Opinión · Con negritas
Rosell y la reforma de la negociación colectiva
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Ha sido acogida con sorpresa la oposición del presidente de la CEOE, JUAN ROSELL, a que el próximo Gobierno reforme por decreto la negociación colectiva, sobre la que CCOO, UGT y la patronal fueron incapaces de ponerse de acuerdo en la anterior legislatura. Sus declaraciones, en vísperas del primer encuentro de los agentes sociales con MARIANO RAJOY tras el vuelco electoral del 20-N, fueron contestadas por el líder de los empresarios madrileños, cuya sintonía con el ala dura del PP no se le escapa a nadie. “El momento es grave y apenas queda ya margen de tiempo –advirtió ARTURO FERNÁNDEZ–. Siempre hay que intentar acuerdos con los sindicatos; pero, si no es posible, el nuevo Gobierno tiene que gobernar. Para eso tiene el Boletín Oficial del Estado”. Poco más o menos vino a decir SANTIAGO HERRERO, presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía y rival de Rosell cuando hace un año se dirimió la sucesión de GERARDO DÍAZ FERRÁN al frente de la CEOE.
Esta salida de Rosell responde a su preocupación por que Rajoy, subido en la ola de la victoria, entre como caballo en cacharrería en la negociación colectiva, so pretexto de flexibilizar las relaciones laborales para facilitar la salida de la crisis. Sabe Rosell que una reforma a golpe de decreto no sólo puede comprometer gravemente la paz social en un momento delicado, sino que además socavaría la principal razón de ser de la CEOE; esto es: su condición de interlocutor efectivo ante los sindicatos. Por el mismo motivo Rosell ha puesto pegas a la devaluación de los convenios sectoriales o territoriales, que el PP pretende que ya no primen sobre los de empresa. No es que Rosell quiera evitar la desprotección que algo así sin duda conllevaría para los trabajadores; lo que le da miedo es que, por ese camino, acaben perdiendo sentido organizaciones como la catalana Fomento, de la que él procede.
Todo ello, sin embargo, puede traerle a Rosell problemas en la CEOE, donde ya se han oído quejas por un comportamiento que algunos consideran más propio de un hombre del aparato que de un verdadero empresario.
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