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Cinco claves que explican por qué Rajoy no acepta una mediación con Catalunya

La sociedad civil catalana, la Iglesia, los partidos que defienden la España plurinacional, Mélenchon... Gobierno y Generalitat han tenido multitud de ofertas para ayudar en un diálogo que impida llegar a la vía judicial y repetir las escenas de violencia

Una joven sostiene un cartel que muestra al presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, y al dictador Francisco Franco, sobre el mensaje "Democracia", durante la manifestación en repulsa de las escenas de violencia policial que se vivieron el 1-O. REUTERS/Eloy Alonso

Mediar entre el Gobierno central y la Generalitat de Catalunya, sentar en una mesa a Mariano Rajoy y Carles Puigdemont para establecer un diálogo que impida hacer más profundas las heridas que abrió el 1-O. Es la petición lanzada esta semana entre diferentes sectores de la sociedad civil y que ha acabado convirtiéndose en un juego político donde cada ha movido con cuidado sus fichas. La Iglesia, los partidos firmantes de la Declaración de Zaragoza —Podemos, IU, En Comú, En Marea, Compromís, el PNV y los partidos que conforman el Govern de Catalunya, ERC y PDECat— e incluso líderes extranjeros como el del movimiento de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, han propuesto ser la voz neutral que acerque posturas entre unos y otros.

Una de las iniciativas que más lejos han llegado es la del Consell de l’Advocacia Catalana, que tomando una propuesta de "la sociedad civil catalana, de diferentes instituciones, asociaciones, universidades, sindicatos, patronales", han pedido a Gobierno y Govern "diálogo, conciliación y mediación". Lo explica la decana del Consell, Maria Eugènia Gay, que informa de que se han reunido en los grupos parlamentarios del PSOE, Podemos y los diferentes partidos independentistas, que lo han considerado "una buena idea". 

Durante la tarde de este viernes se han visto con Puigdemont, mientras que han enviado una carta a Rajoy con el mismo ofrecimiento. "Por el momento estamos a la espera de noticias, esperamos que en los próximos días nos pueda decir alguna cosa", revela Gay en conversación con Público. El presidente, no obstante, zanjó este jueves cualquier posibilidad de diálogo: "La unidad de España no es objeto de ninguna mediación ni de ninguna negociación". Estas son las cinco claves por las que las propuestas de diálogo no han cuajado:

Posturas inasumibles

"El problema entre el Gobierno y la Generalitat no es de comunicación"

"Tenemos que asumir que el problema que tenemos entre Gobierno y Generalitat no es de diálogo, de ruptura de la comunicación entre ellos", explica el profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III Pablo Simón. No es que Rajoy y Puigdemont no puedan hablar, es que saben muy bien lo que van a decirse y sus posturas están demasiado alejadas. "De ninguna manera pueden aceptar la posición de máximos del otro sin suicidarse. Ni Puigdemont ni Junts Pel Sí pueden dar un paso atrás porque su coalición se descompondría, ni el Gobierno de España puede aceptar, bajo una situación de presión, transigir siquiera con la idea de plantear un referéndum en Cataluña", continúa el politólogo. 

Reconocimiento de la legitimidad de la Generalitat

La portavoz adjunta de Podemos en el Congreso, Ione Belarra, el partido que juntó a las formaciones que defienden la idea de la España plurinacional en la capital aragonesa, expone que "la Generalitat se ha mostrado sensiblemente más proclive al diálogo que el Gobierno central". De hecho, los partidos que forman la coalición de Junts pel Sí, acudieron a la cita ante el llamamiento morado, mientras que el PP y el PSOE rehusaron.

Belarra expone que en los procesos de mediación política, "el paso número uno es reconocer al otro como un actor válido en el proceso de diálogo, y en este momento nos encontramos con un bloqueo del Gobierno del PP". Pablo Simón adelanta que, tal y como se ha preparado la mesa, "supone una cesión inaceptable para el Gobierno", puesto que implicaría "el reconocimiento de que existe un actor, con razones legítimas y fundadas para sus pretensiones, con el que se establece una relación de igualdad, es decir, estaría reconociendo soberanía en el Parlament de Catalunya". Algo que nunca va a ocurrir, opina el politólogo. 

El rey

"La mediación es lo único ya que nos puede dar esperanza, hay muchos catalanes, instituciones, sectores profesionales, etc. que consideramos que la situación en Catalunya ha quebrado la paz social, la coexistencia… Esto requiere necesariamente la intervención de un tercer factor que ayude a crear una atmósfera para conseguir la normal convivencia", relata —sobre su propuesta de mediación— la decana del Consell de l’Advocacia Catalana.

Sin embargo la figura del tercer factor, a la que la Constitución asigna el papel de "árbitro", no es la sociedad civil sino el rey. Pero Felipe VI, lejos de llamar al diálogo para restablecer la paz social, fue acusado por multitud de actores de hacer un discurso de parte. Solo PP y Ciudadanos alabaron sin ambages la actitud del monarca, que no hizo ninguna referencia a los más de dos millones de catalanes que votaron el 1-O ni pidió perdón por las escenas de violencia policial, por las que el Estado ha recibido la reprimenda de la ONU, el Parlamento Europeo o Amnistía Internacional. Al contrario, su postura dejó fuera de la ley a la mitad del arco parlamentario catalán y reafirmó al núcleo duro conservador que pide la aplicación del artículo 155 de la Constitución. 

Todo que ver con Catalunya. Nada que ver con Catalunya

No es casualidad que los partidos que defienden la España plurinacional hayan hecho movimientos en pos de una salida dialogada del conflicto para evitar que sean los tribunales los que diriman en un problema claramente político. Ni que en el otro lado hayan quedado el PP, el PSOE y el rey. "Los partidos del regimen del 78 no han entendido en qué momento se encuentra la historia de nuestro país y hasta qué punto con la cuestión catalana nos estamos jugando la España que queremos para hoy, pero sobre todo para mañana", afirma Belarra: "No entender la cuestión plurinacional supone atrincherarse en la Moncloa y no querer mirar hacia afuera. Lo que se rompa ahora va a ser muy difícil de recomponer en el futuro, y esto lo dice una navarra".

El presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en su declaración en el Palacio de la Moncloa la noche del 1-O. REUTERS/Sergio Perez

El presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en su declaración en el Palacio de la Moncloa la noche del 1-O. REUTERS/Sergio Perez

"La firma de la Declaración de Zaragoza es una jugada que no va tanto a conciliar entre las dos partes como a reemplazar al Gobierno de España"

Podemos y los firmantes de la Declaración de Zaragoza se reunieron para desbloquear la cuestión catalana. Un plan a corto plazo con "muy poco recorrido", avisa Simón, pero que abre otras posibilidades. "Es una jugada que no va tanto a conciliar entre las dos partes como a reemplazar al Gobierno de España. Entiendo que es el paso previo para establecer contactos y tentar al PSOE en algún momento para hacer una moción de censura que desaloje a Mariano Rajoy con un Gobierno de mínimos. Es un escenario posible a medio plazo, de aquí a seis meses", estima el politólogo, que cree que el PP podría responder con la carta de convocar elecciones anticipadas. "Lo que está claro es que la crisis catalana se va a llevar por delante a mucha gente, y esto no ha hecho más que empezar".

Tapar su propia corrupción

"Corrupción, el tema del que no se habla en España por culpa del (o gracias al) referéndum de Cataluña", titulaba la BBC una información previa a la consulta del 1-O. Tanto las posicionamientos que exaltan el independentismo como los honores a la bandera española y a la idea de patria —relacionada solo con su unidad— se han multiplicado en las últimas fechas, mientras que nada se habla de los casos de corrupción y los recortes que siguen ejecutando los partidos que más los agitan.

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