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“Sobrevivir a un accidente es
cuestión de suerte. Lo difícil
es seguir viviendo después”

Las víctimas del Alvia siguen reclamando justicia y responsabilidades políticas tres años después del siniestro de Angrois

Un tren Alvia similar al accidentado en Angrois, pasa por la curva donde todavía permanecen objetos colocados en memoria de las 80 víctimas mortales. EFE

JUAN OLIVER

A CORUÑA. -José Antonio Gayoso viajaba en el segundo vagón de pasajeros. Cuando todo se derrumbó, se llenó de humo y se volvió negro, acudieron a su cabeza tres pensamientos. Primero, que había sido una bomba. Es policía nacional, estuvo destinado en el País Vasco varios años, sobrevivió a tres atentados y fue testigo del dolor que causaron muchos otros. Por eso su segundo pensamiento tras el accidente fue: “¿Por qué yo? ¿Por qué otra vez?”. El tercero, cuando salió del vagón y comprobó la carnicería en la que se había convertido la curva de Angrois, le vino a la mente mientras observaba a los heridos, a los muertos, a los supervivientes. “Dios mío, no saben lo que les espera a partir de ahora”.

Gayoso tiene 54 años, está casado y es padre de una hija. Volvía de Madrid tras declarar en los juzgados de Plaza de Castilla precisamente por otro accidente de tráfico mientras estaba de servicio, y que casi le cuesta también la vida. Su mujer, vasca de Rentería, le aconsejó ir en tren. “Soy el hombre más afortunado del mundo”, dice sin ironía, mientras bebe un café en una terraza frente a una playa cercana a A Coruña, donde vive ahora.

José Antonio no quiere hablar mucho del horror que vio, que vivió y que sintió aquel 24 de julio. “No conviertas esto en algo morboso, por favor. Para eso ya está el vídeo, las fotos, la hemeroteca... Las víctimas no queremos dar pena, sólo queremos justicia”, pide al periodista. Intenta camuflar el dolor, pero lo que no puede contener es la indignación.

“Soy policía. Sé de qué va esto. Cuando cometes un delito lo primero que haces es buscar una coartada para exculparte. Y eso es lo que han hecho los políticos: evadir su responsabilidad y burlarse de nosotros”.

La cadena de afrentas a la que se refiere José Antonio empezó al año siguiente del accidente, cuando el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, entregó la Medalla de Galicia a dos representantes de las víctimas, a quienes el Gobierno autonómico había pagado el viaje y la pernocta en Santiago, mientras centenares de familiares de los 81 muertos, de los más de 140 heridos y muchos de estos se manifestaban, vigilados por una treintena de antidisturbios, en el exterior de la Cidade da Cultura, el fantasmal y ruinoso complejo arquitectónico diseñado durante los años de gobierno de Manuel Fraga.

José Antonio Gayoso pertenece a la Asociación Plataforma Víctimas del Alvia 04155, que lleva tres años reclamando, sencillamente, que se cumpla la ley.

“Empezaron culpando al maquinista por un supuesto despiste, cuando lo cierto es que estaba atendiendo una llamada del interventor de una estación por el teléfono corporativo. Es decir, que no había protocolo alguno que impidiese que alguien llame al conductor en una zona en la que tiene que frenar el tren de 190 a 80 kilómetros por hora”.

El principal reproche es que en esa parte de la vía no había baliza alguna que rebajara automáticamente la velocidad del tren en caso de error humano. “Ahora sí la hay, luego es evidente que la seguridad no estaba garantizada entonces”, añade Gayoso, quien subraya además otro elemento que contribuyó notablemente a que el accidente fuera tan terrible.

“La gente tiene que saber que las infraestructuras gallegas están obsoletas. La vía no estaba electrificada y por eso las cabezas tractoras de ese tren eran híbridas, eléctricas y diésel a la vez. Eso cambia completamente el reparto de pesos del convoy. Si te fijas en el vídeo, cuando la locomotora delantera descarrila, varios vagones, como el que quedó sobre el puente de Angrois, se elevan sobre la vía mientras la locomotora trasera los sigue empujando”.

El pasado viernes, en la localidad de Sada, a unos veinte kilómetros de donde José Antonio charla con el redactor en una terraza frente a la playa, se proyectó el documental Frankenstein 04155, dirigido por Aitor Rei y que recibió una mención especial del jurado en la Seminci del 2015. “¿Que por qué le llamamos Frankenstein? Pues por eso, porque ese tren estaba hecho de piezas inconexas”, explica.

Cuando las víctimas pidieron que se investigara todo eso, empezaron a recibir presiones: les dijeron que poner en duda la seguridad del Alvia podía afectar a la imagen de la Alta Velocidad española en el mundo, en plena negociación de contratos con Estados Unidos, Arabia Saudí y otros países. Luego empezaron a ningunearlas. El PP se negó a abrir una comisión de investigación en el Parlamento Gallego, en una sesión en la que Feijóo apenas se dejó ver, y también en el Congreso de los Diputados. Ambas decisiones contravienen una directiva europea del año 2004 sobre seguridad en los ferrocarriles europeos que no fue traspuesta a la legislación española hasta diez años después.

Curiosamente, uno después del accidente. El artículo 21 de la norma europea exige a los estados miembros que en caso de siniestro grave, las investigaciones deben encomendarse a una comisión independiente no sujeta ni al Gobierno, ni al ente regulador de los ferrocarriles (el Adif en España), ni a la empresa transportista (Renfe), ni a los fabricantes del tren, ni a las aseguradoras...

Cuando esa comisión se creó, la Presidencia recayó en Vicente Rallo Guinot, un ingeniero y economista que trabajó toda su vida en Renfe hasta su jubilación en el 2008 y que fue nombrado por la ministra socialista de Fomento Magdalena Álvarez, que también designó al resto de miembros, y ratificado por sus sucesores, José Blanco y Ana Pastor. ¿Independencia? La propia Comisión Europea desacreditó el informe de esa comisión alegando, precisamente, que no era independiente.

Las víctimas creen que se las sigue ninguneando. El primer juez instructor del caso fue relevado, y su sustituto envió la investigación a la Audiencia Provincial de A Coruña con el maquinista como único imputado. El pasado mes de mayo, la sección sexta de ese tribunal le devolvió el expediente ordenándole que continuara investigando los aspectos relativos a la seguridad de la línea y la posible responsabilidad administrativa. Veinte meses antes, Mariano Rajoy nombró ministro de Justicia a Rafael Catalá, que era, precisamente, secretario de Estado de Infraestructuras y Transportes cuando ocurrió el accidente.

¿Casualidad? Tal vez. Hoy es el Ministro de Fomento interino tras el ascenso de Ana Pastor a presidenta del Congreso. ¿Casualidad? Quizá. Como quizá tampoco fuera intencionado el desplante que la propia Pastor les hizo a los portavoces de las víctimas hace cinco días, cuando rehuyó recibirlos tras confirmar una cita para el martes en la sede de su hasta entonces Ministerio en Madrid. Pero los perjudicados no creen en tantas casualidades. La reunión, con mandos intermedios de Fomento, duró apenas ocho minutos. “Fue una tomadura de pelo”, dijo Jesús Domínguez, presidente de la Asociación 04155.
“La gente cree a los políticos. Es muy difícil sacarles del engaño cuando les mienten.  Muchos piensan que queremos dinero, que sólo nos mueve el dolor, o el rencor. Pero sólo queremos justicia”, dice José Antonio Gayoso, mientras recuerda cómo el tiempo le ha dado la razón cuando, al salir de aquel vagón del Alvia, pensó que lo peor para las víctimas que yacían a su alrededor y sus familias estaba por venir. “Sobrevivir a un accidente es cuestión de suerte. Lo difícil es seguir viviendo después”.

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