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Los cárteles chinos del narcotráfico se nutren de inmigrantes filipinos

La corrupción rampante y las extensas fronteras marítimas del archipiélago favorecen a las mafias de la droga

ANDREA RODÉS

Un pez dorado esculpido en vidrio decora el despacho de Dionisio R. Santiago, director de la agencia antidroga de Filipinas (PDEA). La escultura, símbolo de buen augurio en la cultura china, es un obsequio de la última delegación oficial de Pekín que visitó el año pasado Manila. El Gobierno chino tiene motivos muy preocupantes para querer estrechar la cooperación con su vecino del Sureste Asiático: desde el año 2007, el número de filipinos encerrados en cárceles chinas por tráfico de drogas se ha multiplicado por cinco.

Aunque Pekín no revela las cifras oficiales de presos en sus cárceles, el Gobierno filipino calcula que hay al menos 197 filipinos en prisiones chinas por tráfico de narcóticos, de los cuales 66, la mayoría mujeres, han sido condenados a muerte.

'Les prometen un visado de trabajo, pasaporte y dinero', dicen en la agencia antidroga

'Los inmigrantes filipinos se han convertido en las víctimas de los grandes cárteles de droga en esta zona de Asia. Los utilizan como camellos', afirma Santiago. La mayoría de los filipinos encarcelados en China son inmigrantes ilegales interceptados en puertos y aeropuertos con narcóticos en el cuerpo o en el equipaje. 'Las mafias les prometen dinero, un pasaporte o un visado de trabajo en país de destino a cambio de que transporten droga de un lado a otro', explica este general retirado.

Uno de los objetivos de la PDEA es desmantelar los cárteles que operan en Filipinas, 'la mayoría controlados por ciudadanos chinos', asegura Santiago. Prueba de ello es que todos los arrestos llevados a cabo por la PDEA desde su fundación, en 2002, han sido de ciudadanos de esta nacionalidad, remarca. Estas mafias tienen su centro de operaciones en los puertos del sur de China, como Cantón y Xiamen, Hong Kong y Taiwán.

China ha condenado a muerte a 66 filipinos por narcotráfico, la mayoría mujeres

La PDEA también ha detectado una mayor presencia de narcotraficantes de África Occidental, sobre todo nigerianos. La mayoría de estos opera también desde el sur de China, donde miles de africanos han llegado en los últimos años, atraídos por el boom de las relaciones comerciales entre sus países y el gigante asiático.

Los africanos entran a Filipinas con visados de turista o 'incluso se hacen pasar por misioneros cristianos para ganarse la confianza de las familias', explica Derrick Carreon, jefe de prensa de la agencia antidroga filipina. De esta manera, logran convencer a los más desesperados para que hagan de camellos. 'Tenemos casos de algunas mujeres que llegaron al aeropuerto sin saber ni siquiera que les habían metido drogas en la bolsa', añade Carreon.

El Gobierno filipino, en colaboración con la PDEA, ha lanzado varias campañas de comunicación para advertir a la población inmigrante de los riesgos de transportar droga, incluyendo la difusión en los medios de las condenas a muerte que pesan sobre los filipinos en China. Pero la tarea es difícil porque muchos inmigrantes 'ya arrastran deudas antes de salir del país', explica Maruja Asis, directora del Centro de Estudios de la Emigración Scalabrini, en Manila.

Filipinas está formada por 7.100 islas y carece de recursos suficientes para vigilar sus costas

Los inmigrantes deben pagar a las agencias de empleo un mínimo de 80.000 pesos (1.300 euros) para empezar a tramitar el visado de trabajo en el extranjero, 'eso si no han topado con un agente ilegal que les haya timado', dice Asis.

La conexión entre mafias chinas y filipinas es el otro problema que preocupa tanto a Pekín como a Manila. 'Mientras China continúe siendo el mayor mercado asiático de consumo de drogas la conexión será inevitable. No hay nada más importante para un cártel que encontrar proveedores para sus clientes', opina Santiago.

Filipinas se ha consolidado como un centro de producción y redistribución de droga, especialmente de shabu (metanfetamina), la droga número uno en la región. La fabricación del shabu no es complicada y suele llevarse a cabo en el interior de viviendas o almacenes comerciales. Son los llamados 'laboratorios-cocina', con capacidad para producir una media de 3 kilogramos de metanfetamina al día. En la calle, un gramo de shabu cuesta entre 7.000 y 10.000 pesos (entre 110 y 160 euros). La PDEA trata de controlar la entrada ilegal de los productos químicos necesarios para producir esta droga, como el ácido hidroclórico, traído de China.

Louis, un ex drogadicto y ex traficante de shabu en la ciudad de Malolos, a dos horas en coche de Manila, recuerda que los intermediarios eran filipinos pero los jefes del negocio, en cambio, eran siempre chinos. Sin embargo, 'nadie podía detectarlos porque estaban encubiertos por políticos, policías o jueces', dice.

'No queremos convertirnos en otro México o Colombia, pero el riesgo existe, porque aquí hay muchos funcionarios y políticos implicados', reconoce Carreon.

Al margen de la corrupción, uno de los motivos que ha facilitado al archipiélago filipino convertirse en un centro neurálgico del tráfico de drogas en Asia es su vulnerable condición geográfica: 7.100 islas abiertas al mar, sin los recursos necesarios para financiar la vigilancia de las costas ni llevar a cabo persecuciones policiales.

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