Público
Público

El derecho a caminar sin miedo o cómo la vuelta a casa es distinta para las mujeres

La relación de las mujeres con el espacio urbano está atravesada por la sensación de inseguridad. Rediseñar la ciudad y educar en igualdad desde edades tempranas son clave para dejar atrás el miedo.

Imagen de archivo de una manifestación bajo el lema 'De camino a casa me quiero libre, no valiente' en Montevideo, Uruguay, a 09/03/2017.
Una manifestación bajo el lema 'De camino a casa me quiero libre, no valiente' en Montevideo, Uruguay, en 2017.- Andres Stapff / Reuters.

Ana se dispone a volver a casa. Tiene 27 años y cada vez su instinto le hace tomar más medidas de precaución. "Para mí, el miedo tiene que ver con la oscuridad. ¿Qué instinto tengo cuando me asalta la ansiedad al volver a casa de noche? Intento llamar a alguien y si es videollamada, mejor, porque me siento más segura", explica.

Mirar de reojo cuando pasa alguien cerca. Masculinizar la forma de andar para aparentar más fuerza. O empuñar las llaves como si fueran un arma disuasoria. Son prevenciones que se repiten en el camino de vuelta a casa de muchas mujeres. "A veces, voy con las llaves en la mano para correr y abrir rápido la puerta pero también como posible método de defensa. En trayectos largos, aunque pueda hacerlo andando, si tengo dinero, cojo un taxi", cuenta Ana.

Marian sufrió dos episodios seguidos de acoso callejero en siete minutos; lo que tarda del metro a su portal

Marian toma precauciones similares. En una ocasión, al salir de la boca del metro hacia su portal, sufrió dos episodios de acoso callejero. La distancia entre uno y otro era de siete minutos. "En ese tiempo me acosaron dos grupos de hombres", dice. Tiene 28 años y le cuesta recordar todos los incidentes de este tipo que ha sufrido: "Como es la tónica general, te vas olvidando", explica. Pero este lo recuerda nítidamente.

"Me empezaron a decir cosas. Eran tres o cuatro en la puerta del bar. Me llamaron guapa y me silbaron. Yo pasé de largo, pero dos de ellos me siguieron. Empecé a plantearme qué hacer, por dónde escapar. El corazón me iba ya muy rápido. Y, de repente, cuando dejaron de seguirme y ya estaba tranquila, apareció otro grupo de hombres. Esta vez cinco o seis. Me preguntaron que adónde iba yo sola. Me dio más miedo porque eran más, pero estaba cerca de casa. Los dejé atrás y llegué a mi portal", cuenta.

Las mujeres toman estas medidas por dos razones: la incidencia del acoso callejero y la educación machista que responsabiliza a las mujeres de no ser agredidas. Las miradas intimidatorias, los comentarios sexuales, los silbidos o los "piropos" a gritos son algunas de las manifestaciones del acoso.

Un 78% de las mujeres ha sufrido acoso callejero y de ellas, el 40% no vuelve a pasar por la zona donde ocurrió

Un estudio de la ONG Plan International sitúa en un 78% las mujeres que ha sufrido acoso callejero. El informe, (In)seguras en las ciudades, que cuenta con más de 21.000 entrevistas a mujeres de 22 ciudades alrededor del mundo, reveló que un 40% de ellas no volvían a pasar por el lugar donde fueron acosadas. Además, la mayoría no denunció porque la frecuencia del acoso hace que se normalice, tal y como le pasó a Marian.

Combatir el miedo con coeducación

La cultura de la violación y el alarmismo como impulsores del miedo

Ana, sin embargo, nunca ha sufrido un episodio de acoso callejero, pero el miedo sigue ahí. "¿De dónde me viene? De lo que veo en los medios y de lo que me ha inculcado mi madre", asegura. Aquí entra en juego la cultura de la violación y su faceta mediática: construir el terror sexual de las mujeres a través de la alarma. Los violadores son percibidos como monstruos nocturnos que acechan por las noches.

"Las estadísticas nos dicen que esto no es así y que la mayoría de los agresores son personas del entorno cercano. Tampoco es verdad que la nocturnidad sea un factor de riesgo. Sin embargo, esta es la noción que hemos aprendido y que opera en la percepción de la seguridad de las mujeres", explica Lionel S. Delgado, doctor de Sociología en la Universitat de Barcelona y experto en el estudio del espacio urbano desde la perspectiva de género.

Esta forma de entender el miedo vinculado al terror sexual aparece reflejada en el libro Microfísica sexista del poder, de la investigadora Nerea Barjola. El texto analiza cómo opera el alarmismo en el relato mediático del caso Alcàsser. "Aquí hay mucho de disciplina porque, aunque el acoso no sea constante, el miedo sí lo puede ser", explica Delgado.

El alarmismo aleja a las mujeres de sentirse empoderadas para transitar la ciudad. "Hay que decirles a las mujeres que no son un ente pasivo ante el acoso, pero, desde luego, apelar a los hombres. Todavía queda mucho por hacer en ese sentido. Por mucho que diseñes espacios seguros y empoderes a las mujeres, sin concienciación de ellos y educación a edades tempranas, seguirá ocurriendo", asegura el experto.

Daniel o cómo la coeducación evita el miedo y el acoso: "Me siento mejor si cruzo la calle y le evito a ella el mal rato"

Es algo que entiende Daniel, un chico de la misma edad que Marian y Ana. "Yo puedo percibir qué siente una mujer cuando voy detrás de ella", asegura. Por eso toma sus propias medidas. "Me siento mejor si cruzo la calle y le evito el mal rato. Esto me tranquiliza a mí y a ella", dice.

Daniel cree que es el "contexto" aprendido de una mujer sola caminando por la calle de noche el que establece la violencia. "El contexto en sí puede ser incómodo para ella, pero, claro, es peor cuando me percibe detrás", explica. Por eso prefiere cruzar la calle a adelantar. "Esto lo he aprendido porque me he criado en un entorno femenino, escuchándolas", termina.

Tejido social y rediseño del espacio público

Con sus trabajos de investigación, Delgado observó cómo una gran cantidad de mujeres se sentían seguras al conocer a gente en sus barrios. Si sus vecinas y vecinos las conocían, sentían menos inseguridad. Así, propone dos claves como solución más allá de lo educativo: fomentar el tejido social y rediseñar  los espacios públicos para evitar los "puntos ciegos".

Rediseñar el espacio para terminar con los puntos ciegos: "Todo lo que dificulta la visión es percibido como potencial espacio de riesgo"

"Hay una serie de puntos negros de la percepción de peligro que están relacionados con el imaginario de la oscuridad. Portales de vivienda muy profundos, por ejemplo. Los pasos a desnivel (bulevares) para bajar de una calle a otra. Las plazas oscuras con mucha vegetación. Todo lo que dificulta la visión es percibido como potencial espacio de riesgo", explica.

Delgado referencia al Col·lectiu Punt 6, un grupo de arquitectas y urbanistas que trabaja para construir ciudades que hagan sentir más seguras a las mujeres. Sus proyectos pasan por los mismos dos puntos que propone el sociólogo y ya han trabajado en 400 proyectos en más de 130 ciudades del mundo. 

Privilegios y mirada interseccional

En la vuelta a casa tampoco es lo mismo poder coger un taxi que no tener dinero para hacerlo. O ser una mujer blanca que una mujer negra. O disidente. A la hora de sufrir acoso puede existir una doble o triple discriminación.

Lionel Delgado, sociólogo: "El imaginario asocia la peligrosidad al color de piel o a la pobreza"

Asimismo, con los agresores también opera el marco interseccional. "La mayoría son hombres blancos de mediana edad, pero el imaginario asocia la peligrosidad al color de piel o a la pobreza", explica Lionel Delgado. Así, se debe evitar universalizar la experiencia del agresor como un monstruo plagado de estereotipos racistas o clasistas. 

Pero ¿podemos hablar entonces de un privilegio de los hombres al caminar sin miedo? En opinión de Delgado, habría que "destruir" esa conceptualización. "La cuestión del privilegio es confusa y por eso mismo genera conflicto. Al hablar de seguridad en el espacio público, hablamos de un derecho no garantizado para las mujeres y otras poblaciones. Sin embargo, la idea no es renunciar a este derecho, sino expandirlo. Por eso, no es en sí un privilegio", concluye.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?