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REFERÉNDUM DEL 1-O Cuando la imagen decantó la batalla política entre los dos relatos del 1-O

Si la previa al 1-O se jugó en el ámbito de la palabra, la resaca que nos deja la jornada pasa necesariamente por esa videoteca móvil que evidencia con temblorosa eficacia el fracaso de la política.

Cargas policiales en Catalunya en el día del referéndum.- REUTERS

Poco o nada pueden hacer un puñado de palabras ante la mirada impotente de una anciana con una brecha en la cabeza. “Construir relato”, algo básico en la disputa política, encuentra en el uso (y abuso) del lenguaje su munición más liviana, y en la imagen (icónica) su artillería más pesada. De la encarnizada batalla por simbolizar el término democracia, surgen escaramuzas verbales que enfrentan referéndum con acto de sedición, o desafío soberanista con hoja de ruta. Si la previa al 1-O se jugó en el ámbito de la palabra, la resaca que nos deja la jornada pasa necesariamente por esa videoteca móvil que evidencia con temblorosa eficacia el fracaso de la política.

La pugna ahora es otra. Opongan, por ejemplo, la más refinada estrategia discursiva con la secuencia de un antidisturbios lanzando a un ciudadano escaleras abajo, o el eufemismo más logrado con la imagen de una urna inserta en una bolsa de basura. Como explica el asesor de comunicación Antoni Gutierrez-Rubi, “la urna y el voto son la antítesis visual y emocional a la fuerza, si tuviéramos que buscar dos imágenes que reflejaran mundos y marcos mentales totalmente contrarios son estas dos, el contraste de estas imágenes tiene un balance desolador para la estrategia del Gobierno”.

En efecto, el poder de las imágenes no entiende de ambigüedades ni de cobijos léxicos. La gestión “analógica” que el Gobierno ha hecho de esta crisis queda en evidencia a golpe de tuit. “Lo que vimos este domingo es la mutación transmedia de los eufemismos de las palabras a los iconos que producen las imágenes, el Gobierno no ha entendido que se enfrenta a un mundo digital y que su actuación iba a generar imágenes de gran calado, quizá pueda esconderse tras la ambigüedad de las palabras, pero negar la desproporción policial que hemos visto es mantenerse ajeno a la realidad, lo cual es muy preocupante”.

Otra arista que nos deja esa profusión en redes de secuencias bélicas protagonizadas por la Policía es, según el catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política Víctor Sampedro, el desmantelamiento de un discurso que el Gobierno ha tratado de imponer desde el inicio de la crisis, a saber; el de una masa aborregada por la élites independentistas. “El uso que hace la televisión pública catalana de dichas imágenes a lo largo de la mañana evidencia una falla en ese discurso del Ejecutivo. Si no hubiese base social, si todo esto fuera una construcción oportunista de la clase privilegiada, TV3 no hubiese utilizado las imágenes tal y como lo hizo”.

Así, lo que en un inicio pudo contemplarse desde el Gobierno como meras postales intimidatorias de lo que podría ocurrirle a usted, ciudadano medio, si flirtea con la posibilidad de dejarse caer por el colegio electoral, pasaron a convertirse —según Sampedro— en “palancas de acción colectiva que, tras cada discurso del Gobierno sobre legalidad y respeto constitucional, mostraban a pantalla partida un cuerpo social sin ningún identificativo de marginalidad —clases sociales de todos los estratos— siendo vapuleadas de forma desproporcional”.

Auctoritas vs. Potestas

El politólogo y miembro de Politikon Pablo Simón identifica en esa pugna entre la dialéctica decimonónica del Gobierno y la capacidad movilizadora de las imágenes un planteamiento hobbesiano por parte del poder: “Rajoy parece que está constantemente aplicando el Leviatán, es decir, esa idea de que si se incumple la ley, el Estado tiene que actuar sin reparar en costes dando una respuesta propia del siglo XIX. Pero es que estamos en el XXI y existe un elemento fundamental que es la construcción de un imaginario legitimador de las acciones que llevas a cabo”.

Es precisamente ese “imaginario legitimador” que apunta Simón el que se ha visto perjudicado tras el 1-O, fruto de una estrategia equivocada que subestimó el poder aglutinador de la imagen. “No es lo mismo la capacidad que tienes para ejercer el poder, algo que te da la potestas, que echar mano de la auctoritas, que deriva de la legitimidad de las acciones que estás tomando. Lo que ocurre es que si el Estado se propasa en el cumplimiento de la ley o tiene una reacción coercitiva excesiva puede tener un problema de pérdida de legitimidad del ejercicio”.

Según apunta este joven politólogo, el Gobierno tenía dos posibles opciones igualmente “eficaces” para sus intereses pero ha optado por quedarse en tierra de nadie. “O eliges clausurar todos los colegios dos días antes y te evitas las fotos, o vas al escenario contrario, bloqueas los sistemas informáticos y asumes que la votación no tiene ningún tipo de legitimidad. El Gobierno ha perdido todos los frentes y ha puesto al Estado en una situación muy complicada que nos aboca a una crisis constitucional”.

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