaría donde le habían asegurado a su esposa que lo trasladarían no había ni rastro del joven de 37 años. Su arresto demostraría ser tan solo el primer signo del recrudecimiento de la ofensiva de las autoridades egipcias contra la libertad de prensa en el país.

La mañana del arresto de Zalat, Mada emitió un comunicado en el que señalaba que los hechos suponían una amenaza existencial para el medio, que desde su fundación en 2013 se ha convertido en referencia de periodismo independiente en la región. El gobierno, asumieron, parecía dispuesto a transgredir los límites tácitos establecidos hasta la fecha.

El arresto de Shady marcó una escalada contra Mada. Algo así no había pasado antes. Shady fue arrestado en casa, es editor y no es muy conocido, por lo que lo entendimos como un ataque a Mada,” explica a Público Sharif Abdel Kouddous, editor del medio. “Estábamos preocupados, pero optamos por continuar con nuestro trabajo y afrontarlo directamente, por lo que decidimos encontrarnos al día siguiente en la oficina,” recuerda.

Tan solo unas horas bastarían para confirmar su sospecha. A primera hora de esa misma tarde, nueve agentes de la policía asaltaron la redacción del medio, mantuvieron detenidos e incomunicados durante horas a las personas que se encontraban en su interior, y confiscaron sus teléfonos y ordenadores, según ha relatado a este medio un testigo.

La redada se alargó tres horas. Pero al abandonar la oficina, los agentes arrestaron a la jefa de redacción, Lina Attalah, y a otros dos periodistas. De allí fueron trasladados a una comisaría cercana, desde donde serían conducidos hacia las afueras de la capital. Fue en este segundo trayecto, probablemente con destino a las dependencias de la Agencia de Seguridad Nacional, que la situación dio un vuelco inesperado. El vehículo reculó y los periodistas, Zalat incluido, fueron puestos en libertad, aparentemente sin cargos.

“Al día siguiente la Fiscalía de Seguridad del Estado dijo que habían emitido una orden de registro a la oficina de Mada basada en acusaciones de estar vinculado a los Hermanos Musulmanes. Ese es el único caso que conocemos,” nota Abdel Kouddous. “No sabemos si fue [una decisión] retroactiva para justificar la legalidad de la redada, en medio de una gran condena internacional, o si se trata del inicio de un caso real contra Mada,” señala.

A pesar de la versión oficial, los indicios apuntan a que el asalto y las detenciones se produjeron por un artículo publicado días antes. En él, Mada informó que Mahmud Al-Sisi, hijo del Presidente Abdel Fatah Al-Sisi y alto cargo de la Inteligencia, podría ser cesado pronto y enviado a la delegación diplomática en Moscú por no haber cumplido con las expectativas y afectar negativamente la imagen de su padre por su influencia y visibilidad crecientes. Una línea roja que las autoridades no estarían dispuestas a tolerar.

Dos días después del asalto a Mada, otros tres periodistas críticos con el régimen fueron arrestados sin orden judicial en un café de un barrio cercano al centro de El Cairo. Como en el caso de Zalat, el paradero de Solafa Magdy, Hosam El Sayad y Mohamed Salah pasó a ser una incógnita inmediatamente después de su arresto.

Un día después de su desaparición forzosa, los tres periodistas aparecieron ante la Fiscalía de Seguridad del Estado y fueron añadidos al infame Caso 488 y acusados de pertenecer a una organización terrorista. La Fiscalía, que también acusó a Magdy de difundir información falsa, ordenó 15 días de prisión preventiva prorrogables para el grupo.

Magdy había sido recientemente una de las 15 periodistas de todo el mundo escogidas por las Naciones Unidas para participar en una beca y cubrir la Asamblea General de la ONU que tuvo lugar en septiembre. Una fuente cercana a la periodista ha asegurado a Público que, durante su estancia en Nueva York, Magdy mantuvo conversaciones con altos cargos del estado egipcio y abordó la situación de la libertad de expresión, por lo que habría recibido llamadas de la policía antes y después de hacerlo.

Según han señalado a este medio otra fuente cercana a los arrestados, su abogado habría podido demostrar que Magdy sufrió golpes e insultos durante su interrogación.

El mismo día que los periodistas aparecieron ante la Fiscalía, Amnistía Internacional publicó un informe en el que denuncia que este órgano se sitúa en el centro de los aparatos represores del régimen. Según la organización de derechos humanos, la Fiscalía actúa como un “sistema de justicia paralelo” involucrada en múltiples arrestos sin juicio y acusaciones infundadas de pertenencia o ayuda a grupos terroristas contra opositores.

“Estos cargos son principalmente usados para mantener a opositores en detenciones preventivas que pueden durar años antes de que sean liberados sin ni siquiera haber ido a juicio,” cuenta a Público Hussein Baoumi, investigador de Amnistía. “La forma en que la Fiscalía interpreta la ley antiterrorista es que cualquier oposición o crítica a las autoridades es forma de ‘terrorismo’, y esto incluye el periodismo independiente,” añade.

Tan solo dos días después del arresto de los tres anteriores, la Policía egipcia volvió a presentarse de madrugada en casa de otro periodista. Según ha relatado a Público un familiar suyo, los agentes llegaron a casa de Ahmed Shaker, de 34 años, a las tres de la madrugada, cuando él aún no había llegado. La policía accedió al interior de su domicilio, situado al norte de El Cairo, lo registró y arrestó al joven cuando éste finalmente llegó.

Amr Badr, miembro del oficialista Sindicato de Periodistas egipcio, informó a este medio que Shaker, que trabaja para el periódico nacional Rose Al-Youssef, apareció tras su arresto ante la Fiscalía de Seguridad del Estado. Dicha oficina ha añadido al periodista al Caso 488 acusado de apoyar a los Hermanos Musulmanes, y ordenó 15 días de prisión preventiva prorrogables. En el momento de escribir esta pieza, sin embargo, la familia de Shaker aún estaba tratando de localizarle en alguna cárcel de la capital.

Badr y fuentes cercanas a Shaker consideran que el motivo tras el arresto del periodista son sus publicaciones en las redes sociales, especialmente su defensa de la libertad de expresión y de prensa.

La escalada de represión contra periodistas y prensa independiente se produce después de las protestas antigubernamentales que ocurrieron en varias ciudades de Egipto a finales de septiembre. Unas inusuales movilizaciones que desencadenaron la mayor campaña de arrestos desde el ascenso formal de Al Sisi al poder en 2014 según organizaciones de derechos humanos locales, que documentaron el arresto de más de 4.000 personas. Entre ellos figuran un gran número de jóvenes sin historial de militancia política, pero también prominentes activistas, abogados, políticos opositores, académicos y, al menos, ocho periodistas, según el recuento del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).

“Estos arrestos están mostrando hasta dónde se ha extendido la represión en Egipto. Ir detrás de uno de los últimos medios independientes del país [Mada] demuestra que [las autoridades] no respetan ningún límite,” señala a Público Justin Shilad, investigador del CPJ. “Al mismo tiempo, el hecho de que los periodistas de Mada fueran liberados tan rápido pone de manifiesto la importancia de la presión internacional,” nota. “Los arrestos de la semana pasada demuestran que la prensa en Egipto no se ha silenciado,” agrega el investigador, que concluye, “La comunidad internacional tampoco se lo puede permitir.”

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