Opinión · Dominio público
Netanyahu tenía razón
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GIDEON LEVY
Ha llegado el momento de quitarnos el sombrero ante el primer ministro. Las predicciones de Binyamin Netanyahu han demostrado ser ciertas, y sus profecías se están haciendo realidad ante nuestros mismísimos ojos. Ya podemos decir con la cabeza bien alta que nuestro Gobierno está liderado por un hombre visionario, un estadista que ha predicho el futuro. Ni sus detractores más acérrimos lo pueden negar; los hechos hablan por sí solos.
Netanyahu dijo que el mundo entero estaba en nuestra contra. ¿Es que no tenía razón? También dijo que vivimos sometidos a una amenaza existencial. ¿Es que no empieza a parecer verdad? Esperemos un poco y Turquía también estará en guerra con nosotros. Netanyahu dijo que no había posibilidad alguna de llegar a un acuerdo con los árabes. ¿Es que no dio en el clavo? Nuestro primer ministro, que veía peligros acechando en cada callejón y enemigos apostados en cada esquina, que ha predicado siempre que no hay esperanza, que nos ha repetido hasta la saciedad que viviremos siempre bajo la ley de la espada (tal y como su padre el historiador le había enseñado), sabía lo que se decía.
Desde David Ben-Gurion no hemos tenido a nadie como él. Es un auténtico profeta cuyas predicciones se están convirtiendo en realidad, todas, una tras otra. Puede estar bien orgulloso de sus logros. Basta de mofa y de ridículo. Porque Netanyahu no sólo es un profeta: su liderazgo ha barrido la totalidad del país. Ya no queda nadie capaz de impedirle que haga realidad su visión, y los expertos no tardarán en escribir que Netanyahu estaba en lo cierto.
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Este país tiene ahora un capitán ciego en la cabina de mandos que, con precisión ejemplar, conduce a sus pasajeros de ojos vendados hacia el destino que imaginó. Porque si antes de esta semana le hubiese quedado algún elemento de su alarmismo sin materializar, ocurre el vergonzante abordaje de la flotilla y se apunta otro tanto al conseguir este objetivo también.
En caso de que alguien tuviera un atisbo de esperanza y pensase que nuestro piloto no está totalmente ciego, que quizá lo que tiene es algún tipo de artilugio especial para ampliar su visión, Netanyahu va y declara que el bloqueo de Gaza continuará. Que se vayan al cuerno el mundo, la sabiduría, Gaza y, de camino, también Israel (y que se haga añicos ese atisbo de esperanza). Una vez que las sierras y los cuchillos incautados en el Marmara se hayan expuesto públicamente, podremos convencernos de una vez por todas de que realmente existe un peligro acechando en cada callejón, un agente de Al Qaeda en cada barco y armas en cada cubierta (e incluso el Marmara era una amenaza existencial, ni más ni menos, exactamente como nuestro líder había previsto).
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Está claro que nadie exigirá ver las armas que los activistas supuestamente dispararon, ni el metraje de vídeo en el que se ve a los soldados israelíes disparando, ni las fotografías tomadas por los periodistas y confiscadas. Para nosotros, basta con las imágenes de las duras palizas hechas públicas por el portavoz de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF).
Casi 7.000 millones de seres humanos (menos unos cinco millones de judíos israelíes) están equivocados. Al no tener un líder como Netanyahu, siguen pensando que abordar barcos de pasajeros en aguas internacionales es un acto de piratería, una acción idéntica a las cometidas por los piratas de Somalia. Piensan (equivocadamente, faltaría más) que Israel no tiene derecho a detener una flota de barcos; que las víctimas son los habitantes de Gaza y los malditos pasajeros, no los comandos navales que asaltaron el barco y fueron golpeados; y que los agresores fueron las tropas que descendieron sobre el barco desde un helicóptero disparando y matando a nueve civiles e hiriendo a docenas.
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El mundo está equivocado y Netanyahu, con nosotros a remolque, está en lo cierto: no levantaremos el bloqueo. Durante cuatro años no ha aportado ni el más leve beneficio, tan sólo perjuicios, ¿pero qué más da? ¡Adelante! Vamos a hacer que se cumpla la visión de Netanyahu. Nos convertiremos en un país todavía más despreciado y no nos quedará ni un solo amigo en el mundo, ni siquiera Estados Unidos. Es cierto que fue el predecesor de Netanyahu, Ehud Olmert, quien comenzó este nefasto declive con la operación Plomo Fundido, tras la cual el mundo se mostró intolerante hacia cualquier comportamiento violento de Israel, pero Netanyahu va por el mismo camino.
Después de todo, su visión aún no se ha hecho completamente realidad. Netanyahu hizo que albergáramos una esperanza: una “paz económica” que traería prosperidad a palestinos e israelíes. Sin embargo, hasta el momento no ha habido otro saboteador de las exportaciones israelíes mayor que él mismo. Dentro de poco, todo lo que produzcamos se tendrá que vender no más allá de Petah Tikva. Incluso los profetas tienen derecho a equivocarse en alguna ocasión,
aunque sería mejor que no nos hiciese albergar más esperanzas.
Según una encuesta publicada el miércoles, aproximadamente la mitad de los israelíes quiere una comisión de investigación. Cabe asumir que es sólo porque nuestros soldados fueron agredidos y humillados. Porque… ¿hay alguna otra cosa que se deba investigar? Al fin y al cabo, tenemos un estadista profético cuyas predicciones se están cumpliendo una tras otra, y el redentor (no) viene a Sión.
Gideon Levy es periodista del diario israelí 'Haaretz'
Traducción de Elena Sepúlveda
Ilustración de Miguel Ordóñez
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