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El año en que Moreno Bonilla logró mayoría absoluta en las urnas y luego la consolidó en las encuestas 

El presidente de la Junta apenas sufre desgaste después de trabajarse una imagen de hombre moderado y talante conciliador que no se corresponde con sus políticas liberales: supresión de impuestos a los más ricos y cambios legislativos que favorecen el negocio privado con la sanidad y la educación, pilares del Estado del Bienestar.

El presidente andaluz, Juanma Moreno, la noche electoral.
El presidente andaluz, Juanma Moreno, la noche electoral. Eduardo Briones / Europa Press

En junio de 2022 se produjo en Andalucía un hecho político de primer orden. En una Comunidad Autónoma que el PSOE había gobernado durante 37 años de los 40 de la autonomía y solo una vez había quedado en segundo lugar (en 2012), el PP de Juan Manuel Moreno Bonilla obtuvo una histórica mayoría absoluta.

Andalucía es la comunidad más poblada, la que más diputados aporta al Congreso, y un cambio en la hegemonía, de consolidarse en las próximas municipales, podría cambiar las dinámicas electorales. El PSOE, al perder un granero tradicional, necesitaría más votos que nunca en otros lugares, singularmente en Catalunya, el siguiente territorio con más diputados al Congreso.

Las encuestas hablan de que Moreno ha logrado consolidar del todo su poder y goza en este momento de una sólida posición.

En esos cuatro años desde que llegó al poder (al principio de la mano de  Ciudadanos con los apoyos externos de Vox, con quienes aprobó tres presupuestos), pandemia por medio, se ha construido una imagen de hombre moderado, sereno, de talante conciliador, con capacidad de aglutinar voluntades, que huye del lío por el lío y que, en sus discursos públicos, nunca saca los pies del tiesto.

Sin desgaste

Moreno ha sabido jugar sus cartas en el terreno de lo simbólico. Ahí quedan para la hemeroteca su abrazo con el fundador del Partido Andalucista Alejandro Rojas Marcos y su recibimiento a la familia de Manuel José García Caparrós, muerto el 4D de 1977, lo que le ha permitido, al mismo tiempo, alejarse de Vox y descolocar al PSOE. Esa política, ejecutada con precisión, con una agenda de repleta de actos sin aristas, ha calado entre el electorado moderado y Moreno apenas asume desgaste tras estos años en el Gobierno. 

La última encuesta del Centro de Estudios Andaluces, que depende de su Gobierno, revela que su gestión no causa rechazo: solo el 22,5% califica su trabajo en la Junta de malo o muy malo, por el 53% que lo considera bueno o muy bueno –para el 23% es regular–.

Moreno, según esta lectura, ha sabido aprovechar la oportunidad que se le presentó, contra pronóstico, hace cuatro años y ha sabido, en términos políticos, moverse con habilidad y tiento en un contexto de profundo desgaste del proyecto del PSOE, agotado tras casi cuatro décadas de gobiernos ininterrumpidos y lastrado por la losa de la corrupción de los ERE. 

"Moreno ha consolidado un talante dialogante, lo que reporta tener un índice de rechazo muy bajo. Por otro lado el PSOE no consolida el liderazgo de Espadas, lo cual le conviene mucho al PP y Vox está muy diluido", analizan fuentes del PP, que creen que su partido va a dar una fuerte batalla en las municipales, tanto en Ayuntamiento como en Diputación, en Sevilla y Granada, dos plazas hoy en manos del PSOE.

Hacia la derecha

Otra cosa son sus medidas, sus hechos como gobernante que, en la consideración de la que goza Moreno, no tienen en este momento, apenas relevancia. Así, no le ha perjudicado el hecho de que todas las medidas aprobadas por sus gabinetes en este tiempo hayan mirado siempre hacia la derecha.

El Gobierno andaluz modificó las leyes educativas (lo que le costó una huelga sectorial) y favoreció con ello el negocio privado y la educación católica. La liquidación de la subasta de medicamentos ha elevado el gasto de la Junta en este capítulo y por tanto ha aumentado los ingresos de las farmacéuticas.

Además, Moreno entregó la pasada legislatura las políticas feministas –ahí está el teléfono de violencia intrafamiliar y las ayudas a entidades antiabortistas, que se dieron en Andalucía por primera vez la legislatura pasada, además de la parálisis en el desarrollo de la Ley de Igualdad– a la ultraderecha a cambio del apoyo a sus presupuestos. 

Y, como colofón, en un contexto de deterioro de los servicios públicos, necesitados de una fuerte inversión, Moreno ha ejecutado una política fiscal que ha beneficiado más a quien más tiene y a quien más ingresa. Además de rebajas regresivas del impuesto sobre la renta, Moreno ha liquidado en este tiempo el Impuesto de Patrimonio (y ha recurrido el impuesto a la riqueza estatal), que solo pagan los más ricos entre los ricos, y el de Sucesiones y Donaciones, que solo pagaban los millonarios cuando llegó al Ejecutivo, tras las modificaciones acometidas por los últimos gobiernos socialistas.

Tampoco tiene influencia en su consideración popular el hecho de que sus recetas neoliberales no han tenido un impacto positivo a la hora de reducir la gran brecha andaluza: las tasas de convergencia con el resto del país. Moreno y sus gabinetes no han cambiado la inercia que se inició tras la caída de Lehman Brothers en el año 2008 y Andalucía sigue, en términos de riqueza un 25% por debajo de la media del país y es la última comunidad en PIB per cápita, según los últimos datos oficiales

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