Opinión · Carta con respuesta
Sin banderas
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Este 9 de mayo, Día de Europa, los autobuses urbanos de Barcelona llevaban las banderas catalana y europea en su parte anterior. A lo largo del año vemos los autobuses municipales con banderas de Barcelona, Cataluña y Europa pero nunca la española, ni siquiera el Día de la Hispanidad. ¿Por qué estos absurdos complejos de nuestros políticos municipales? Según las encuestas, el 85% de los barceloneses nos sentimos españoles, en un grado menor o mayor, por lo que no entiendo esa actitud contra la bandera de España. Me gustaría que nuestro ayuntamiento se desprendiera de prejuicios y los autobuses llevasen de vez en cuando la bandera con la que nos identificamos una inmensa mayoría de ciudadanos de Barcelona.
MARÍA MARCO BARCELONA
Qué más da que lleven banderas, escapularios, la foto de los niños con el lema “Papá, no corras” o aquel legendario perro dálmata que asentía con la cabeza? ¿Se siente española? ¿Catalana? ¿No sería mucho más divertido que el 85% de los barceloneses se sintiesen por completo escandinavos? He visto cosas que usted no creería, naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser; he visto japoneses que se sentían sevillanos de todo corazón, acompañando a las palmas a cantaores; he visto académicos de Chamberí persuadidos de que son de Oxford, y hasta tipos del Bierzo que se sentían del Bierzo, por pura y berciana falta de imaginación… todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Que nos identifiquemos es la exigencia característica de la policía: ¡identificación! ¡De uno en uno y con el carnet en la boca! ¿A quién le interesa que nos identifiquemos, que nos sintamos madrileños, españoles, jóvenes, gays o riojanos? Pues a la autoridad competente, por supuesto. Es el poder el que se dirige a nosotros, a cada uno de nosotros, el que nos interpela, el que nos exige volver la cabeza y responder: “sí, señor, soy yo”. Como solía decir Althusser: la ideología recluta a los individuos como sujetos (es decir, sujetados, sometidos).
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A mí no me da la gana. Bastante tengo con ser de Cangas de Onís como para ¡encima! sentirme de Cangas de Onís. Me niego a sentirme español o a identificarme con la bandera. El mullido sentimiento adormece: la afilada conciencia de lo que realmente somos nos despertaría. Conciencia de clase (con perdón). ¡Qué grande ser joven! Como si por encima de las diferencias entre unos jóvenes y otros hubiera un sentimiento que los sujeta a todos, con el que se identifican tanto el hijo del banquero como el de la limpiadora. Qué grande ser español, catalán, berciano, mujer, gay, etc. No se lo crea, no vuelva la cabeza, no responda: “sí, señor”.
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