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Artivismo

Los grupos que mezclan arte y activismo atacan con humor los males de la sociedad capitalista. Realizan una oposición creativa ajenos a la ingenuidad de Mayo del 68

MARTA SUÁREZ

El consumo feroz, la producción de residuos, el elevado precio de la vivienda, la especulación, el medioambiente, el individualismo, el culto al cuerpo... Son las nuevas razones contra las que luchan, cuarenta años después, los artivistas de Mayo de 2008.

Algunos se consideran artistas. Otros simplemente pertenecen a movimientos sociales que han puesto en marcha otras formas creativas de denuncia social. Pero todos ellos tienen en común el interés por concienciar a la sociedad de sus problemas sin traumas, sin necesidad de barricadas y, sobre todo, sin aburrir.

Muchos de estos colectivos echaron a andar entre finales de los noventa y principios de esta década, coincidiendo con los primeros movimiento antiglobalización. Después de los disturbios en Génova (Italia) o Seattle (EEUU) grupos estudiantiles, artistas, okupas... optaron por protestar de una manera más lúdica, divertida y que pudiera interesar a la gente. Con creatividad y humor, tratan de despertar a una sociedad aletargada, poco dada a las revueltas.

Pasárselo pipa

Uno de estos colectivos es Yomango (www.yomango.net), un grupo que cree que “la propiedad es el robo” y ha optado por echarle morro a la vida y tratar de aprovecharse del capitalismo con su SCCPP (Sabotaje Contra el Capitalismo Pasándoselo Pipa). Sus víctimas son grandes superficies como el “Champiñón o El Corte Malayo”. Su botín, una lata de anchoas, una botella de vino, un jamón, ropa o lo que se tercie. Sus explicación para estos hurtos es que con Yomango “subviertes las necesidades que te genera el capitalismo y por fin satisfaces tus deseos”.

Otros artivistas mantienen el papel como medio para difundir sus ideas. Es el caso de El Cartel, que publica por las calles de Madrid, Porto Alegre o Turín sus mensajes con carga reivindicativa. Sin embargo, la mayoría de estos colectivos (también ellos en www.elcartel.es) recurre a Internet como principal altavoz.

Basurama denuncia en su web (www.basurama.org)
“locuras” inmobiliarias y medioambientales con trabajos como Yo amo la M30, uno de los vídeos de mayor éxito en las últimas elecciones de Madrid. Las “catastróficas, caras y faraónicas obras merecían ser documentadas antes de ser enterradas” al tratarse del mejor ejemplo “del fomento del coche que ha vivido Madrid”. Basurama invitó a intelectuales, activistas de barrio, ingenieros ambientales, arquitectos y otras muchas personas a realizar el recorrido turístico amenizado por dos músicos que tocaron jazz en directo.

Exgae

En esta misma línea de denuncia actúa la Exgae (www.contraindicaciones.net), “la primera asesoría legal casi gratuita especializada en librar a los ciudadanos de los abusos de la SGAE y demás entidades de gestión” , y también el colectivo Todo por la Praxis (https://antitriball.wordpress.com), que pretende realizar una oposición alternativa, activa y creativa para concienciar a la gente de que si se une, si se asocia, es capaz de cambiar muchas cosas.

«Los del 68 eran unos mal encarados»Tina Paterson
Miembro de Yomango

Tras participar en el movimiento antiglobalización, unos jóvenes un poco hippies que mangaban para comer aprovecharon el nombre de una conocida marca y montaron Yomango. Se organizaron en talleres y publicaron dos vademecums con tácticas para perfeccionar “el arte de sisar” y hacer un pequeño daño al capitalismo. Eso sí, las anchoas y los yogures fueron sustraídos de las grandes superficies porque, precisa Tina Paterson, “Yomango nunca manga en tiendas pequeñas”.

- ¿Quiénes ‘yomangan’?
- Unos 35 millones de españoles (risas)... No, somos gente antisistema, del movimiento obrero, anarquistas, okupas, universitarios...

- ¿Cómo surgió todo?
- En los años de plomo en los que los antiglobalización se llevaron hostias a mansalva (2001-2002) construimos un discurso y acciones contundentes tras vivir nuestro pequeño Mayo del 68.

- ¿Qué tiene que ver aquella revuelta con Yomango?
- Es lo contrario. Mayo del 68 fue un tostón. No hay más que ver a los viejos de hoy, eran unos revolucionarios de pastel, unos broncas y unos mal encarados. Y así les fue. Mayo del 68 era demasiado íntegro. Por eso se les ven las contradicciones. Como Aute y esa gente que ahora está en la SGAE, ¡ja, ja!. Nosotros, más que cambiar el mundo, queremos demostrar que se pueden sacar los colores al capitalismo. La mejor forma de que acabes en la cárcel es ir en plan serio chungo. El movimiento antiglobalización hizo una revisión de Mayo del 68 en países donde no existió, como España.

- ¿Y qué papel juega ahí Yomango?
- Nosotros hacemos una cosa más lúdica y así implicamos a la gente. Una vez okupamos un parque que iban a regalar a la Iglesia e hicimos verbenas, robamos bancos (de la calle, claro), hubo una época en la que Yomango era puro placer. Con Yomango por fin comes bien, tomas jamón, recuperas la generosidad... puedes hacer lo que quieras. Ahora existimos, pero no nos reunimos en talleres.

- ¿En qué consistían?
- Cada uno contaba su estilo y sus trucos para mangar. Hicimos dos libros, uno rojo y uno ‘morao’, inspirados en Mayo del 68, que explican cómo mantener sabiamente esta actividad. El primero fue el de Mao. La musa del segundo (Con este libro te pones morao) fue Winona Ryder. Nos invitaron a una movida artística en Madrid en la que repartimos miles de ejemplares. Nos faltó poner el logotipo del Ayuntamiento, que
fue quien lo pagó.

- ¿Y la policía?
- Se descojona.

- ¿Qué otras cosas hacen?
- Queríamos criticar el consumismo navideño y nos pusimos de acuerdo 40 personas para ir a una gran superficie con unos pitas (las alarmas de las tiendas) que habíamos encontrado en un supermercado. Nos pusimos de acuerdo para que todas pitaran al mismo tiempo. Un comando paralelo se llevó un par de jamones. Todo tiene su ying y su yang. Yopito es el yang de Yomango.



Basurama apuesta por reutilizar en vez de reciclar
Una caravana tuneada lleva a La Manga del Mar Menor a unos jóvenes disfrazados de científicos dispuestos a certificar la sostenibilidad urbanística de Murcia. Y, pese a llevar gafas estilo Steve
Urkel, no son una panda de locos. Son Basurama, colectivo que apuesta por reutilizar los recursos en lugar de reciclarlos y que estudia la producción masiva de basura, “esa memoria histórica”, en la sociedad de consumo desde una perspectiva crítica.

Murcia Sostenible es uno de sus últimos proyectos, una investigación que intenta cartografiar las nuevas urbanizaciones, los campos de golf, la agricultura intensiva y la producción de residuos de la región. “El suelo es la materia más complicada de reutilizar y lo de Murcia es absolutamente insostenible. Es como si un par de colegas borrachos hubieran dicho ‘qué guay sería edificar una franja entera del litoral y tener el doble de ingresos’ y que lo hicieran. Un montón de gente de allí ve cómo están jodiendo el sitio, pero ellos han vendido su huerta y se han enriquecido, así que les molestan los colectivos críticos. Es curioso”, relata Juan López, miembro de Basurama.

Ante una situación así, es casi preferible algo como Benidorm. “Jodes un punto y no destrozas toda una franja de la costa que hay que canalizar con agua, que se pierde”.

La tuna y poco más

Juan es uno de los ocho integrantes de Basurama, proyecto que nació en 2001 en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Para estos jóvenes fue “durísimo” descubrir que en la universidad, aparte de las clases, había poco mas allá que la tuna.

Entonces se buscaron la vida. Montaron una chabola con basura en la Universidad. “Era algo divertido, pero al principio no había crítica, eso llegó después”. En aquella época, sólo había un discurso ecologista “muy duro, muy de cristiano que se autoflagela, que no llega a la gente joven, que es la que puede cambiar esto. Por eso hacemos cosas más lúdicas”, relata Juan.

Basurama recoge, regala e intercambia la basura que desecha la sociedad de consumo. Lo hace sin drama, con humor y, sobre todo, con los pocos recursos al alcance de los universitarios que viven en casa de sus padres o con trabajos de media jornada.

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