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Aumenta la violencia en el CIE de Aluche un año después de la protesta de sus internos

Distintas órdenes han obligado a mejorar la comida y a instalar cámaras de vigilancia en el centro desde aquella mediática protesta, pero SOS Racismo ha denunciado un aumento de las denuncias por malos tratos por parte de los agentes desde este verano.

Un grupo de internos del CIE de Aluche protesta en la azote del centro en octubre de 2016.- EFE

Hace un año, el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche, en Madrid, llenó las portadas de todos los medios cuando un grupo de internos logró encerrarse en la azotea del edificio para protestar de forma visible. 39 personas, casi todas argelinos, denunciaron las pésimas condiciones en las que tienen que vivir, los malos tratos que sufren y las deportaciones aunque la mayoría no haya cometido ningún delito. “Libertad y dignidad”, exigían en una sábana blanca que utilizaron de pancarta.

La situación en este centro no ha mejorado mucho desde entonces. Dos meses después de aquella protesta, el Consejo de Ministros aprobó una partida de 236.000 euros para reparar las “deficiencias” del centro. “Ahora por lo menos tienen un retrete en cada celda. Antes, cuando cerraban la puerta de la habitación, en la que se hacinan hasta nueve personas, tenían que hacer sus necesidades en una botella o en bolsas porque no les dejaban salir”, explica Bana García, portavoz de SOS Racismo Madrid.

La situación en el CIE era tan precaria que incluso un juez tuvo que ordenar que a los internos se les sirviera una comida decente. “Ha habido casos de alimentos en mal estado, de comida con gusanos e incluyo cucharas”, explica García. El juez tuvo que responder el pasado junio a una queja firmada por cien personas que denunciaban también la escasez de comida y agua, y ordenó a la empresa encargada de los suministros que se les proporcionaran raciones adecuadas y jarras de agua fría o con hielo, además de alimentos acordes a las creencias religiosas de los internos.

Pero no son las lamentables instalaciones o la calidad de la comida que reciben los internos lo que más preocupa a los activistas, que llevan denunciando un clima de hostilidad y agresiones fuera lo de habitual desde este verano.

“Cuando venga tu mujer la vamos a follar”

La última denuncia es la de un joven inmigrante que acudió a desayunar el pasado 5 de octubre al comedor del CIE, donde está retenido a la espera de una deportación o su puesta en libertad. Pero el café llegó cargado de “insultos racistas” por parte de los policías que lo custodian. Hubo incidentes debido al “trato humillante” al que son sometidos los internos, afirma este joven.

Tras el desayuno, fue conducido al patio junto a los demás internos. Al poco tiempo llegó un “amplio grupo de policías”, entre ellos, varios antidisturbios. “Cuando venga tu mujer la vamos a follar”, “te vamos a encerrar”, fueron algunas de las cosas que los policías le gritaron antes de que cuatro o cinco agentes comenzaran a golpearle “de manera brutal”. Tras la paliza, fue conducido a una celda de aislamiento, herido, sin ropa de abrigo, sin atención sanitaria. Así pasó 22 horas. “Los compañeros pensaban que no estaba en el CIE y que le habrían llevado a un hospital”, asegura la organización SOS Racimo Madrid en un comunicado del pasado sábado.

Cuando los activistas de SOS Racismo fueron a visitarle días después se lo encontraron “con hematomas en los ojos y heridas por todo el cuerpo”, emocionalmente afectado y sudando intensamente. Según atisbó a relatar, no le vio ningún médico.

Quizás por denuncias como ésta la dirección del CIE modificó “unilateralmente y sin previo aviso, las condiciones para llevar a cabo las visitas de las ONG” y las restringió sólo a los internos que lo pidieran expresamente. Una jueza de Madrid obligó el pasado agosto al director de centro a dar marcha atrás a esa decisión porque “incumplía la propia normativa del CIE”, según el auto. La orden judicial llegó gracias a la denuncia de las ONG Pueblos Unidos-Servicio Jesuita a Inmigrantes, SOS Racismo y Karibu. La juez entendía que esta decisión era “un obstáculo para la labor humanitaria que realizan” estas organizaciones.

Agresiones y malos tratos

Una pequeña victoria entre la barbarie. Pocos días antes de que se conociera la agresión antes descrita, otro interno se dirigía a su celda después de la cena. De camino se cruzó con dos agentes que, según relata a SOS Racismo el propio interno, le propinaron una "brutal patada" en el pecho. "El joven ha estado vomitando sangre posteriormente, lo que ha implicado que tuviese que acudir al servicio médico", apunta la organización.

"Le dieron un brutal patada en el pecho y el joven ha estado vomitando sangre posteriormente", denuncian

Este clima de violencia diaria e impune que describe SOS Racismo fue denunciado por un grupo de 60 internos el pasado sábado. “Esto, señor juez, es un infierno”, decían en una carta al juez de control del centro. En ella daban cuenta de la "múltiples y graves agresiones, tratos racistas, empujones, insultos y amenazas" de los que son víctimas, sobre todo a raíz de la última fuga del CIE.

El pasado 30 de septiembre, mientras el país miraba a Catalunya y el Ministerio del Interior enviaba a cada policía disponible a Barcelona para hacer cumplir la Constitución, 47 internos protagonizaron la evasión. Según la versión policial, hirieron a dos agentes y rompieron la puerta de salida. 26 de ellos fueron localizados en los alrededores del CIE. Del resto se desconoce el paradero, pero según los testimonios, al menos dos de los capturados fueron esposados y golpeados durante varios minutos. “Uno de ellos habría llegado a perder el conocimiento”, dice SOS Racismo. “Los cogieron en un parque cercano, entre diez agentes, y se dedicaron a darles una paliza. Después los llevaron de nuevo al CIE y les denunciaron por atentado contra autoridad y lesiones”, explica García, de la organización que ha podido hablar con ellos. “Pudimos verles las marcas de los golpes y el ojo hinchado. No nos lo inventamos”, incide la activista.

“El CIE siempre ha sido un sitio de no derecho e impunidad"

García explica que la hostilidad ha ido en aumento desde esa fuga y que se están tomando “represalias”, no sólo con quienes intentaron escapar de este Guantánamo madrileño, sino también con los demás internos. “El CIE siempre ha sido un sitio de no derecho e impunidad donde se vulneran los derechos humanos todos los días. Pero desde la fuga hay un ambiente mucho más hostil y mucha ansiedad y nerviosismo entre los internos”, destaca.

Protesta fronte al CIE

El pasado lunes, cientos de personas se manifestaron frente al centro para exigir el fin de la violencia policial y el cierre de los CIES del país. La diputada de Podemos Ione Belarra, visitó a uno de los denunciantes víctima de agresiones ese mismo día. “Estamos muy preocupados por este aumento de denuncias en septiembre”, asegura la parlamentaria, que lamenta que este CIE en concreto “acumula infinidad de denuncias, malos tratos físico y psicológicos”.

Belarra afirma que su grupo parlamentario va a poner en marcha diversas iniciativas para que se esclarezca lo ocurrido, pero se muestra preocupada por la actitud del director del CIE, con quien pudo hablar brevemente. “Rechaza la veracidad de estas denuncias y eso es preocupante, porque dificulta que se investigue hasta el final y que no se repitan esos abusos de nuevo. También es destacable que se criminalice a las ONG que velan por el cumplimiento de los derechos humanos, a quienes se acusa de inventarse denuncias”, relata.

Expulsión de quienes denuncian agresiones

Durante este verano, los activistas han denunciado otros casos de agresiones. Uno es el de Said, a quien un grupo de agentes le propinaron “diversos golpes por todo el cuerpo causándole lesiones en el ojo, la nariz, la barbilla, la espalda, la pelvis y el brazo”. Todo ocurrió en su celda, donde no hay cámaras de seguridad. De hecho, hasta hace pocos meses no había cámaras en este CIE. Se instalaron tras otro mandato de un juez.

"Los CIES son sólo almacenes de seres humanos, peores que las cárceles", dice el juez que vigila el CIE de Aluche

Said fue atendido por el servicio médico del centro, pero denunció que no se le entregó una copia del informe médico. “En uno de los casos que denunciamos se han decretado medidas cautelares. El denunciante fue expulsado poco después de poner la denuncia. El proceso penal sigue su curso, pero él ya no está en España”, critica García.

Esa es otra de las críticas, no sólo de las ONG y colectivos que asisten a los internos, sino del propio juez de vigilancia del CIE, Ramiro García de Dios, quien lamenta la práctica habitual. En una entrevista  en RNE, este juez denuncia que no sólo se expulsa de inmediato al denunciante, sino también a los posibles testigos. Algo que, unido a la opacidad propia de estos centros, a los que sólo tienen acceso los policías y, en contadas ocasiones, jueces, diputados y el defensor del pueblo; dificultan que las denuncias acaben en condenas a los agentes. “Por eso los llamo espacios de impunidad”, asegura García de Dios en la entrevista.

Según este magistrado, conocido por diferentes sentencias para intentar garantizar la dignidad de las personas internas, “el mejor destino de los CIES es que desaparezcan” porque “no son necesarios para expulsar a los inmigrantes y a la mayoría de ellos no se les puede expulsar”. “Son mucho peores que una prisión. En la cárcel al menos tienes biblioteca o televisiones. Los CIES son solamente almacenes de seres humanos”, opina.

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