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Ha nacido una nueva serie de culto, 'True Detective'

Protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson, el piloto de 'True Detective' cumple sobradamente las expectativas creadas tras las buenas críticas recibidas en EEUU para una serie de policías que desborda los m&aacute

MARÍA JOSÉ ARIAS

Cuando las expectativas son altas existe cierta tendencia a que estas no se vean cumplidas. No es el caso de True Detective. La apuesta de la HBO para este arranque de año llegó hace una semana a España (Canal + Series) con el eco de fondo de las buenas críticas y resultados de audiencia obtenidos en Estados Unidos. Visto el piloto, puede decirse que esta vez no era humo lo que se vendía. True Detective arranca con una espectacular cabecera a lo The Wire o Los Soprano que avisa de que lo que seguirá a continuación no es una serie de policías al uso. Porque no lo es.

El novelista Nic Pizzolatto es el autor del guión de los ocho episodios que componen la primera temporada. Los protagonistas son dos agentes de Louisiana que, respondiendo a las preguntas de dos compañeros, cuentan desde el presente el caso que investigaron hace 17 años y que un nuevo asesinato podría reabrir. El desmejorado físicamente Matthew McConaughey -su aspecto demacrado y poco saludable se debe al esfuerzo realizado para protagonizar Dallas Buyers Club que ya le ha valido un Globo de Oro y la nominación al Oscar- es Rust Cohle, un detective venido de Texas, con una vida personal compleja a sus espaldas y una complicada mente que no funciona ni al mismo ritmo ni al mismo nivel que la de sus compañeros. Sus señas de identidad son su perorata filosófica y su carpeta de anotaciones en la que dibuja y escribe cada detalle de la escena del crimen.

Woody Harrelson es Martin Hart, un agente más al uso, bien considerado en el cuerpo, casado y con dos hijas. Ambos están condenados a trabajar juntos, pero no a entenderse. True Detective está narrada a base de flashbacks. Cohle y Hart cuentan, con la perspectiva del tiempo, cómo fue la investigación de un sórdido caso que se inició con el hallazgo del cuerpo de una prostituta en un escenario que bien podría haber diseñado el Hannibal de Mads Mikkelsen. Dos hombres distintos unidos por un caso distinto obligados a rememorarlos más de una década después cuando llevan años sin hablarse.

La principal baza de True Detective es la forma de narrar los hechos dando como resultado una serie de policías inusual como en su día lo fue The Wire. Por su planteamiento, porque sus capítulos no son casos cerrados y porque sus antagónicos protagonistas no van a terminar siendo amigos del alma como suele ser habitual en el género. Trabajan juntos porque no les queda más remedio. Así se desprende de las entrevistas que, 17 años después, cuentan cómo fueron aquellos sórdidos años a la caza y captura de un asesino de métodos sádicos del que poco o nada se habla en el primer episodio. Lo que importa son los dos agentes, su relación y el desarrollo del caso. Al menos, de momento.

El piloto está plagado de pistas sobre la relación de los dos personajes principales convirtiendo así al espectador en un detective que habrá de ir recogiéndolas para recomponer el puzzle que supone True Detective y en el que, a la vista de la imagen de Cohle en el presente, parece que el personaje de McConaughey es el que peor parado ha salido. El porqué se descubrirá con el tiempo.

True Detective lleva el sello de calidad de HBO, cadena que ya ha anunciado que de funcionar, la serie gozará de más temporadas. Eso sí, los protagonistas cambiarán. Explican que el modelo a seguir será el de American Horror Story. Temporadas cortas, con distintos argumentos y personajes. En esta primera el texto de los ocho capítulos que la componen ha sido obra del novelista Nic Pizzolatto. El piloto es todo un ejercicio de buena escritura teniendo en cuenta lo complicado del planteamiento. En cuanto a la dirección, cabe destacar que ha habido un único director para toda la temporada, Cary Fukunaga.

La ambientación de la seca Louisiana contribuye a crear una atmósfera de gueto a la que el personaje de McConaughey hace referencia en la pantalla. Una sensación de que están en medio de ninguna parte, en una ciudad a la que nadie llega y fuera del interés del resto del mundo, impregna su presentación. Como si lo que allí pasase no importase a nadie más que a sus habitantes y un caso tan inusual como el que se traen entre manos Cohle y Hart fuese un cotilleo más del bar del pueblo. Un lugar aislado, triste y casi abandonado plasmado en la pantalla con una luz abrasadora que contribuye a esa sensación de angustia en la que viven los personajes que la pueblan.

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