Opinión · Fuego amigo
La dictadura del consumidor
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Recuerdo la aparición de la figura del abogado norteamericano Ralph Nader, en los años 70, como el abanderado de los derechos de los consumidores. Sus análisis metódicos de productos de consumo sirvieron de pauta para leyes posteriores más exigentes, tanto en la seguridad de los alimentos como en los electrodomésticos.
En aquellos momentos, los dos partidos dominantes se apresuraron a presentarlo como un peligroso hombre de izquierdas, pues cualquiera que pusiese en duda la honorabilidad de los fabricantes de aquel país estaba socavando el sistema.
Hablo de la misma década en que la revista Ciudadano de defensa del consumidor (de la que yo formaba parte) obtenía un éxito paralelo en España. Aquí el “sistema” era el régimen franquista, y cualquier información que pusiese en duda nuestro desarrollo tenía que vérselas con la censura. En el primer año de su existencia sufrió varios avisos de cierre, y el número en que se anunciaba que un famoso yogur estaba contaminado fue paralizado por los censores durante horas. La información al consumidor tomaba así un tinte subversivo ante los ojos de una censura particularmente estúpida.
Recuerdo que, por entonces, los Ralph Nader del mundo soñaban con la aparición de una nueva fuerza que quizá habría de sustituir con el tiempo a la del proletariado, la dictadura del proletariado suplantada por la dictadura del consumidor. Suponían que, engullida la clase trabajadora por la sociedad de consumo, los movimientos de consumidores tomarían el relevo, y gobernarían las leyes del mercado, y fijarían los precios a su conveniencia y constituirían un grupo de presión invencible.
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Supongo que ese habría sido el escenario ideal para el ministro Sebastián cuando anteayer nos recordaba que la mejor manera de defender nuestra industria era el consumo masivo y exclusivo de productos nacionales. ¿Vuelta a la autarquía? Sueño vano, porque el tiempo ha demostrado que el proletariado del mundo siempre estará unido para cobrar, pero es indisciplinado y anárquico para consumir. Y a menudo, irresponsable, como quedará demostrado, una vez más, en las fiestas navideñas.
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Meditación para hoy:
Vi en el telediario la salida de prisión, en libertad condicional, del seguidor del Olympique. Había ido a recibirle un numeroso grupo de ultras de otros equipos de fútbol españoles. Parecía la llegada victoriosa de un héroe de guerra. Para redondear el homenaje, el presidente del club le había puesto un avión particular para el regreso. ¡Qué fantástico ejemplo de deportividad! ¡Qué modelo a seguir!
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Ayer, hablando de este pájaro, ya os avisaba de que “nada hay más contagioso que la violencia”. Cuando os escribo estas líneas llegan noticias de disturbios en Madrid y Barcelona, con quema de mobiliario urbano e intentos de incendiar comisarías, provocados por cientos de personas que pretendían solidarizarse con los manifestantes griegos que estos días mantienen Atenas en estado de sitio. No reivindicaban nada especial. Curiosamente sólo reivindicaban el derecho a la violencia.
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