Opinión · Persona, animal o cosa
RESACA DE LIBRO- Sin aspirina ni nada
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No me refiero a la que debe sufrir Melendi antes de la cerveza del desayuno, cada mañana. Más bien aprovecho la efeméride de ayer, Día del Libro, para rememorar las que generan los libros que leemos y que tienen más que ver con las del mar que con las etílicas. Las corrientes marinas, que inspiraron los cantos de sirena, nos arrastran hacia lo profundo, alejándonos momentáneamente de la tierra firme que se supone es nuestro hábitat natural. Leer también nos saca de lo que creemos que es el estatus quo y que no es más que el rudimentario mapa de la realidad que cada uno se fabrica como puede, para alimentar la ilusión de que no nos perdemos mientras vivimos. Viajar cambia ese esquema y leer puede cambiarte la vida. Soy lectora tardía; igual que soy “late adopter” en tecnología. Vamos, que he llegado siempre tarde a todo... Me compré el disc-man cuando apareció el Mp3 y me haré con el ebook cuando ya lo lleven los móviles. No me arrepiento de lo segundo: mi discman va de maravilla y tampoco pesa tanto. De lo que sí que me arrepiento es de no haber leído aquellos libros que habrían hecho mi mundo más grande. No creo a la gente que dice que no le gusta leer, si no que no lo han probado. Porque eso sería sinónimo de que no les interesa absolutamente nada, como a los muertos. Es como que no te guste comer. Habrá cosas que no te gusten pero si no le metes nada al estómago te mueres, igual que si no le metes nada a la cabeza. Yo confieso que lo decía hasta que descubrí la lectura gracias a que Antonio Gala, en un artículo de fin de semana como éste, explicó que se cercena el gusto por la lectura cuando se obliga a leer aquello para lo que no hay ganas. Y aunque el tiempo borre las palabras -no recuerdo exactamente las que puso- las ideas leídas se mezclan con las de uno y generan otras nuevas en un bucle sin fin, ni derechos de autor, como pasa con las olas: unas generan otras y nadie sabe cuál fue la primera. A mí me obligaron a leer a Pío Baroja con doce años y por eso me perdí un montón de novelas. Así que llamo a la sublevación, y no me pienso desdecir: “Soltad el libro que no os diga nada y buscad otro porque, aunque suene moñas, los hay que os fascinarán”.
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