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Los vetos de los partidos evidencian la inutilidad del papel del rey como árbitro político

Felipe VI no protagonizó el acto solemne de apertura de legislatura tras las elecciones del 20-D. Hoy vuelve a llamar a consulta a los partidos, obligado a esperar hasta que un candidato decida aceptar su encargo de formar gobierno, algo para lo que no hay ningua limitación temporal hasta que no se celebre la primera votación de investidura

Felipe VI durante su primer discurso como rey en el Congreso de los Diputados.- EFE

JUAN ANTONIO BLAY

MADRID.- El rey Felipe VI parece estar gafado con el estamento parlamentario. Se agotó la XI Legislatura y, debido a su peculiar desarrollo, el jefe del Estado se quedó sin protagonizar la sesión solemne de apertura de la legislatura, una tradición que se mantenía desde 1979 y que el anterior monarca cumplió a rajatabla. Iba a ser su primera actuación ante los parlamentarios desde que asumió la corona en junio de 2014.

En la legislatura que ha echado a andar el pasado día 19 la historia lleva camino de repetirse. El reglamento de la Cámara baja, no obstante, es muy taxativo al respecto en su artículo 5: “Dentro del plazo de los quince días siguientes a la celebración de la sesión constitutiva, tendrá lugar la solemne sesión de apertura de la legislatura”.

Ese plazo se cumple el próximo día 3 de agosto. Pero de momento ninguna formación política tiene en mente iniciativa alguna para que se celebre esa sesión, que debe ser convocada por la Mesa de la cámara. Este órgano director de la actividad parlamentaria se reúne este miércoles pero en su agenda tiene como punto principal la autorización de los grupos parlamentarios, un asunto que trae polémica.

“Las preocupaciones están en otros ámbitos”, asegura un miembro de la dirección de un importante grupo parlamentario. “Primero debe aclararse si habrá sesión de investidura de un candidato a presidir el Gobierno; si no es así no habrá legislatura por lo que no tendría sentido una sesión de esas características”, añade una parlamentaria con varias legislaturas a sus espaldas.

Tradicionalmente, la sesión solemne de apertura de la legislatura se ha celebrado tras la investidura del presidente de Gobierno de turno y con un Ejecutivo con plenas competencias; siempre dentro el plazo que marca el reglamento del Congreso. Solo hubo una excepción: en 1996 se retrasó casi un mes hasta que Aznar fue investido tras cerrar un pacto con CiU y el PNV. Fue el propio Aznar quien exigió que fuese así.


La última sesión solemne de apertura de legislatura se celebró el 27 de diciembre de 2011, justo el día que se cumplía el plazo que fija el reglamento de la cámara. Rajoy había resultado investido seis días sin problemas gracias a la mayoría absoluta que le dieron las urnas en las elecciones generales de ese otoño.

Aquella ocasión fue la última vez que el actual rey emérito Juan Carlos se dirigió a los miembros de ambas cámaras antes de firmar la abdicación de la corona en junio de 2014. La sesión apenas tiene una duración de algo más de media hora y en ella hacen uso de la palabra quien preside el Congreso de los Diputados, que lo es a su vez de las Cortes Generales, y el jefe del Estado.

Su discurso, que está visado por el Gobierno de turno, suele tener un marcado carácter institucional, alejado de polémicas puntuales. Desde el principio se pretendió con este acto emular sesiones similares que se llevan a cabo en las monarquías parlamentarias europeas, pese a la existencia de varios modelos entre ellas.

En esta XII Legislatura todo apunta a que el actual jefe de Estado deberá esperar, como mínimo, más allá de los 15 días reglamentados para acudir al Congreso de los Diputados a cumplir con este trámite, en el que todavía no se ha estrenado. Si finalmente lo logra será ante un hemiciclo con una composición muy diferente a la que tuvo delante el día de jurar la Constitución como Felipe VI.

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