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Opinión · Punto y seguido

Y Bin Laden presidente

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Crearon el movimiento talibán con el fin de implantar una versión dócil y paupérrima de la dictadura aristocrática saudí en Afganistán, enclave geoestratégico que le permitiría el control sobre los recursos naturales de Asia Central. Pero aquellos bandidos de poca monta se dedicaron a violar y matar, hasta que Washington decidió desalojarles del poder, por ineptos e incapaces de imponer la seguridad, imprescindible para la construcción del gasoducto transafgano.

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Hoy, después de vendernos la moto de “la democracia afgana”, las potencias occidentales se postran a los pies de los mismos a quienes antes acusaban de volar torres y trenes, lapidar mujeres y quemar escuelas. Prepárense para ver al doble de Bin Laden en el sillón presidencial de Kabul.

La nueva iniciativa de paz de Washington, cuyo objetivo es hacer más llevadera la ocupación, está condenada al fracaso por varias razones: seguir matando a los civiles bajo sus bombas; tratar con los sanguinarios criminales que viven del caos y de la guerra, en vez de negociar con el cada vez más fuerte movimiento de resistencia patriótica, opuesto a los talibán, que exige una agenda de retirada de tropas extranjeras; mantener al narcogobierno de Hamid Karzai, que a los ojos del pueblo es el cómplice de los ocupantes; y también porque su aliado pakistaní contribuye activamente en la inestabilidad del país vecino.

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Preocupado por el acercamiento entre India y EEUU, Pakistán presencia con calma la quema de los convoyes de la OTAN, y propone la entrega de Kabul y algunas provincias afganas a los talibán a cambio de ceder el control del resto del país a la coalición invasora. Plan al que se oponen China, Rusia, India e Irán. Mientras, el general Musharraf, apartado del poder por la Casa Blanca, regresa a la arena política. Uno de sus siete pecados fue el acuerdo con Pekín para trazar el oleoducto que uniría el puerto pakistaní de Gwadar a Xinjang.

EEUU, paralelamente, estudia replicar el modelo iraquí bajo el mando del general Petraeus: sembrar la división con patrones étnicos para dominar el país troceado.

El fin de la ocupación y un acuerdo entre los países de la región allanarán el camino de la paz en Afganistán, la “Tierra del llanto”.

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