Opinión · Otras miradas
La izquierda catalana
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JORDI GUILLOT
Vicepresidente de Iniciativa per Catalunya Verds y senador
Los resultados de las elecciones del 28 de noviembre representan un importante y preocupante giro hacia la derecha. PSC y ERC han sufrido una debacle. ICV-EUiA ha salvado los muebles frente a este vendaval conservador. Lo sustantivo, en la lectura de los resultados electorales, es que las izquierdas salen derrotadas después de siete años de gobierno y CiU emerge como fuerza hegemónica en Catalunya.
Tendremos, pues, cuatro largos años de mayoría de centro-derecha y con un programa que no ha escondido su apuesta neoliberal. Todo lo que pueda hacer la Generalitat en políticas anticrisis será con esta orientación neoliberal. Para los sectores populares, lo que iba mal irá peor con este Gobierno. En estas próximas semanas debemos reflexionar muy seriamente sobre los resultados, sus causas, lo que ha representado nuestro paso por el Gobierno y el enfoque de nuestra tarea de oposición a la nueva mayoría convergente. Desde ICV lo estamos haciendo críticamente, no ignoramos que hemos perdido dos escaños y unos 50.000 votos, pero desde la convicción de que hemos resistido por nuestra coherencia. Y con la confianza y seguridad que da haber acertado en adelantar los procesos de renovación de nuestros liderazgos. Ni tenemos líos internos ni demasiadas heridas que lamer, sólo el anhelo de acertar tanto en el diagnóstico de qué esta pasando en nuestras sociedades como cuál debe ser la respuesta de la izquierda. Habrá tiempo para pensar y repensar nuestro proyecto en esta nueva realidad de hegemonía de los valores conservadores.
En lo inmediato, hay dos grandes peligros que la izquierda catalana debe tener en cuenta si no quiere pasar de una derrota electoral a una derrota estratégica.
El primero es dar por sentado que corresponde a CiU el Gobierno de la Generalitat. Que este es el orden natural de las cosas. Escuchando a determinados dirigentes del PSOE parece que es así, ya sea porque lo crean o porque les convenga. Así también lo creen –en este caso parece más lógico– CiU y su poderoso entorno social, empresarial y mediático. Y es verdad que, después de 23 años de gobiernos de Jordi Pujol y con el escaso interés con que nuestros socios, PSC y ERC, han reivindicado los gobiernos de la izquierda plural, sectores de la población puedan pensar lo mismo. Pero no es verdad, Catalunya puede gobernarse desde la izquierda como hemos demostrado en estas dos últimas legislaturas, y todo nuestro afán de presente y de futuro debe ser trabajar para crear las condiciones que nos permitan, en primer lugar, que los valores de izquierda vuelvan a ser hegemónicos como paso previo para conseguir mayorías electorales.
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Un segundo peligro es negar las políticas de coalición, que es lo mismo que negar la posibilidad de que la izquierda pueda gobernar. En Catalunya, con su sistema de partidos, la izquierda sólo puede gobernar si se alía. Imaginarse gobiernos en solitario es, como mucho, un delirio electoral. Desde ICV aún no salimos de nuestro asombro al ver cómo socialistas y republicanos renegaban de la fórmula del Tripartito, la única posible para tener la suficiente mayoría parlamentaria y la que nos ha permitido gobernar y gestionar la Generalitat. Y, la verdad, no lo hemos hecho tan mal. El tiempo pondrá las cosas en su sitio. Era lógico que todo el empeño de CiU fuera destrozar las políticas de alianzas, la cultura de coalición tan propia de las izquierdas catalanas. Desde el mismo instante que hay pacto para un Gobierno de izquierdas en 2003, CiU y los grupos mediáticos que le dan apoyo se han dedicado sistemáticamente a lanzar el mensaje de que gobiernos de coalición son sinónimo de debilidad, mal gobierno e inestabilidad. Lo peor es que PSC y ERC han acabado prisioneros de esta falsa imagen, hasta el punto de renegar de la fórmula de Gobierno de coalición. Este ha sido uno de los principales éxitos de la estrategia de Convergència, dinamitar la única fórmula de gobierno posible para las izquierdas y conseguir que PSC y ERC renieguen de la misma, que es igual que renegar de siete años de Gobierno plural. Uno de los activos de la cultura política catalana es la voluntad y capacidad de diálogo y acuerdo de las izquierdas, forjada desde una larga experiencia municipal y después trasladada a la Generalitat. Acabar con ella sólo beneficia a la derecha de CiU y representaría una derrota estratégica para la izquierda en Catalunya. Los errores cometidos en la gestión de un Gobierno de coalición deben ser un motivo de reflexión y de aprendizaje para el futuro. En ningún caso la excusa para negar la única propuesta viable de gobierno, que es el acuerdo.
También en Catalunya, como en el resto de Europa, la crisis está acelerando cambios profundos en el sistema de valores, como pone en evidencia la irrupción en el debate electoral de la xenofobia y el individualismo de respuesta a la crisis. Amplios sectores de la población viven preocupados e inseguros por sus derechos en el trabajo y la sociedad. Esto genera pesimismo y rabia. Y también en Catalunya, como en la mayoría de países de la Unión Europea, la ciudadanía ha depositado su confianza en la derecha. El reto ahora es recuperar credibilidad y utilidad en estos años de oposición y evitar pasar de una derrota electoral a una derrota estratégica de la izquierda catalana.
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