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“No hay plan B para el ITER, el mayor proyecto energético del mundo, o avanza o se detiene”

El nuevo director general del reactor experimental de fusión nuclear detalla que en su construcción participan ya más de mil empresas y los contratos superan los 4.000 millones de euros.

Imagen actual de las obras del ITER tomada por un drone desde 60 metros de altura. La estructura circular corresponde al reactor tokamak. Las columnas metálicas indican el edificio de montaje. Al fondo, el primer edificio terminado, destinado a la construcción de las enormes bobinas de campo poloidal. /ITER ORGANIZATION

MALEN RUÍZ DE ELVIRA

Cuando se tiene la ocasión de observar directamente las obras de construcción del ITER, el enorme reactor experimental de fusión nuclear, resulta difícil creer que el proyecto esté en crisis e incluso pueda no terminarse nunca, pero ese es todavía el temor de muchos de los involucrados en el mayor proyecto energético del mundo que toma forma en la Provenza francesa. Los retrasos, cambios y sobrecostes en el complejo intento de obtener energía de la misma forma que se produce en el Sol han hecho reaccionar a los siete socios del proyecto acelerando el cambio de su responsable máximo, que ha prometido acometer profundas reformas en la organización industrial que den un nuevo impulso al largo camino que le queda todavía por delante al ITER.

La obra civil que realiza un consorcio hispano francés avanza a buen ritmo en el edificio central del complejo ITER, el reactor tipo tokamak en cuyo interior se calentará la materia hasta alcanzar el estado de plasma

Bajo un continuo baile de altísimas grúas, la obra civil que realiza un consorcio hispano francés avanza a buen ritmo en el edificio central del complejo ITER, el reactor tipo tokamak en cuyo interior se calentará la materia hasta alcanzar el estado de plasma, imprescindible para que se produzca la reacción de fusión. Por debajo del nivel ahora visible de lo que será un edificio de siete plantas y 400.000 toneladas de peso se ocultan los grandes cimientos antisísmicos, que protegerán el reactor de posibles terremotos. Actualmente trabajan en la obra en Cadarache unas 500 personas que se añaden a los 500 trabajadores permanentes de la sede central del ITER. Al final serán 39 los edificios en un terreno de 180 hectáreas.

Sin embargo, lo que no se pueden ver allí son las diferentes piezas del reactor que ya se han licitado y se están construyendo en los países de los socios con la complejidad que esto supone: decenas de miles de kilómetros de cable superconductor, imanes de todas formas y tamaños, recubrimientos que aguanten las altísimas temperaturas del plasma, técnicas de vacío, de ultrafrío y mucho más. En total son ya 4.000 millones de euros de contratos para empresas e instituciones de Europa, Japón, Corea del Sur, India, China, Rusia y Estados Unidos y esa cifra es la que hace difícil pensar que un proyecto de tal magnitud se pueda parar.

“Hay que avanzar rápidamente o parar”, declaró el nuevo director general Bernard Bigot durante una reciente visita al ITER de periodistas de varios países y medios (entre ellos Público). “No hay plan B”. En su opinión, plasmada en un plan de acción que ha sido aprobado recientemente por los socios, ha llegado el momento de tener una verdadera organización para conseguir demostrar la viabilidad de la fusión nuclear en el plazo adecuado.

Esquema del reactor de fusión con el plasma en su interior. /ITER ORGANIZATION

Esquema del reactor de fusión con el plasma en su interior. /ITER ORGANIZATION

En el ITER venían trabajando expertos desde 1985 y la base científica y técnica se considera probada

Aunque nació oficialmente hace solo siete años, en el ITER venían trabajando expertos desde 1985 y la base científica y técnica se considera probada. Por eso Bigot no piensa en grandes cambios técnicos ni en la posibilidad de reducir el tamaño del proyecto para ahorrar costes porque eso podría impedir conseguir el objetivo. “No prevemos reducir el tamaño del reactor. Para ahorrar lo importante es mejorar la gestión”, dijo en Cadarache el que era antes responsable del Comisariado de Energía Atómica de Francia, un país que obtiene el 80% de sus necesidades energéticas de las centrales nucleares. Su principal preocupación es optimizar la coordinación y el proceso de toma de decisiones y evitar los retrasos porque “cualquier retraso es un sobrecoste”. La paradoja es que si falta dinero se retrasa el objetivo, lo cual cuesta más dinero a largo plazo. Por eso Bigot ha pedido disponer de un fondo para imprevistos, que permita cubrir las desviaciones en el presupuesto y está dispuesto a que si un socio no puede hacer frente a un contrato, este se pase a otro socio.

Lo que sí está claro es que ya no hay forma de cumplir el calendario previsto, según el cual se produciría el primer plasma en 2019, y Bigot hará público el nuevo calendario, más realista, en noviembre. Por ahora no quiere avanzar nada, pero recuerda que hay más de 1.000 empresas involucradas en el proyecto y que el mayor riesgo no es el técnico sino perder la confianza de los líderes políticos y los ciudadanos en general ya que se trata de manejar fondos públicos. La Unión Europea es el socio más afectado, porque se encarga del 45% del proyecto, y dentro de Europa, España es de los países que más contratos está ya realizando, a través de la agencia europea para el ITER Fusion for Energy, con sede en Barcelona.

Vídeo del esquema de funcionamiento de un reactor tipo tokamak, similar al que albergará el ITER.

Se abre camino a algo que nunca se ha hecho antes, para demostrar la viabilidad de esta fuente de energía en un mundo en el que la demanda energética ha aumentado en un 50% desde 1973

Con el ITER, que es “camino” en latín, se entra en terreno desconocido. Se abre camino a algo que nunca se ha hecho antes, para demostrar la viabilidad de esta fuente de energía en un mundo en el que la demanda energética ha aumentado en un 50% desde 1973. Además, se hace a la única escala a la que los científicos creen que se puede, que es una escala muy grande, ya que será el mayor tokamak de la historia. Lo que está en juego es cubrir una parte importante de la creciente demanda de energía mundial pero la verdad es que cuanto más cuentan los participantes sobre el proyecto más complicado parece. “Es un gran desafío, cada elemento de un tokamak es complicado”, reconoce el estadounidense Mark Henderson, especialista en el calentamiento del plasma. “Pero avanzamos más deprisa que en sectores como los aceleradores de partículas y los chips electrónicos”, asegura.

La fusión como fuente de energía provoca escepticismo y también el temor que se suele asociar a lo nuclear, aunque es un tipo de energía nuclear mucho menos arriesgada que la fisión. En cuanto al escepticismo, expertos como Mario Merola, encargado de los componentes, aseguran: “No veo razón alguna para que fracasemos desde un punto de vista técnico. Toda la tecnología necesaria está disponible y ha superado la fase de calificación”. Respecto a la seguridad, el reactor no puede explotar y no se producirán residuos de alta actividad de vida larga. “Es intrínsecamente seguro y el impacto medioambiental será bajo”, afirma.

El presupuesto total estimado del ITER es de 13.000 millones de euros a lo largo de 10 años. “Los sueños son caros”, reconoce Henderson, pero tampoco es mucho si se tiene en cuenta el objetivo y que los socios representan el 80% del Producto Interior Bruto mundial. Es casi 100 veces menos que el gasto militar anual de EE UU y diez veces menos de lo que Qatar piensa gastarse en infraestructuras para el mundial de fútbol de 2022.

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