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Una reforma constitucional que relaciona transformación social y lenguaje 

La modificación del artículo 49 de la Constitución apuesta por sustituir "disminuido" por "persona con discapacidad", un cambio que responde a años de reivindicaciones sociales. 

Varios diputados aplauden a representantes de colectivos de personas con discapacidad que asistieron al Congreso en Madrid, a 18 de enero de 2024.
Varios diputados aplauden a representantes de colectivos de personas con discapacidad que asistieron al Congreso en Madrid, a 18 de enero de 2024. Eduardo Parra / EP

El Congreso de los Diputados acaba de aprobar la reforma del artículo 49 de la Constitución. Uno de los cambios es sustituir el sintagma "disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos" por "personas con discapacidad".

La alteración obedece a un proceso habitual en la lengua. En el español estándar, y en las lenguas de nuestro entorno, la definición "personas con discapacidad" es de uso común desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el texto constitucional se quedó fosilizado en una designación habitual en los años 70 del siglo pasado que hoy se ve como poco adecuada.

Palabras tabú

En la lengua existen numerosos términos considerados tabú. Son formas "prohibidas" que deben reemplazarse por palabras que no estén connotadas negativamente, los denominados eufemismos. Las razones para ello son muchas.

Desde hace mucho tiempo, están presentes en la lengua los tabúes del miedo y del respeto. Algunas religiones consideran blasfemo mencionar el verdadero nombre de Dios. Hay quien cree que nunca se debe mentar a "la bicha" (la serpiente) y los magos del universo de Harry Potter evitan decir el nombre de Lord Voldemort.

También son muy evidentes los tabúes vinculados a la sexualidad, las funciones reproductoras y las excretorias. Se considera que su sola mención atenta contra la decencia y el pudor, conceptos relativos según las épocas, sociedades y lugares, tal y como comentaremos más adelante.

Un ejemplo muy claro de sustitución de un término tabú por uno o varios eufemismos sucedió con el término retrete. Originalmente, designaba "el aposento pequeño y recogido en la parte más secreta de la casa y más apartada", tal y como Sebastián de Covarrubias explica en Tesoro de la lengua castellana o española.

De un modo similar se define la misma palabra en los diccionarios de la Real Academia Española de los años 1737, 1780 y 1791. En cambio, en la edición de 1803 se añade un nuevo significado: "El cuarto retirado donde se tienen los vasos para exonerar el vientre". Una vez introducido este nuevo significado, era cuestión de tiempo que este término se considerase poco delicado y se introdujese un nuevo eufemismo. Por ejemplo, y en momentos diferentes: aseo, servicio o cuarto de baño.

Un miedo que existe cuando se plantea el uso de nuevos términos es que se intente ocultar o invisibilizar la realidad. En la novela distópica 1984, se plantea el concepto de "neolengua" (en su formulación original en inglés, newspeak), cuyo objetivo era limitar el pensamiento crítico de la sociedad. Podría relacionarse con estos eufemismos: la "austeridad" (recortes en el gasto público), los ajustes de plantilla (despidos) o las "víctimas colaterales" (civiles asesinados) son formas referencias frecuentes en los medios de comunicación de todo el mundo.

Resulta muy interesante cómo se está utilizando el inglés para introducir conceptos que suenan más frescos y atractivos que su alternativa más realista (y dura) en español. Practicar el coliving, por ejemplo, tiene más gancho que "compartir piso por no poder pagar la vivienda".

Llamar a las cosas por su nombre

Puede criticarse cómo se evita de esta forma la mención explícita de realidades negativas, contribuyendo a ocultarlas o a negar su gravedad. Así, puede entenderse la reivindicación de "llamar a las cosas por su nombre", desde los despidos (y no "ajustes de plantilla") a los productos menstruales (mejor que "productos de higiene femenina").

El daño que puede causar utilizar elisiones, rodeos y metáforas para denominar realidades ha sido puesto de manifiesto también en el caso de la enfermedad, específicamente del cáncer, la "larga enfermedad".

Cambio social

Sin embargo, el cambio aprobado en la Constitución no parece ser comparable a estos últimos ejemplos. Ha habido una modificación bastante generalizada de sensibilidad social que ha sido el motor de una variación ya realizada en los usos lingüísticos. Ya no es usual ni está bien considerado, en la mayoría de los ámbitos sociales, hablar de "inválidos", "subnormales" o "retrasados", como se hacía hace unas décadas.

Se prefiere hacer énfasis en la persona, no en la discapacidad. Dicho de otro modo, considerar que las personas no son solamente su discapacidad y expresar esta como un complemento que acompaña a sustantivos cuando resulta relevante. Esto es lo que se propone para el nuevo texto legal, que habla de "personas con discapacidad" para sustituir el término "disminuidos". Además, se emplea así una definición inclusiva y se evita el uso del masculino genérico, entendido por una parte de la población como problemático.

El rechazo a términos como disminuido, discapacitado y otros similares está impulsado por las propias personas de estos colectivos, cuya opinión es necesaria.

En resumen, este es uno más de los muchos cambios en la lengua causados por una realidad en continua evolución. Pero también por nuevas ideas y sensibilidades sobre esa realidad y sobre el mismo uso de la lengua. Esto ha ocurrido desde tiempos inmemoriales y seguirá ocurriendo, nos guste o no.

No hay duda de que los hablantes quieren usar la lengua de modo que exprese su manera de ver el mundo y que les represente, pues también es identidad. Somos quienes somos —también— por cómo hablamos. Como dice una frase atribuida a Sócrates: "habla para que yo pueda conocerte".

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

The Conversation

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