Opinión · Dominio público
¿El Gobierno tiene miedo de la Iglesia?
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JORDI SERRANO I BLANQUER
La izquierda española actual nunca ha entendido por qué el movimiento obrero y la historia cultural pedagógica y política de la izquierda eran anticlericales. Creemos que en los últimos meses bastante gente ha empezado a entender retrospectivamente que aquellos pobres obreros de los siglos XIX y XX que no habían podido estudiar probablemente tenían razón. ¿Qué sabían aquellos jóvenes que no sabemos ahora? (La gallina ciega, Max Aub) Seguramente que sólo la Iglesia puede nuclear una potente extrema derecha en España.
Cuando oímos clamar a la Conferencia Episcopal Española (CEE) contra los excesos laicistas del Gobierno de España de Rodríguez Zapatero empezamos a intuir que la reacción que tuvo durante la república era igualmente desproporcionada. En realidad Rodríguez Zapatero ha aumentado del 0,5% al 0,7% el dinero de la Iglesia. ¿Dónde está el laicismo radical de Zapatero?
No entendemos por qué las elites políticas de la izquierda española aun piensan que sus votantes son reos de la CEE. Pensamos que la sociedad ya no es católica o lo está dejando de ser a marchas forzadas por muchos tópicos que se repitan. Veamos. La CEE dice que el 90% de españoles son católicos. El CIS rebaja estas cifras al 76%. Ciencia y religión en España nunca han ido de la mano. Pero si preguntamos a los españoles si son religiosos sólo nos dicen que lo son un 41% (se sitúan entre el 0 y el 4 en una escala de 10), por lo que deducimos que muchos españoles –un 35%– que se consideran católicos porque los bautizaron sin preguntarles, se consideran no religiosos. ¡Sorprendente! Spain is different. Pero además, si profundizamos vemos cómo sólo se declaran católicos practicantes un 36% y si preguntamos cuántos van a misa regularmente veremos que sólo lo hace un 15%. (Por cierto, ¿Unos socialistas no practicantes serían Carlos Solchaga y David Taguas?)
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Si hacemos el mismo ejercicio con los jóvenes españoles nos daremos cuenta de las causas del nerviosismo de la CEE. Sólo un 49% de jóvenes se declara católico (Fundación Santa María). Que se declaren católicos practicantes un 10% y que asistan semanalmente a misa, menos del 4%. Qué lejos están estos datos de la idea tan extendida de una España católica.
Pero hay más. Si analizamos cuánta gente pone la crucecita en la Iglesia católica en la declaración de la renta, vemos que son sólo un 22%. Aprovechamos para denunciar como anticonstitucional que en un documento público se haga declarar sobre la conciencia individual: el artículo 16 de la Constitución dice que “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias”. Y se te hace declarar ni más ni menos en la declaración de la renta. Pero hay más, si pones las dos crucecitas significa no que se reparte el 0,7 la mitad para otros fines y la mitad para la Iglesia, sino el 0,7 a cada opción. Un escándalo. Más escándalo, que un 20% del dinero destinado a “Otros fines sociales” va a parar también a la Iglesia católica a organizaciones tan curiosas como “Juventudes Marianas Vicencianas”, “Mercedarios provincia de Castilla”, “Ministros de los Enfermos Religiosos Camilos orden en España”, “Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad”, “Asociación Católica Internacional de Servicios a la Juventud Femenina”, “Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl” por poner sólo las más chocantes. Parece ahora que hay quien quiere colarnos la idea que poner más casillas para todas las confesiones es laicidad. No. Laicidad, separación real de la Iglesia y el Estado, es que los creyentes de cada religión se paguen a sus funcionarios al margen de los presupuestos generales del Estado. Además o se va al laicismo o vamos al sistema belga, esto es, que hartos ya de tanto privilegio a las confesiones religiosas al final, los laicos, querremos una casilla en la declaración de la renta que diga “a fines laicos de verdad”. Que quede claro que no nos gusta este modelo, pero la falta de decisión acerca de cuestiones de valores nos puede conducir al desastre.
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Pero que nadie crea que esta minoría de ciudadanos que se declaran católicos practicantes sean seguidores de la CEE, la mayoría no les hace ni caso en su vida cotidiana y muchos de ellos están más próximos a la iglesia de San Carlos Borromeo de Vallecas y al obispo Pere Casaldàliga. ¿Sobre cuanta gente tiene poder pues la CEE? Solamente sobre los votantes del centro… de la extrema derecha. ¿Un 10%? Podemos afirmar que por mucho que la CEE pida el voto para la extrema derecha no tiene ningún impacto sobre la mayoría de la población. ¿Por qué hay tanto miedo? El problema de España no ha sido nunca espiritual sino el poder de la Iglesia. Carles Cardó, quien fue secretario de Vidal i Barraquer uno de los pocos obispos que no quiso colaborar con la cruzada, escribió en el libro El gran refús: “La turbas no quemaron las iglesias sino después que aquellos sacerdotes hubieran quemado la Iglesia”.
Lo que hay que hacer es denunciar ya el concordato de 1953 firmado por el ministro Martín Artajo en nombre de Francisco Franco y los acuerdos concordatarios de 1976 y 1979. Acuerdos que nos asemejan más a países teocráticos como Irán o Arabia Saudita que a un país civilizado. Sin este requisito, la anunciada modificación de la ley de Libertad Religiosa es un engaño total.
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Defendemos la asignatura Educación para la Ciudadanía porque entendemos que el estado tiene que educar en los valores democráticos, ahora bien, esto no nos puede hacer perder de vista la idea de que hay que acabar de una vez con la asignatura de religión en las escuelas, pero para ello hay que derogar el concordato de 1953 y los acuerdos concordatarios de 1979.
¿Aprenderemos de nuestro pasado e intentaremos de una vez la separación de la Iglesia del Estado? ¿Nadie escuchó las demandas de los votantes en los mítines? No tendremos una democracia verdadera sin tutelas mientras los diputados que representan a una amplia mayoría en el país no se atrevan a derogar el concordato. ¿La soberanía no residía en la voluntad popular?
Jordi Serrano i Blanquer es director de la Fundació Ferrer i Guàrdia
Ilustración de Javier Olivares
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