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Opinión · Dominio público

Lo hemos conseguido

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Gorka Landaburu

Director de ‘Cambio 16’. Víctima de ETA

Ilustración de Miguel Ordóñez

Hoy es el octavo día de paz y de libertad en Euskadi. El anuncio del “cese definitivo” de la “actividad armada” por parte de ETA ha sido, sin lugar a dudas, la noticia más importante y más esperada en Euskadi y en España desde hace varias décadas.

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Esta noticia nos ha provocado un sentimiento agridulce. El de alegría y satisfacción al saber que ETA no va a volver a matar y el de tristeza por tantas personas asesinadas y mutiladas por la banda terrorista. También es cierto que hay todavía muchos sectores de la sociedad escépticos y desconfiados ante el anuncio etarra. Es comprensible y tiene su lógica, si tenemos en cuenta que la banda terrorista nos ha engañado en múltiples ocasiones. Sin embargo, sí podemos decir que esta vez todos los indicadores señalan que la decisión es irreversible y no tiene marcha atrás. Por vez primera en más de 40 años, en el mundo radical vasco ha prevalecido lo político sobre lo militar. En toda la historia sangrienta de ETA, e inclusive durante las distintas treguas, siempre han sido los de las pistolas quienes han prevalecido.

Tenemos que reconocer que uno de los artífices de este cambio de rumbo ha sido la izquierda abertzale, que por fin ha impuesto su criterio para que ETA abandone definitivamente las armas. Es evidente que los terroristas, acorralados y con escasa perspectiva de futuro, han cambiado de estrategia más por necesidad que por convicción. Creo sinceramente que la banda armada, al borde de la asfixia organizativa, ha dicho adiós a las armas y que no le queda más recorrido que el de negociar la situación de sus 750 presos, 600 en España y otros 150 en cárceles francesas.

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La decisión de los terroristas estaba tomada desde la pasada primavera, pero había que vestir al muñeco, maquillar su derrota y hacer de la necesidad virtud. Los buenos resultados electorales obtenidos por Bildu en las elecciones municipales del 22 de mayo pasado han acelerado todo el movimiento, así como el anuncio del “cese definitivo”.

ETA se ha acabado. Ahora bien, tampoco vamos a permitir que los halcones se conviertan, de la noche a la mañana, en palomas. La derrota del terrorismo vasco no se debe solamente a los cambios que se han producido en la izquierda abertzale. Se debe, ante todo, al esfuerzo y la tenacidad de las fuerzas de seguridad del Estado, a la colaboración con el Gobierno francés, a los jueces, a los fiscales y, cómo no, a toda una sociedad que lleva años repudiando y exigiendo la desaparición de ETA. A todos los que durante años y de forma anónima, y muchas veces solos ante el terror y las amenazas, han sabido dar la cara para buscar la paz y conseguir la libertad. Toda esta gente anónima es como los miembros de Gesto por la Paz, que, desde hace 25 años, se han movilizado en silencio y con su pancarta en numerosos pueblos para denunciar la barbarie terrorista. Nunca les podremos olvidar, porque ellos son también artífices de esta paz y se merecen el mayor de los reconocimientos.

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Hace más de diez años, el senador Iñaki Anasagasti me reconocía que su partido, el PNV, no había estado a la altura de las circunstancias con las víctimas del terrorismo. En la autocrítica que todos hemos de hacer –empezando por ETA y la izquierda abertzale–, tendremos que reconocer que la sociedad vasca ha mirado durante muchos años para otro lado. Por temor o por miedo, muchos son los vascos que se han quedado paralizados ante la actuación de los terroristas. Es probable que ahora, sin ETA, aparezcan muchos salvadores de la patria y antietarras, como nacieron muchos antifranquistas cuando murió el dictador. No se trata de rendir cuentas, pero sí de escribir el relato y la historia real de todo lo ocurrido para que esta historia nos permita construir un futuro sin engaños, porque sólo avanzaremos con el retrovisor de la memoria.

Tampoco podemos olvidar a las víctimas, a todas las víctimas de esta larga noche llena de pesadillas. A los que han padecido y sufrido en sus propias carnes el azote de una violencia irracional. Las víctimas, a las que se les debe memoria, justicia y reparación, tienen que ser tomadas en consideración, pero no pueden, y lo digo como víctima directa de ETA, ser los artífices políticos del final del terrorismo. Esta tarea corresponde a los gobiernos y a los partidos políticos. Nadie puede utilizar a las víctimas con intereses partidistas como ha ocurrido en el pasado. La memoria de tanto sufrimiento y dolor es una asignatura pendiente que tiene que ser expuesta y grabada en la memoria de nuestra sociedad para que nunca jamás vuelva a repetirse esta macabra tragedia que nos ha marcado a todos.

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Queda un largo camino por recorrer. Una senda complicada que deberá permitir cicatrizar todas las heridas abiertas. Euskadi tiene que avanzar hacia una convivencia que ojalá nos lleve, con el tiempo, a la reconciliación. No va a ser nada fácil, pero todos tendremos que aportar nuestro granito de arena.

Para conseguirlo tiene que haber justicia y el convencimiento de que sólo la democracia y el respeto mutuo nos pueden sacar, definitivamente, de un trauma que ha durado demasiado tiempo. Es hora de mirar hacia el futuro con inteligencia, valentía y coraje. Un futuro con memoria para que por fin las nuevas generaciones vivan sin odio ni rencor y donde el terrorismo se vuelva para siempre una historia del pasado que nunca debió ocurrir. Tenemos que abordar el futuro sin ETA. Un futuro lleno de esperanza para todos los vascos.

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