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América Latina El triunfo de la derecha en Chile pone en jaque el ciclo progresista en América Latina

A pesar de que la victoria de Sebastián Piñera refuerza el retorno del neoliberalismo en la región, las próximas elecciones en países como Brasil, Venezuela y México podrían revertir un escenario que se dibuja como inminente.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo, Sebastián Piñera (Chile), Michel Temer (Brasil), Mauricio Macri, Juan Orlando Hernandez (Honduras), Juan Manuel Santos (Colombia) y Pedro Pablo Kuczynski (Perú). REUTERS

Meritxell Freixas

"Un abrazo y mis felicitaciones a @sebastianpinera por su triunfo anoche. Sé que vamos a trabajar juntos para profundizar la relación entre nuestros países y por el bienestar de la región". Es el tuit que posteó el presidente de Argentina, Maurcio Macri, para felicitar a su futuro homólogo en Chile, Sebastián Piñera, tras confirmarse su aplastante victoria contra el candidato del oficialismo, Alejandro Guillier, en las elecciones presidenciales del pasado domingo.

El de Macri fue uno de los muchos mensajes que Piñera seguro recibió la noche del domingo. Sin embargo, entre las líneas que llegaron desde el otro lado de los Andes, se leía un mensaje de complicidad –personal y política– entre ambos personajes. Quizás porque ya intuía los resultados, este año el argentino recibió dos veces al líder de la derecha chilena en Buenos Aires. Ahora, desde sus respectivos palacios, es previsible que la relación bilateral se intensifique.

La victoria de Piñera tampoco pasó desapercibida en el resto de los países del cono sur. Chile se debatía entre girar hacia la derecha o mantenerse con Guillier en el eje socialdemócrata, afín al centro-izquierda en el que se colocó Michelle Bachelet hace cuatro años. El resultado del pasado domingo hizo que nuevamente se repita la fórmula de la alternancia entre gobiernos ideológicamente contrarios, permitiendo que la serie Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera se instale por 16 años en el poder.

El regreso del empresario chileno inicia el fin del ciclo progresista y el retorno a la era neoliberal en Sudamérica, que terminó con el kirchnerismo en Argentina y el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, tras un polémico proceso de impeachment.

A la espera de Brasil

A nivel macroeconómico, el “efecto Piñera” y sus promesas desarrollistas no supondrán ningún cambio relevante en los distintos organismos regionales como el Mercosur, la Unasur o la Organización de Estados Americanos (OEA). Las políticas chilenas seguirán basándose en el libremercado y la apertura comercial hacia los países asiáticos, tal y como lo ha promovido Michelle Bachelet.

Precisamente, la presidenta ha mostrado muy buena sintonía con la centro-derecha regional, en especial con Perú y Colombia, sobre todo tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y sus ambiciones proteccionistas. En este contexto, Piñera se limitará a impulsar políticas continuistas de acuerdos comerciales e inversiones que, desde hace meses, se cocinan en las cancillerías del continente.

Sin embargo, será Brasil el país que tendrá en sus manos la posibilidad de favorecer las dinámicas de estas instituciones tras las elecciones de octubre de 2018. Hoy la disputa para llegar Palacio del Planalto, en Brasilia, se libra entre Luis Ignacio Lula da Silva que, pese a las diversas investigaciones por corrupción, encabeza las encuestas como abanderado de la socialdemocracia, y la ultraderecha del exmilitar Jair Bolsonaro, quien se sitúa segundo en las encuestas.

Los comicios brasileños marcarán la tendencia definitiva en Suramérica, y tendrán una incidencia mucho más fuerte de la que puede tener Chile en términos de política exterior”, señala a Público la doctora en relaciones internacionales de la Universidad de Chile, Lorena Oyarzún.

Según la académica, la “parálisis” a la que hoy está sometida Brasil por su crisis política y económica interna “ha dejado en stand by” la toma de acciones en su política exterior, bloqueando la gestión de organismos regionales como el Mercosur o Unasur, donde el país suramericano ejerce un importante protagonismo, junto con Venezuela. “Son dos países que se encuentran sumidos en crisis políticas internas y tratando de reconstruirse, por eso la presencia de los organismos regionales queda mucho más reducida”, indica Oyarzún.

Así, hablar de giro definitivo hacia la derecha en el cono sur podría resultar precipitado, al menos, antes de conocer quién será el próximo presidente del país más grande de Latinoamérica.

El candidato chileno de la derecha neoliberal, Sebastián Piñera. /EFE

Sebastián Piñera. /EFE

Dos años clave para la región

Desde la otra vereda, Bolivia y Venezuela, liderados por Evo Morales y Nicolás Maduro, observan el retorno de Piñera con muchas más reticencias que sus vecinos y resienten como el movimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), impulsado por Hugo Chávez en Venezuela y Lula en Brasil a principios de los 2000, se desmorona poco a poco.

“La tendencia de hoy es muy distinta a la de entonces”, afirma la Lorena Oyarzún. Para la académica, los países del ALBA “tienen pocas opciones como bloque porque aunque el proyecto antiimperialista, regionalista y contrahegemónico fue muy fuerte, hoy día no existe el consenso de los gobiernos progresistas de izquierda, como Cuba y Venezuela”.

Sin embargo, el dibujo definitivo de los bloques de la región no estará listo hasta 2019. Las últimas elecciones de Honduras, marcadas por las acusaciones de fraude de la oposición y aún sin un resultado definitivo, dieron inicio a un megaciclo electoral de dos años en los que 12 países de América Latina celebrarán elecciones para elegir a sus respectivos presidentes.

Costa Rica, Paraguay, Colombia -con las FARC por primera vez compitiendo como partido político-, México, Brasil y, eventualmente, Venezuela, convocarán los comicios a fin de 2018. En 2019 la carrera se extenderá con en Bolivia, Argentina, Uruguay, El Salvador, Panamá y Guatemala. En total, un 75% de la población latinoamericana será llamada a las urnas.

América Latina vive inmersa en un escenario dinámico y cambiante, muy marcado por la pérdida de confianza con la clase política y un bajo crecimiento económico. Sólo una eventual victoria del chavismo en Venezuela, el triunfo del progresismo de Lula en Brasil y la confirmación de los sondeos en México, que señalan como ganadora a la izquierda de Andrés Manuel López Obrador, permitirían a la región jugarse todas las cartas para volver al ciclo del progresismo latinoamericano.

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