Opinión ·
LOS HECHOS GENERACIONALES
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LOS HECHOS GENERACIONALES
Alberto Ginel Saúl
20 años
Si sales a la calle y dices la palabra POLÍTICA lo más seguro es que todo el mundo se vaya a su casa, o se esconda asustado debajo de los coches y las piedras, o incluso se pegue un tiro, dios mío, qué Crisis, qué Futuro negro, qué mierda de país este en el que habitamos... Todos huirán. Todos menos Alberto Ginel Saúl, quien a sus 20 años ya podría considerarse una de las cabezas políticas pensantes más importantes de nuestra generación. No exagero. Hablar con él de política puede resultar tan gratificante como instructivo. Estudia Derecho y Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid y milita en las Juventudes Socialistas desde los 14. Mi abuelo era militante del partido, aunque lo cierto es que yo apenas lo conocí. Será algo genético, bromea. Me sentí muy cercana a Alberto cuando comenzó a hablar de la adolescencia. Es posible que los dos decidiéramos dedicarnos bien al derecho, bien al periodismo, desde aquellos acontecimientos que marcaron nuestra vida como pudieron ser el 11-S, la Guerra de Irak o el 11-M. Al principio la política era algo más visceral, no sabías por qué, pero te sentías bien perteneciendo a un grupo acorde a tus ideas. Ahora, lo veo con algo de perspectiva. Lo visceral se ha convertido en racional. Quizá el problema de mucha gente en este país, pienso, sea que nunca han trascendido a lo racional. Se siguen comportando cual adolescentes primerizos. No se puede ser fiel a una idea sin respetar al menos la de quien tienes al lado. El problema aquí es la falta de respeto y la incomprensión.
Alberto es republicano. Reconoce que cuando España ganó el Mundial de Fútbol sacó la tricolor a la ventana para celebrarlo. Yo celebro las victorias de mi país porque adoro a mi país. Precisamente por eso me gustaría que fuera más democrático. Alberto apoya el debate y propone un referendum. Cree que las nuevas generaciones, con la nuestra a la cabeza, tienen derecho a decidir si apoyan o no la Monarquía: ese símbolo decimonónico y anticuado. ¿De qué nos sirve? ¿Por qué no podemos nosotros decidir? ¿Para qué esconderse?
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